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Duro y a la cabeza

El ir cumpliendo años tiene sus ventajas. Una es la de que, como dice el refrán, ‘Que te quiten lo bailao' y máxime ahora que ya casi no se baila, a lo "agarrao" me refiero. Y otra es la de tener la ventaja de atesorar recuerdos de lo vivido, lo oído, lo comido y de, con perdón, lo palpado. Aunque lo que albergan nuestras memorias, la mayoría de las veces, suelen ser situaciones o vivencias que, a lo mejor no sucedieron como las recordamos, pero las idealizamos como algo que de verdad hubiéramos querido que así hubieran sucedido.

Archivado en: Maximino Cañón, Saldos Arias, viseras a un duro, Raúl Gutiérrez Gutiérrez, Novelty

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Maximino Cañón
20/9/2019 - 02:20

El recuerdo que hoy traigo a colación, y que alcanzó unos índices de popularidad y de ventas, poco conocidos por aquellos años, es el referido a un artículo que, sobre los años sesenta del pasado siglo, más o menos, causó furor entre la población. Por aquel entonces se abrió una tienda, con aires de gran establecimiento del momento, cuyo nombre era el de 'Saldos Arias', con la matriz de gran proyección en el Madrid de entonces, aunque con el infortunio de sufrir dos espectaculares incendios que dieron al traste con los citados negocios. Estos almacenes de venta al público se ubicaron en León, en nuestra gran avenida de Ordoño II, y estaban especializados en artículos de mediana calidad, pero que, debido a sus bajos precios, cumplían con el cometido de solucionar las necesidades de las amas de casa. Entre el amplio abanico de los muchos artículos que se podían adquirir (casi como en los ‘Almacenes Antoñanzas' de nuestra capital que hoy siguen dando respuesta a las necesidades demandadas por su fiel clientela), hubo uno que, a decir de por aquel entonces, causó un furor mayoritariamente entre el sexo masculino en verano y con una amplia acogida entre los trabajadores que realizaban su tarea generalmente al aire libre.La prenda en cuestión consistía en una gorra-visera agabardinada que lo mismo te protegía del sol, del polvo, que de una leve lluvia. Pero lo que hizo que media población luciera la mencionada visera era que su precio, 5 pesetas o un duro de entonces, estaba al alcance de cualquiera. Y como los españoles somos unos eruditos en bautizar aquello que nos cae en gracia, la prenda automáticamente fue denominada con el nombre de ‘Duro y a la cabeza', lo que, en pocas palabras, explicaba el coste y su lugar de destino.
A mi amigo Raúl Gutiérrez Gutiérrez, gran profesional en los tiempos del Novelty.

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