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Los postres no engordan

Creo que ninguna confitera ha tenido la fama y la aceptación que tiene la abuela española formando parte de casi todos los postres en los menús habituales. Es frecuente que cuando con motivo de alguna celebración, te permites la licencia de salir a comer fuera de casa, te encuentres con que la mayoría de los restaurantes estén completos, si no has avisado con antelación.

Archivado en: Maximino Cañón, postres, la Tarta de la Abuela

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Maximino Cañón
07/9/2018 - 02:20

El caso es que te diriges a alguno, más o menos modesto, y lo primero que te preguntas es de donde sale tanta gente. Luego dicen que no hay dinero se comenta en el grupo cuando aquí, además de pagar como buen cristiano, tienes que hacer la reserva pidiendo vez. Esta situación la mayoría de las veces da origen a discusiones razonadas y fundamentadas. La cuestión, comenta uno de los que se prodigan mucho por estos establecimientos, es que a quienes vemos llenando estos lugares, sin ninguna duda, son a los que, por una u otra razón, la vida les va bien y se pueden permitir estos y otros lujos con asiduidad mientras, la gran mayoría, la que vive al día casi con lo justo, cuando acude a un restaurante lo hace obligado por algún acontecimiento ineludible y, todo ello, procurando que no se descomponga la economía familiar. El asunto viene porque después de haber comido o cenado opíparamente, pero sin pasarte, el camarero de turno amablemente te recita una relación de postres como para chuparse los dedos. Entonces es cuando aparece la protagonista de la noche: La "tarta de la abuela" y uno se pregunta como la abuela podría hacer tartas como para surtir a casi todos los restaurantes que la tienen en su carta. Pero, hablando de postres, no puedo dejar pasar por alto algo de lo que fui protagonista cuando, al finalizar una modesta cena, el camarero preguntó "a los señores" si querían algo de postre y entonces alguien de los presentes le indicó, señalándome a mí, que lo me gustaba era el flan con helado, a lo que yo, con unos cuantos Kg. de mas , le dije que si, que si me gustaba, pero que eso engordaba mucho a lo cual, con la pericia y la rapidez que otorga la profesión , seriamente y con gran respeto me contestó: no," Ud. no se preocupe, el flan no engorda, el que engorda es usted". Santa y certera contestación que me hizo reflexionar y contentarme con un café endulzado con sacarina para engañar al cuerpo después de lo cenado.

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