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un amigo de león

Calentando la cena...

Dicen que los hombres nos ponemos pesados contando historias de la ‘mili', o servicio militar, no sin cierta razón. Sobre todo si las destinatarias de los relatos, en gran mayoría, eran novias o aspirantes a serlo que en nada sentían la llamada ‘hipotética' de las armas.

Maximino Cañón
10/11/2017 - 04:40

Cumplía el servicio militar como voluntario (¿) en la Base Aérea de La Virgen del Camino esperando destino. A mí me tocó, mejor dicho, me tocaron en el hombro y dijeron: "Tú, para la Policía Aérea, conocida por las siglas PA, lo que equivalía a hacer más guardias y vigilancias que un tonto, a cambio de estar rebajado de servicios mecánicos (no barrías ni fregabas etc.). En definitiva, tenías que mentalizarte de que durante el tiempo de prestación servicios a la patria, solamente te tendrías que dedicar a las armas y a la constante vigilancia, tanto de los soldados como de las instalaciones.
No entendí como el vestir de paisano estaba perseguido y era castigado con estancia en el calabozo, si eras localizado de tal guisa por la PA, (o sea, por nosotros). La labor más desagradable y peor vista por la soldadesca era la que la Policía Aérea destinada en León tenía encomendada. Había algunos suboficiales en la citada unidad, cuyos nombres me callo por un cierto pudor, que tenían a gala andar a la caza de soldados de paisano, cual si de presas rapaces se tratara. A lo que iba. Estando destinado en León ciudad, teníamos que llevar a cabo diariamente y en pareja (de soldados se entiende, entonces no había mujeres en el Ejército) la vigilancia por los itinerarios que teníamos señalados. En donde mayor presencia debíamos de tener, era en los que fueran frecuentados por mujeres denominadas ‘de la vida'. La mayoría de estos establecimientos se encontraban detrás de la Catedral, como polo de atracción inequívoco para propios y extraños. En una de esas noches de aquel León gélido, cumpliendo con lo ordenado, entramos en un establecimiento donde se encontraban varias mujeres cobijándose del frío y esperando ‘clientes' cuando al preguntarle a una que hacía, por decir algo, contestó con desparpajo, y con la estufa de carbón entre las piernas: "Pues, ya veis majos, ¡aquí, calentando la cena! así que si viene algún soldadín, a ‘limpiar el fusil', no me lo espantéis".
P.D. A Kique, que me tomó el relevo.

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