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Un amigo de León

Vives en mí

Cuando esto escribo, lo hago con el siempre indispensable fondo musical de mis recuerdos; esos que, aunque el tiempo los aparque, no dejan de ser el mayor despertador de sentimientos que el ser humano tiene ante ausencias no admitidas. Es cierto que cada uno percibimos aquello que nos atañe directamente cuando nos toca de lleno.

Archivado en: Maximino Cañón, Iglesia de Renueva

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Maximino Cañón
12/5/2023 - 04:40

Hoy, los amigos que habitualmente me leen, me tendrán que perdonar el sentido de la columna, en este caso, dedicada a mis imborrables recuerdos ante la ausencia de la persona que me llenó el corazón y la vida, aunque ella ya no esté entre nosotros.
Ahora las cosas son así, me dicen algunos cuando nos encontramos en estos momentos en los que, para consolarnos, comentamos el modo en que conocimos y vivimos nuestro amor, con un sentimiento único hacia la persona querida y que hoy se considera como algo obsoleto, el haberte enamorado y compartido tu vida con una sola persona, queriéndola de principio a fin.
Quizás me esté desnudando más de la cuenta al hacerles partícipes de algo que, en este caso, solo me atañe a mí, a mi hijo, hija política y nietos, aunque a buen seguro que hay muchas otras personas que también se identifican con lo que aquí plasmo. Hoy hace 49 años en que Mila y yo unimos nuestras vidas para permanecer juntos hasta que, esa inesperada y maldita muerte, la llevó de mi lado. Aunque hace más de dos años de su pérdida, cada día que pasa trato de consolarme viendo las fotografías irradiando alegría el día de nuestra boda y me rebelo al pensar que ella ya no está conmigo, ni con nuestro hijo y esposa, ni con sus nietos a los que algo pudo querer y que la llenaban de proyectos futuros viéndoles crecer.
Por eso insisto en mi memoria, viéndome subir con mi traje gris de entonces por las escaleras de nuestra iglesia de Renueva,(que hoy me cuestan subir algo más), para dirigirme al altar esperando la llegada de quien tanto quise, y quiero, y formalizar nuestra vida futura en compañía. Esta columna la escribo con el alma y con alguna lágrima en los ojos que no puedo evitar. Perdón por hacerles partícipes de algo que, como he dicho, en este caso solo me afecta a mí y a mi familia, pero no podía dejar pasar este día 12 de mayo, sin repetirle lo que le dije a través de este medio en aquellos momentos en los que ya te había perdido: Mila, te quise, te quiero, te querré y te buscaré "allí donde te encuentres.
Gracias, director.

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