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Aguantando la meada

Cuando apenas han pasado cinco días de la celebración de la Festividad del Carmen, con tanto arraigo en nuestros pueblos aunque no tengamos puerto de mar, quiero reflejar algo de lo que, siendo ‘mozo', ya había pagado el ‘piso', tributo de arraigo en León y Zamora, te daba derecho, llegado el caso, al cortejo en el pueblo. Víspera de la fiesta del pueblo (16 de julio, el Carmen en Redipuertas), con una juventud nutrida. Ésta, reunida en la cantina del pueblo organizaba el cómo llevar a cabo la recogida de huevos como cada año, de casa en casa.

Archivado en: Maximino Cañón, Fiesta del Carmen, Redipuertas

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Maximino Cañón
20/7/2018 - 01:10

Después de la rapiña casera, se juntaban en la citada cantina para hacer con las claras, mistela y azúcar, un gran ponche de lo más natural, sin otros aditamentos que los se pudieran desprender de las manos que se empleaban como cucharón para revolver los preciados ingredientes. A Lito, así le llamaban, le tocó requisar el producto de la gallina en una casa donde vivían dos hermanas, entonces no había luz eléctrica. El resto de la mocedad esperábamos el resultado de la confiscación agazapados a la luz de la luna. Trascurría el tiempo y Lito no salía, cuando, en una de éstas, y pasado un rato, salía como despavorido y con una mueca en la cara desternillándose de risa, impaciente por contar lo que acababa de vivir.
Resultó que al entrar en el gallinero para hacer acopio de los huevos una de las hermanas propietarias de la casa, ya en la cama, sintió ruido en el gallinero y, sin ningún miedo, tomo una vara con ahijada (de las de conducir a las vacas) en una mano, y en la otra un candil o farol, decidida a hacer frente a quien se le pusiera por delante. Lito, con el fin de no ser descubierto -era un hombre de una considerable altura- se quedo inmóvil entre la puerta y la entrada al gallinero a oscuras. En esto la mujer, aprovechando la levantada de la cama, sintió la necesidad de hacer aguas menores de tal manera que, con la vara en una mano y el candil en la otra se puso, sin saberlo, delante de Lito para llevar a cabo la función fisiológica de evacuar con tal profusión que una gran parte de la orina fue a parar a los zapatos del mozo que, conteniendo la risa, no pudo hacer nada para no descubrirse, salvo mantener el tipo estoicamente. Después la fiesta continuo hasta el amanecer en la Cantina de Doro y Práxedes en compañía de la mocedad, entonces solo masculina.
En recuerdo de Manolo, (Lito), el de Pilar.

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