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Eran tiempos de guadaña y fiesta (1)

Cada verano que comienza se agrupan en nuestras mentes evocaciones de lo que, en otros tiempos, significó dicha estación. Entonces, aunque en muchos pueblos no había luz eléctrica ni agua corriente, si había luz libertaria, esa luz que, aunque no emanaba de las bombillas, daba la suficiente claridad como para estar por el pueblo hasta altas horas de la noche, sin que en casa te marcaran la hora de ir a la cama.

Archivado en: Maximino Cañón, siega, pandereta, fiestas veraniegas, guadaño, hierba, las mujeres iban a servir

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Maximino Cañón
18/7/2014 - 03:30

Eso, por sí solo, era un auténtico privilegio que sólo se tenía en los veranos. En ese tiempo se daban cita muchos de los que, por necesidades vitales o por buscar una mejor vida, habían emigrado. Era curiosa la forma de contratar al personal, después de fijar los estipendios, se añadía la coletilla indispensable: "tanto de sueldo, mantenido y de permiso venir en julio que es el mes de la hierba", completando a sí las condiciones del contrato. Eran tiempos de sudor y fiesta. Primero se segaban los prados y después se departía con los vecinos en la cantina, relatando las vicisitudes de la nueva vida. Lo mismo les pasaba a ellas, que después de estar ‘sirviendo', (la palabra dice mucho) a los señoritos durante la otra parte del año y librando la tarde de los jueves, iban de ¿vacaciones? al pueblo a meter la hierba y a entregar parte de los sueldos a los padres. También llegaba lo bueno, como eran las fiestas locales, que casi siempre se celebraban dentro del periodo vacacional. Allí se forjaron muchos de los romances que, después, se consolidarían dando lugar a bodas, (unas por amor y otras por juntar los prados o el capital) sin perder el pedigrí de la tierra. Las manos se llenaban de bojas, pues acostumbradas a los trabajos capitalinos y al agua de los bares, de tanto lavar vasos, se resistían a la dureza de la ‘guadaña'. La ‘comisión' de los mozos disponía de los más variados instrumentos: tambor, triángulo y pandereta, siempre me llamó la atención qué hacía un triángulo entre los instrumentos que la comisión de los mozos tenía para organizar algún baile a la venida de la vecera con las vacas en las noches del verano. Pero de todos los instrumentos el más completo (con el se bailaba todo) era, con ‘mayúsculas' LA PANDERETA.
P.D. En recuerdo de mi tía Carmen que seguro que allí donde se encuentre, seguirá haciendo felices a los demás al ritmo de su pandereta.

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