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Gente en León

un amigo de león

Casco y penacho

Como cada año, después de pasada la Semana Santa y de recuperarse uno de los plantones que hemos soportado en las aceras, vienen las anécdotas. León se mostraba impregnado de visitantes como ningún año antes lo habíamos visto.

Archivado en: Maximino Cañón, Semana Santa

Maximino Cañón
28/4/2017 - 03:30

No sé si ello se ha debido a la puesta en marcha de los trenes rápidos o porque somos una ciudad ideal para pasar unos días sin tener que tener que sacar el coche, donde se come bien, tiene monumentos y museos que algunos han descubierto ahora, o por las campañas llevadas a cabo por agencias de viaje o instituciones, pero lo cierto es que León se visto abordada por miles de turistas. Respetando las creencias que cada uno tenga, la Semana Santa de aquí tiene fe y resulta amena, sin quitarles mérito a otros lugares. No quiero establecer comparaciones de que si tal o cual ciudad o localidad tienes unas tallas increíbles, porque, la verdad, la gran mayoría de los visitantes o papones de acera sólo se fijan en ellas en la Semana Santa. En León se ha conseguido que todos los días de la Semana Santa tengan lugar una o más procesiones que son admiradas por los visitantes que eligen nuestra ciudad para pasar estos días. No es mi pretensión hacer una crítica de la Semana Santa leonesa, que para eso están otros que la conocen mucho mejor que yo.
Al hilo de lo comentado, salen a la palestra cada año razonamientos de todo tipo alrededor de los pasos. Que si unos lo llevan mejor o que si no se debe de aplaudir a los mismos cuando son zarandeados por los papones/paponas. Este año ha sido objeto de comentarios, lo de que las mujeres (ya era hora) tienen derecho, a pertenecer y salir en procesión en cualquier cofradía amparadas desde hace tiempo por la Constitución Española (Art. 14), aunque en alguna hizo caso omiso hasta la fecha en que se ha aireado la resolución de la consulta. Pero lo que quiero resaltar en esta columna es lo que cada año me viene a la memoria cuando veo pasar a la escolta que el Ayuntamiento proporciona a algunos pasos. Éramos niños, y al ver a los policías municipales (ahora locales), perfectamente uniformados con los impecables trajes marcando el paso lento, y con el casco brillante rematado con un penacho blanco en su momento, (en la actualidad por decisiones políticas morado) todos queríamos ser de mayores policías municipales, porque aquel uniforme para nosotros era los más.

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