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Olatz Rodríguez: "Dejé de comer para calmar la ansiedad, no para cambiar mi imagen"

La joven canaria plasma en ‘Vivir del aire' (editorial Planeta) una dura etapa personal en la que se retiró de la gimnasia tras ser hospitalizada a causa de la anorexia nerviosa. Espera que su testimonio ayude a otras personas.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Olatz Rodríguez

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F. Q. Soriano
22/7/2022 - 00:30

Dentro del arrollador testimonio de Olatz Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 2003) hay muchas frases que impactan, como uno de los primeros recuerdos a la hora de colocar cronológicamente su relación con la anorexia nerviosa, hilo conductor del libro 'Vivir del aire', sobre el que trata esta entrevista.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura de este libro? Imagino que te habrá generado muchas emociones.
En un principio me animó sobre todo el hecho de pensar que el único objetivo era tratar de ayudar a otras personas, eso merecía la pena ante cualquier sentimiento el volver a recordar toda la historia, que en parte lo agradezco y creo que lo seguiré practicando a lo largo de la vida, son aprendizajes que cuando los recuerdas, los recuperas y puedes tenerlos más presentes para no olvidarlos. Sí, es cierto que hubo momentos en los que fue complejo, pero al mismo tiempo me siento muy afortunada de haber podido hacerlo con el objetivo que he mencionado.

Cuentas que la primera vez que necesitabas ayuda fue tras hacer un test en Google. ¿Qué te llevó a sospechar que tenías un problema?
Fue un día en el que me apetecía tomar un alimento que había restringido, como puede ser un sandwich de Nutella. Quise ir a comerlo y sentía miedo, no me atrevía. El plátano fue algo que también me prohibí. Un día, en una competición, mis entrenadoras nos aconsejaron tomar un plátano para recuperar, me lo tomaba pero me sentía muy culpable, además, si era por la mañana, en las siguientes horas no comía nada más, quería compensar esa culpabilidad. Fue algo anecdótico, me di cuenta de que yo había comenzando a controlar la comida y ahora era ella quien me controlaba a mí. Fue cuando empecé a pensar en que algo no estaba bien, cuando yo era una persona que antes comía de todo. Decidí consultar en Google, tenía alguna noción de que podía estar relacionado con la conducta alimentaria. Me salió como resultado que lo más probable es que tuviera algún trastorno y que, por favor, acudiese a un médico.

"Empecé controlando a la comida y luego ella me controló a mí" 

La gimnasia ha sido un pilar importante en tu vida, te ha reportado alegrías, pero también ha dejado un poso negativo. ¿Qué balance haces de ello?
Es cierto que me ha hecho muy feliz durante muchos años. Creo que la balanza se equilibra, no considero que fuese la principal causa de mi enfermedad, sí que pudo intervenir pero al igual que otros muchos factores. Lo negativo de la gimnasia en mi persona es la forma en la que me enfrento a la realidad y a las circunstancias, me lo tomo todo muy a pecho, soy demasiado consciente de algunas cosas que realmente no son así.

Cuando hay una competición de gimnasia en televisión, como ocurrió el pasado verano con los Juegos Olímpicos, ¿lo ves o cambias de canal?
Lo veo, me encanta.

Aunque aseguras que no te afectaba, también hablas en el libro del 'bullying'. ¿Cómo crees que pueden agravar esos comentarios de los que hablas a alguien con trastornos de la conducta alimentaria?
Sería un detonante para estas enfermedades. Quizás en ese momento la persona que dice esos comentarios no es consciente, a mí no se me ocurriría decirle a alguien esas cosas, por eso quiero pensar que es algo inocente, que no se hace con esa intención. Lo cierto es que de pequeños no poseemos esa madurez necesaria para medir lo que decimos, pero desde casa podemos ejercer una educación y dar ejemplo para tratar de hacer entender a esas personas que no es lo correcto. A mí, comentarios como "saco de huesos", no me afectaban, no lo recuerdo como algo traumático, pero hay personas a las que les puede afectar.

Esa autoexigencia de la que hablas para conseguir la perfección, ¿has conseguido apartarla de otros ámbitos de tu vida, por ejemplo, en los estudios?
Creo que la autoexigencia aún sigue ahí presente, llega hasta tal punto de no querer ejercer ciertas prácticas por el hecho de que antes de realizarlo ya asumo que no voy a poder hacerlo todo lo bien que quiero. Es bastante limitante. Pero poco a poco voy gestionándolo, además estoy con ayuda farmacológica y psicológica y estoy notando un gran avance, mi familia también lo ve así.

"La gimnasia me hizo muy feliz, no fue la causa principal de mi enfermedad" 

Me ha parecido muy dura y crítica la parte en la que comentas que el algoritmo hace que llegue a tu teléfono determinada publicidad. ¿Qué lectura deben hacer al respecto las autoridades?
Es algo muy complejo para que alguien como yo dé lecciones, mejor abordarlo como una opinión más. Contra el algoritmo no sé qué se puede hacer, se escapa de mi control, pero desde luego es muy peligroso porque llega un punto donde tú no buscas determinadas cosas sino que llegan directamente a ti. Estando en un proceso de recuperación o desarrollando la enfermedad, eso contribuye a que sigas desarrollando ese trastorno, te incita, es como si a alguien que quisiera dejar de beber le ponen delante todos los días una botella de alcohol.

Hay un episodio en el que hablas de un atragantamiento. ¿Fue un punto de inflexión en ese miedo que desarrollaste hacia la comida?
Creo que sí, especialmente a comer garbanzos u otros alimentos con algún tipo de piel que creyera que se pudieran quedar en el trayecto hacia el estómago. Mi madre se preocupó bastante porque ocurrió de una noche a otra, también cambió mi personalidad, era un sentimiento de temor constante, pensaba que me estaba muriendo, literalmente. Ahora que lo veo desde este punto de vista, quizás se trataba de algún tipo de ansiedad. Lo pasé bastante mal.

Como sociedad tenemos mucha culpa en este tipo de situaciones. En Instagram hacemos un culto a una imagen artificial. ¿Cómo crees que influye en la gente joven?
Empezando por las personas que lo publican, no hay necesidad de forzar una imagen que no es la natural. No llego a comprender por qué esas personas buscan aparentar algo que no son. Pienso que ellos también son víctimas de otra figura, de otro modelo y estereotipo al que quieren fijarse. Por tanto, la base debería partir de más abajo. Desde luego que en las redes sociales pueden ser una gran herramienta si realmente sabes utilizarla y no dejarte influenciar. Tendría que haber un trabajo de concienciación desde Educación Primaria, algún tipo de charla que puedan dar las autoridades o compartir experiencias que puedan convencer a esas personas de que no tiene ninguna lógica buscar una apariencia. Veo a mi hermana, por ejemplo, que tiene 12 años, y observo el peligro de que se exponga a determinadas cosas, aunque ella es muy madura para su edad, que no es lo habitual.

Dejando de comer yo solo buscaba calmar mi ansiedad, no mostrar una imagen, si hasta iba a clase y se me olvidaba cambiarme la camiseta del pijama. Lo que me importa es que haya respeto, que nos tratemos bien y que podamos aprender unos de otros. Poquito a poco, si esa idea se va construyendo dejará de ser un problema.

En el libro, cuando abordas la llegada al éxito deportivo, hablas de una especie de cadáveres que se van quedando por el camino.
Tendemos a quedarnos con el podio, pero realmente todas las personas han vivido una serie de circunstancias que les han llevado hasta ahí y que en la valoración de un ejercicio de gimnasia no entra en juego. Por eso a mí no me gustaba competir, asociaba esas injusticias, no veía lógico que me comparara con otras compañeras, todas teníamos nuestras circunstancias: las posibilidades y medios para entrenar, el ambiente en casa... todo eso influye muchísimo y no se tiene en cuenta. Para mí todas teníamos el mismo mérito. Quería disfrutar y ver que mejoraba para avanzar y hacer cosas nuevas, esa era mi ambición, no competir, ganar una medalla o una copa, de hecho eso me frustraba, me hacía sentir mal.

"El primer paso siempre es pedir ayuda; es básico confiar en los especialistas" 

Has hablado en esta entrevista de tu madre y de tu hermana pequeña. Tu padre también aparece en el libro. ¿Lo han leído?
Sí. Se sorprendieron un poco por el hecho de que quizás se encontraron cosas muy personales. Las personas que no vivan en nuestra casa pueden no entenderlas tal y como son. Mi hermana y mi padre, que es a quienes más he mencionado en el libro, ellos no dicen cosas como "gordi" o "cara pan" con maldad, sino con ironía, aunque me cuesta mucho entender las bromas. El objetivo no es achacarles nada a mis familiares, sino tratar de convencer a la gente de que a veces decimos cosas sin darnos cuenta que pueden herir a la otra persona.

¿Temes alguna reacción negativa por parte del club de gimnasia?
Sí, en el sentido de que quieran sacarlo de contexto. Mi única intención es tratar de ayudar, espero que sea así, pero quizás se cuenten cosas que sean incómodas desde su punto de vista. Esa mi experiencia, pero ellas quizás puedan relatar otra muy diferente. Están en su derecho. Todo lo que he narrado aquí he tratado de decírselo antes a ellas. Hay respeto mutuo.

¿Qué mensaje le mandarías a las personas que se vean en una situación parecida a la tuya?
En primer lugar, suelo hacer mucho hincapié en ello, que aunque resulte complejo el primer paso es tratar de pedir ayuda. El hecho de llegar a libros como este es quizás una señal de que está buscando esa ayuda. Les animaría a seguir adelante, a continuar buscando esa ayuda y que confíen en sí mismas. Al principio sentía que no me estaba ayudando de nada volver a comer, que me estaba sentando mal, pero son ideas irracionales. Hay que confiar en los especialistas. Espero que les ayude mi relato y mi experiencia, aunque siempre es recomendable acudir a un profesional. Ante todo, por favor, que tengan esperanza. Se aprende mucho realmente, a pesar de las malas experiencias, me llevo cosas buenas de esta enfermedad.

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