jun 242011
 

Una mochila, un mapa de Europa y ganas de ver mundo. Ese es el único equipaje que necesitarás si te subes al tren con un billete de Interrail en la mano. Cada vez más extendida, esta modalidad de conocer Europa que comenzó a funcionar en 1972 ofrece la posibilidad de viajar hasta por 30 países en veintidós días o un mes por un precio que no supera, en la tarifa adulto de primera clase, los 930 euros. Pero si eres menor de 26 años, viajas en segunda y planificas un recorrido de quince días, el tour europeo tan sólo asciende a 289 euros. Con los años, el Interrail ha ido flexibilizando las combinaciones y ampliando el alcance de este pasaporte ferroviario que ofrece viajes ilimitados, salvo en trenes de alta velocidad o considerados de lujo. Del mismo modo ahora ha dejado de ser un producto exclusivamente para jóvenes y ya hay tarifas adulto y hasta senior e infantil.

También uno a uno

De esta manera, ahora no sólo puedes planificar un trayecto por las tradicionales zonas en las que antes se dividía el mapa europeo, sino que también permite escoger un único país que visitar, lo que reduce el precio considerablemente. También se puede adquirir un billete con fecha de comienzo y fin del itinerario, o bloquear un número determinado y salteado de días en los que viajar mientras el resto de las vacaciones se conoce una ciudad o pueblo. Las posibilidades son tan amplias como el viajero quiera aprovechar. El Interrail comenzó a ser conocido en España a finales de los noventa y se popularizó a  lo largo de la década pasada. “Yo hice el Interrail en 2002 por Alemania, Dinamarca, Austria y Suiza, país que recorrimos en un único día”, cuenta Tania. “Es una oportunidad de visitar de forma muy barata infinidad de ciudades. El truco está en aprovechar los recorridos largos por la noche. Mis amigas y yo nos cruzamos Alemania de punta a punta tres veces en un mes para aprovechar el tiempo de viaje y ahorrarnos noches de hotel”, concluye esta joven que ahora tiene 31 años.

Dormir en albergues

Dónde dormir es otra de las cuestiones que el viajero más tradicional cuestionaría de esta forma de viaje. Esterillas, parques, butacas y estaciones de tren eran clásicos aliados de los ‘interraileros’ en el pasado, pero la red de establecimientos como albergues o hostel destinados a este viajero mochilero ha crecido exponencialmente en las últimas décadas y pernoctar en una habitación compartida por unos diez euros no es ya un imposible, sino una cotidianidad en el camino del Interrail. Estos hoteles para ‘aventureros urbanos’ además suelen crear un clima de convivencia donde los viajeros comparten consejos, cerveza, partida de futbolín o dardos y amistad. Un billete de Interrail suele ir ligado a cierta improvisación, a rutas que se cambian sobre la marcha por un descubrimiento en el camino, compañeros de viaje de infinidad de nacionalidades, miles de fotos digitales y la promesa de repetir el próximo verano.

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