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Huelga civil (no guerra)

Quedan los flujos de la huelga y posterior manifestación (ésta sí que fue gorda) y la gente sigue pensando en cómo arreglar la cosa. Lo cierto es que mucho se ha escrito sobre el 14 N, o dicho de otra manera, del día de la huelga, por la crisis. Palpando el ambiente en los días anteriores se podía deducir que ésta iba a ser la huelga del miedo, es decir, que el que tenía un empleo, como la canción, "que lo cuide, que lo cuide", y, consecuentemente, no estaba el horno para bollos y con el miedo guardando la viña, o lo que queda de ella.

Archivado en: Maximino Cañón, huelga general, guerra civil, mangantes, paro, empleo

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Maximino Cañón
23/11/2012 - 03:30

Por ello podemos deducir que lo de la huelga general, entendiéndola como la "interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta" aunque, en este caso, "que me quede como estoy", no produjo los efectos esperados. Pero lo de la manifestación de la tarde es como para recapacitar y no tomarlo a broma pensando en lo que sentirán y pensarán cada una de la miles de personas que se congregaron, en este caso en León. ¡Impresionante! No sé el número de los asistentes pero, me da igual, eran muchísimos. Tampoco sé de quién es la culpa, si de los que se fueron o de los que están. Lo cierto es que estamos como estamos y la cosa sigue. Hace tiempo que vengo clamando desde esta columna por un PACTO DE ESTADO (en La Moncloa o en La Candamia) donde se impliquen partidos políticos, asociaciones empresariales, sindicales y demás colectivos porque antes tuvimos otras crisis y salimos de ellas. Se queda uno perplejo al ver en los telediarios como los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado (un poco largo) ¿cumpliendo con su deber? cargan contra una parte de la población que clama por sus derechos. Esto no es cosa de derechas ni de izquierdas ni de justificar conductas diciendo ¡y tú más!, sino de conductas honradas y de ver cómo se puede bajar la cifra de parados que, la verdad, es insoportable que casi una población de más de 5 millones de personas engorden las listas de aquellos que queriendo (o necesitando) trabajar no encuentren empleo. Entre las muchas pancartas que aparecían en la manifestación había algunas leyendas dignas de formar parte de los más exquisitos textos de la literatura. Conclusión: el pueblo está que trina con los políticos, los gobernantes y mucho más con los mangantes.

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