Hace ya muchos años, cuando escuché a unos amigos de mis padres decir que se habían comprado un piso en Madrid, no comprendía que se pudieran vender los pisos por separado. Yo no conocía a nadie en aquel León de los años cincuenta que se hubiera comprado un piso. Sí que hubieran comprado una casa, más bien, casita, pero un piso solo, no.
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28/2/2020 - 01:10
También me llamó la atención cuando oí decir que en Madrid había ya dificultad para aparcar los automóviles. Aquí todavía eran tiempos de bicicletas, motos y del ansiado seiscientos para el cual, tenías que hacer turno en el tiempo y eso sin asegurarte el color elegido. Después, cuando se dio rienda suelta a las hipotecas, la fiebre por comprar tu propio piso se extendió como la pólvora. Pude ver como algunos de los que gozando de una importante liquidez se adelantaron en dar una entrada en metálico, cuando todavía los edificios se hallaban en construcción para, al poco tiempo, ser llamados por las constructoras para ofrecerles una cantidad muy superior a la entregada, como señal o entrada, si desistían en su compra.
Se compraron pisos por doquier. El éxodo de los pueblos a las capitales era imparable, sobre todo cuando los hijos de los habitantes de nuestros pueblos se desplazaban, a estudiar o trabajar, a las ciudades. La construcción de pantanos y los buenos salarios de la estable minería de entonces contribuyeron al despegue de la construcción en la provincia, así como a la creciente actividad bancaria otorgando créditos e hipotecas a largo plazo. Tengo los chavales trabajando en León (decían) o estudiando. Qué pintamos su madre y yo aquí, cuando la nieve causa estragos y no tenemos ya fuerza para segar y recoger la hierba. Y de esta manera se abrió, con mayúsculas, el camino a la casi despoblación que hoy nos hace ver un panorama plano solo alterado en los meses de verano por, como decía el escritor leonés Jesús Fernández Santos en su libro ‘Los Bravos', aquellos que, con una edad a cuestas, no quieren olvidar sus orígenes, aunque sea por poco tiempo porque, no lo dudemos, tampoco los veraneos son tan duraderos como los de antaño. Mientras, viendo pasar los años buscando lugar donde encontrarse con gente del pueblo con quien revivir recuerdos, y así, hasta que llegue la hora en que el piso, el tresillo, el tapiz y el mueble bar con librería, que con tanto esfuerzo se compró, lo disfruten otros.
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