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Ganaderos, lobos y equilibrio

De manera ordinaria, nadie mejor que los afectados por una situación derivada de un problema en común saben dónde está la solución. O, al menos, los que más se aproximan a ella. Y en el caso, en concreto, del lobo depredador también son los perjudicados quienes mejor pueden evaluar cómo resolver lo que les merma sus expectativas como ganaderos.

Archivado en: Julio Cayón, el lobo, toro delidia,

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Julio Cayón
05/3/2021 - 01:10

Principalmente los de lanar y los de vacuno. Los mismos que, sin darle el menor respiro al cuerpo los trescientos sesenta y cinco días del año, se levantan y se acuestan pendientes de su patrimonio de futuro y resistencia. De su modus vivendi.
En esta verbena política que trata de la supervivencia de los cánidos salvajes, los pecuarios son los últimos de la fila. Los de las migajas, si es que alguna queda en el fondo del morral. Apenas si cuenta su posición de perjudicados y jamás se les mira a los ojos. Son solo números. Figurantes. Y eso es algo intolerable en una sociedad donde se vocea la igualdad de oportunidades, cual si fuera confites a la rebatiña. Y no es así.
Los ganaderos no piden la extinción del lobo por mucho que lo voceen los ecologistas radicalizados. No van por esa vía. Saben que deben convivir con él si se encuentran en la zona de influencia de esta especie silvestre. Y lo asumen. Pero también quieren una regulación razonable sobre la incidencia de estos amenazadores animales, que les permita subsistir con diferente tranquilidad. Es lo que piden. Ir de 'safari' para descastarlos jamás ha entrado en sus cálculos porque saben que en España -y son números oficiales- no hay más allá de dos mil quinientos ejemplares. Pocos son. Pero el daño que causan...
Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Y cuando un mal día el ganadero ve que su cabaña ha sido diezmada por el sanguinario lobo, sin otro fin que el de matar -los ejemplos se cuentan por docenas- el desamparo se transforma en ira, y la ira en fijación. Es una máxima humana. Después, y como decían las abuelitas, con cuatro perras que cobran por cabeza muerta, las administraciones se lavan la conciencia y a otra cosa, mariposa.
El lobo debe pervivir. Sí. Como debe perdurar el toro de lidia y otras especies por ser garantes del ecosistema ibérico. Todo eso no lo discute nadie y, además, es de catón. Lo que deja de serlo es el batiburrillo creado en parlamentos y foros por los padres, los primos y los allegados de la patria, que, en su mayoría, no han pisado el campo o el monte en su puñetera vida. Jamás. Eso queda para los probos ganaderos.

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