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Mentiras y engaños

Fuegos y usos (I)

Parece que los últimos incendios en la tebaida y los nubarrones de las plantaciones de eucaliptos, empiezan a remover la conciencia de más de alguno. Tanto que incluso se atreven a oponerse en artículos de opinión o al menos a cuestionarse algunas cosas. Pero llegan tarde, el mal ya está hecho y no hay vuelta atrás.

Archivado en: Nicolas Pérez Hidalgo, fuegos, incendios

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Nicolás Pérez Hidalgo
28/4/2017 - 02:20

Incendios y uso del suelo (ganadería y forestaciones) están íntimamente relacionados. La ganadería y la agricultura ha exigido el cerillazo, cuando el diente y el hacha no eran suficientes, o simplemente para ayudarlos. Sin embargo, quien antaño prendía el monte era la gente que vivía allí, y que además vivía de lo que la tierra daba. No se podían permitir el lujo de quemar lo que era suyo y el sustento de sus familias.
Pero el paso de los años hizo que las administraciones fueran metiendo mano en los montes, en los campos, en las calles y hasta en las casas. Lo importante era que la gente se fuera del pueblo. Poco a poco les fueron quitando el poder de decisión sobre sus bienes, con el argumento de que otros (los ingenieros y los técnicos) sabían más que ellos de esas cosas. Así, aumentaron las plantaciones al mismo ritmo que desaparecía el paisanaje y el ganado.
La gente se fue marchando y los grupos de poder podían (y pueden) campar a sus anchas. Ya pueden poner eólicos, cazar cómo y cuándo quieran, plantar pinos (o eucaliptos) y meter ganado (y colmenas) sin importarles a quien molestan. Nadie va a protestar. Todo el campo es suyo.
Pasamos de tener ganaderos (los de antaño) a ganaduros (los de ahora), que ni son de los pueblos, ni viven en ellos, ni cuidan los prados, ni las sebes, ni tienen el más mínimo apego a la tierra en la que sueltan el ganado. Jubilados y prejubilados campan a sus anchas en las zonas más despobladas de Cabrera, Maragatería, El Bierzo, Cepeda y Omaña, subidos en sus todoterrenos de pista en pista, tomando café en el bar y volviendo a toda prisa pa la capital.
Con estas premisas es cuestión de tiempo que llegue el fuego. Porque tras un fuego siempre hay negocio(s). De pinos y eucaliptos ya hablaremos otro día.

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