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De monedas e higiene

Estaba un maestro después de la guerra, explicándoles a los alumnos en la pizarra las clases de monedas que existían en España y decía: hay monedas de cinco y diez céntimos, de real, de dos reales y monedas y billetes de peseta, de cinco pesetas, de veinticinco de cien, y hasta hay gente que dice que en Madrid han visto billetes de quinientas.

Archivado en: Maximino Caón, pesetas, balde, baños, palangana

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Maximino Cañón
28/11/2014 - 08:34

En aquellos años no se conocían otras tarjetas que las de visita y esas solo las tenían quienes ocupaban un puesto importante en la vida o tenían medios aparentes para acomplejar a sus semejantes. Yo conocí a uno que se anunciaba en una tarjeta de visita como estudiante de primer curso de una carrera técnica, sembrando la envidia de sus semejantes, y nunca pasó de allí. Los cuartos de baño en la mayoría de los pisos no existían, se bañaba uno en un balde los fines de semana, mejor dicho, el domingo que era el día dedicado al asueto semanal, y el resto de los días, en la palangana que era el equivalente al tajo de lavar ropa, pero para las personas. Después vinieron los años del imperioso ladrillo y se empezó a oír que en algunos sitios los pisos se vendían por separado. ¡Qué locura! Pero con el tiempo, para asegurarte la vivencia, y siempre que tuvieras facilidades o medios, se instauró el mercado de la vivienda y, de aquellos barros vinieron estos lodos. Eran muy pocos los que tenían dinero contante y sonante para hacer frente a la entrada para la compra de un piso, entonces era así la cosa, el resto esperaba a ver si ahorrando algún día podían tener la ocasión de comprar un piso, cosa difícil pues al mismo tiempo que se pasaban estrecheces para ahorrar, los pisos subían y subían de acuerdo con la inflación que por aquel entonces casi nadie sabíamos quien era esa señora. En algunas localidades, lejos de la capital e infradotadas de medios, en lo que a higiene se refiere, conocí a uno que había puesto cuarto de baño con agua corriente y todo, y cuando le preguntaron por como le iba la vida con las mejoras llevadas a cabo en la casa, sobre todo refiriéndose al cuarto de baño dijo: "a Dios gracias aun no lo he tenido que usar todavía y lo tengo lleno de lentejas", la cosa tenía su explicación, pues entonces, en muchas localidades, que carecían de cuartos de baño y agua corriente, solamente se bañaban para ir a ver al médico. O sea que a veces la falta de higiene era sinónimo de buena salud.

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