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Vacío cerebral (I)

Dice Miguelín que estarán fisioterapeutas y traumatólogos frotándose las manos, vislumbrando el incremento de clientes porque los humanos no estamos diseñados para ir todo el santo día con la cabeza gacha y los dedos tecleando. Pero las contracturas, el desarrollo gigante del pulgar o el debilitamiento de los espermatozoides para los que lleven el aparato junto al aparato, son una mínima parte del problema, las secuelas físicas.

Archivado en: Javier Cuesta, blackberry, Varufakis, Zeus

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Javier Cuesta
11/9/2015 - 04:40

Las psíquicas y emocionales son aún peores. Los trastornos generados se llaman adicción, desconcentración, insomnio, estrés, falta de privacidad, angustia, irritabilidad, aislamiento o síndromes nuevos como la vibración fantasma, ¿les suena? Por no hablar de las secuelas ortográficas: palabras cortadas, abreviaturas erróneas, textos fragmentados e incoherentes y sin signos de puntuación, errores gramaticales... un mal panorama, en suma, si pensamos que se lee igual que se escribe y viceversa. Por último están los riesgos para vida e integridad, propia y ajena: acabaremos atropellando a los que teclean en su blackberry por la calle como zombis, los niños vienen a este mundo con un smartphone bajo el brazo para acosar y ser acosados, espiar y ser espiados; y cualquier adolescente con móvil tiene hoy más peligro que un monje shaolin conduciendo un BMV (el genio dixit). Cuentan que un mocito visitó al abuelo ingresado en el hospital y lo desconectó de los aparatos para cargar su móvil. Así que lo que nos empieza a fallar no es ya la carga del teléfono sino nuestra batería mental, nuestro equilibrio. El móvil es ya el centro de la vida; para muchos, de la no-vida.

En la antigua Grecia, la de antes del motero Varufakis, cuando Zeus descubrió que el pueblo de Arcadia se estaba portando mal decidió destruir a todos los mortales con un enorme diluvio. Ahora que nos portamos peor, tal vez algún Dios más cruel nos castiga con un diluvio sofisticado, una lluvia de dispositivos móviles para ahogarnos con su electropolución. El Arca de salvación que yo conozco se llama Veneros, penúltimo rincón sin cobertura. Los que no se refugien allí, a palmar. Eso sí, se extinguirán muertos de risa wasapeando por ejemplo ese meme genial que ridiculiza lo que ya han bautizado como nomofobia, el miedo absurdo a quedarse sin móvil: "salgo de casa con un cuarenta de batería y sin cargador... ¡que sea lo que Dios quiera!"

 

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