Vencedores y vencidos

Stanley Kramer, 1961. La traducción literal de su título es El juicio de Nuremberg, un largo y delicado proceso judicial contra políticos, médicos y juristas nazis, acusados de asesinar a seis millones de judíos inocentes. El espinoso problema que se plantea es, en el fondo, saber si se puede condenar a jueces y médicos que se limitaron a cumplir las leyes de su país, promulgadas por un Parlamento elegido democráticamente. Por tanto, también se trata de una reflexión sobre los límites del positivismo jurídico, y sobre la necesidad de un derecho natural universal e inviolable. “Un juez no es quien promulga leyes, sino quien las hace cumplir”, esgrimirá la defensa alemana. Y el mismo juez responderá: “Si los hombres no son responsables de sus actos, tendrá usted que explicármelo”. En su justificación de las sentencias, el juez aduce que “este juicio enseña que hombres normales, incluso excepcionales, pueden engañarse hasta la monstruosidad”.

La fuerza y precisión de los diálogos es extraordinaria, y pone de manifiesto la diferencia esencial entre lógica y verdad, y el enorme peligro de que esa distinción pueda quedar oculta o difuminada por la retórica. Resulta magistral la interpretación llevada a cabo por actores como Spencer Tracy, Marlene Dietrich, Montgomery Clift, Burt Lancaster o Richard Widmark.

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