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Esperando el verano, (que no a Godot)

Era el mes de agosto cuando un tío nuestro, en un alarde de generosidad, nos invitó a otros dos primos, Carlos y Juanjo, y a mí a que pasáramos unos días en la preciosa localidad de Villagarcía de Arosa (hoy Vilagarcía de Arousa), que es conocida popularmente, aparte de por sus valores intrínsecos, por el popular estribillo de la tonada "Tengo de pasar la Ría de Villagarcía que es puerto de mar".

Maximino Cañón
19/6/2020 - 01:10

A lo que me refiero es a las peripecias del viaje que, desde León a Redondela-Villagarcía, protagonizamos los tres primos. Como era de esperar el tren venía lleno hasta en los pasillos, dada la gran cantidad de emigrantes de Europa que regresaba a su Galicia a disfrutar de unas merecidas vacaciones. Una vez en el tren nos aposentamos como pudimos en un departamento de esos con asientos de madera, acompañados por una señora y un bebé. Era la primera vez que emprendíamos un viaje de tan largo trayecto con el dinero justo para la estancia, así como con unos bocadillos y una bota de vino con gaseosa para combatir el calor.
Con el tren parado en Monforte escuchamos por la megafonía de la estación que tenía una parada de larga duración debido al cambio de tren que se tenía que efectuar. Después de estar un rato adormilados y, ante la insistente sed, decidimos que Carlos y yo bajaríamos al bar de la estación a llenar la bota con algo refrescante, mientras que Juanjo se quedaba vigilando las maletas y con los billetes de los tres. Para llegar al bar teníamos que salvar otro tren interpuesto entre el nuestro y los andenes .Un vez en el bar o cantina, atestada de gente, por fin conseguimos que se nos atendiera. Mientras efectuábamos el pago, escuchamos entre el murmullo reinante que el tren proveniente de Irún, con destino a Vigo, y estacionado en la vía segunda, iba a efectuar la salida. A pesar de correr hacia el tren, no sin cierto riesgo, llegamos cuando el último coche ya había tomado una considerable velocidad. Carlos y yo nos miramos y Carlos, que tenía más experiencia en los viajes al estar estudiando en Oviedo, decidió que lo mejor era ir a ver al jefe de estación. Dicho y hecho. Ya frente a él, nos preguntó que a dónde nos dirigíamos a lo que nosotros le dijimos que a Galicia, él, riéndose, nos dijo, tranquilos que en Galicia ya estáis. La cuestión se arregló con una llamada a la próxima estación advirtiendo al revisor que en el tren iba un chico joven con tres billetes, mientras nos facilitó dos para el siguiente. Así, de esta guisa, a diferencia del personaje de la obra del irlandés Samuel Beckett, 'Esperando a Godot' y que éste nunca llegó, nosotros llegamos al día siguiente cuando la familia, con nuestro primo Juanjo a la cabeza, nos salió a recibir con una sonrisa de oreja a oreja.

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