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Gente en León

De vez en cuando

Una ruina censal anunciada

Más de lo mismo. La sangría poblacional no tiene límites. Sigue imparable. Según los antecedentes del Instituto Nacional de Estadística en su reciente informe, una media de cuatro residentes al día abandonó la provincia leonesa durante los últimos diez años para asentarse definitivamente en Madrid.

Archivado en: Julio Cayón,

Julio Cayón
23/12/2020 - 04:40

La multiplicación es sencilla: en números redondos 15.000 personas menos y solo con destino a la capital de la nación. Sin embargo la merma es mucho mayor. En 2010 -y también según datos del INE- el nomenclátor provincial leonés arrojaba un censo de 499.000 habitantes. La estadística para 2020, que anunció días atrás el propio instituto público, lo deja en 459.000 inscritos, es decir, 40.000 menos en un periodo de ciento veinte meses. Una broma.
La ciudad de León, en concreto, tampoco es ajena a esa brutal disminución a pesar de que, a favor de obra, se conjugue con el éxodo censal hacia las áreas metropolitanas. Aún así y concediendo la duda de la benevolencia numérica, la realidad es que la capital llegó en 1991 a los 144.000 habitantes -un conjunto humano más que aceptable en esa época- y a la fecha no alcanza los 125.000. Y bajando, que es lo preocupante. Dadas las perspectivas que se barruntan no se ha tocado techo aún. Continuará el feroz goteo humano en busca de mejores horizontes.
Desde hace años se viene diciendo que León acabará siendo un lugar -que lo de paraíso quizás sea otro cantar- para jubilados y funcionarios. Y es verdad. Lo es casi ya. A los hechos hay que remitirse. Asusta saber que más del 27% de la población supera los 65 años -125.000, exactamente- y de entre ellos, de este grupo,70.000 tienen más de 75 años y 29.000 -los más longevos- han superado los 85. Sin paliativos ni tonterías impostadas, un panorama desolador.
¿Y en este aritmético galimatías, qué apartado computa la juventud leonesa? También es decepcionante conocer el dato. No llegan a 60.000 los menores de 18 años, o lo que es lo mismo, alcanzan un exiguo 13% sobre el total del censo. Con unos mimbres tan limitados, pocos serán los cestos que puedan trenzarse en un futuro venidero. De aquí a otra década es fácil intuir un renovado rechinar de dientes colectivo.
La conclusión, como siempre, es la misma. La negación de oportunidades, la falta de trabajo viene hundiendo los cimientos del territorio por muchas reivindicaciones y mesas de futuro que se organicen. No se atisba un haz de luz, un rayo de esperanza que cambie el rumbo del desastre demográfico ni a medio ni a largo plazo. Un despropósito.

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