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26-J, qué fastidio

Bueno, al final, habrá nuevas elecciones generales. Será el 26 de junio. Con los mismos candidatos. Con las mismas ofertas. Con idénticos programas electorales. Todo prácticamente igual. La pregunta, en consecuencia, es lógica: ¿va a resolver algo estas nuevas elecciones? A este paso se corre el riesgo de unas terceras elecciones y, quizás, unas cuartas o quintas. Quién sabe.

Martínez Carrión
06/5/2016 - 04:40

No hay nada más que ver la cara de los candidatos (y se sabe, la cara es el espejo del alma). Rajoy sigue con el papel que mejor interpreta, el de don Tancredo, esperar que los demás se quemen para permanecer. Ni una propuesta. Ni una convocatoria para abrir una mesa de negociación. Como buen registrador de la propiedad, echa cuentas y el resultado le cuadra. Gana sin esfuerzo. Pues a esperar. Como en las películas de Almodóvar, en las que la mujer manchega se sienta a la sombra a la puerta de su casa a ver pasar el tiempo. Y, además, inmutable ante los casos de corrupción que asolan a su partido y salpican a su Gobierno. Lo suyo es dejar que la economía funcione sola, que aumente el consumo, baje el paro y que Europa no se queje demasiado por los incumplimientos del déficit. El viento sopla a su favor sin hacer nada. Pues ya está, don Tancredo sentado a la puerta de la sede del PP a ver pasar los cadáveres de sus enemigos.
Sánchez es como Juansinmiedo, actúa a la desesperada, casi por instinto, es un fugitivo en permanente huida hacia adelante. Acosado desde dentro de su propio partido y atacado por Podemos, desde su izquierda, y por Ciudadanos, desde su derecha, no tiene más remedio que estar en movimiento permanentemente. Si para se cae y sería su ruina. Es un prestidigitador de propuestas imposibles. Y los números lo le cuadran. PSOE más Ciudadanos son 130 votos y no se pueden estirar como el chicle. Y con esos votos no se puede gobernar ni encomendándose a la milagrera Virgen de las Nieves. Un optimista irresponsable.
Y qué decir de los ya ex nuevos líderes, esos chicos recién llegados bajo las siglas de Ciudadanos o de Podemos que todo lo iban a cambiar, reformar, revolucionar y modificar. Venían con tanta fuerza que se han pasado de revoluciones. Y han acabado pareciéndose mucho a los viejos partidos de la casta. Con sus misma líneas rojas, vetos, intransigencias y dogmas. No hay nada peor en política que incumplir las expectativas creadas hacia los ciudadanos. De Rajoy, por ejemplo, no se espera nada revolucionario ni que cambie sustancialmente nada; pero de Rivera o de Iglesias se esperaba más imaginación, propuestas creativas, fórmulas más cercanas al ciudadano, alegría, flexibilidad, capacidad de negociación y de acuerdos.
Y en medio de estas reflexiones llega la encuesta del CIS y dice que cerca del 80% de los votantes en diciembre no piensan cambiar el voto en las elecciones del 26J. Miedo da pensar que los resultados de junio pueden ser muy parecidos a los de diciembre, escaño arriba o abajo. A la espera de que haya o no alianza entre Izquierda y Unida y Podemos, la gran incógnita del 26J va a ser el índice de abstención, que pudiera ser alta, lo que, curiosamente, beneficiaría al que menos se lo merece, es decir al de la esfinge, al inmovilista y tancredista Rajoy.

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