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hecho a mano

Dignidad (y II)

Mientras tanto, la ministra de Trabajo nunca había trabajado antes, que viene a ser como si elijes al 'Risitas' para anunciar Vitaldent. Así que repasemos sus triunfos de una legislatura calamitosa: menos derechos para los trabajadores, mayor precariedad, más contrato temporal y a tiempo parcial, menos parados con prestación, aumento de horas extras... (pero tú, Fátima, sé fuerte) y una tasa de paro igual (el 21%) pero porque menos gente busca empleo.

Archivado en: Javier Cuesta, dignidad, los Simpson, payaso Crasty, Lisa, Marx, hambre, Andrea Camilleri, Berlusconi, Rajoy,

Javier Cuesta
29/1/2016 - 03:30

En la población activa había cuatrocientos mil trabajadores menos al final que al inicio de esos cuatro años, en parte por la emigración. Sé de unos cuantos jóvenes ingenieros, hijos de amigos o vecinos, repartidos por Europa. Sé de muchos trabadores que en las pasadas fiestas estuvieron mes y medio sin descansar ni una jornada, y calladitos que la indemnización está barata. Aunque visto así, quizá haya que considerar el despido como un detalle del rico empresario que quisiera liberar al currante de la esclavitud del trabajo. Oye, es otra idea.
En una entrevista reciente, el nonagenario escritor italiano Andrea Camilleri hacía gala de lucidez y valentía en este tema: "La dignidad del hombre es el trabajo. Su trabajo. Cuando despiden con tanta facilidad a un hombre de 50 o 55 años lo insultan. Lo humillan." Y contaba luego -me impresionó el dato- que industriales del norte de Italia se habían suicidado al entrar sus empresas en crisis, porque sabían que tenían que despedir a trabajadores y ellos mismos lo habían sido. Eso en un país al que identificamos con mafia y chanchullos (¿que tuvieron a Berlusconi? ya, bueno, vale ¡y nosotros a Rajoy!). Pero al menos ellos tienen una clase empresarial por encima de la nuestra. Aquí despiden con alegría y no sólo no se suicidan sino que están enfangados hasta las trancas (sólo en la Gürtel, más de sesenta empresarios imputados) o ya en la cárcel (Díaz Ferrán, expresidente de todos ellos, dando ejemplo). Es pistonudo, aquí el parado no puede robar pero el gran empresario sí.
Finalmente Camilleri se sorprendía de que tantos jóvenes sin trabajo ni expectativas de tenerlo no cometieran actos de desesperación. Eso mismo he pensado yo más de una vez cuando veo gente arrodillada en las aceras de Ordoño: ¿qué hace ese hombre ahí postrado pudiendo luchar, protestar, sublevarse, arremeter, desenmascarar y hacer, en definitiva, el mundo un poco más saludable al menos?

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