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Apuntes de una alcaldesa

Lágrimas de arena, por fáscículos

Comienza un nuevo curso, y como cada año, nos invaden las tradicionales avalanchas de coleccionables... que si recetas de cocina, libros de viajes, pequeñas obras de bricolaje casero, colecciones de ganchillo, punto de cruz, figuras de porcelana, de cristal, y un largo sinfín de fascículos.

Esto suele ir unido al también tradicional momento "Cuídate" por el que nos lanzan mensajes intimidatorios, recordándonos cuán frondosos nos hemos puesto este verano, y animándonos a comenzar dietas, sesiones de gimnasio, baile, yoga etc. para moldear nuestro cuerpo y templar el alma.

Todas las estaciones del año tienen su encanto. Una de los aspectos más positivos del verano, es que el patrimonio tan extraordinario que posee nuestra provincia, luce con todo su esplendor, haciendo que cada día nos sintamos más y más orgullosos de lo que tenemos. Disfrutar de las diferentes actividades culturales que se organizan en esta época, en lugares y entornos privilegiados, permítanme que les diga, no tiene parangón, al igual que pasearse contemplando embobado los diferentes paisajes que nos regala esta tierra espectacular.

Pero por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y año tras año asistimos como espectadores impasibles, al deterioro constante de gran parte de nuestro patrimonio, cebando la dejadez de las instituciones responsables de su cuidado con la sentencia de su imposible conservación, acatando el último lugar en la lista de prioridades casi sin rechistar, como si una extraña vacuna hubiera hecho mella en la población.

Ahora que el verano se acaba, deberíamos ponernos como asignatura de un nuevo curso, valorar y apoyar la conservación y difusión de nuestro patrimonio, como la mejor de las colecciones que podamos abordar, sin perder de vista el valor añadido que posee como elemento generador de empleo y dinamizador en la zona rural.

La dignidad de un pueblo está en su historia y en León lo que nos sobra es historia, así que procuremos ser dignos de ella. Al fin y al cabo, cuando nosotros nos hayamos ido, todas esas piedras seguirán aquí, eso si inundando campos con sus lagrimas de arena, en una plegaria silenciosa, constante y permanente.

 

Archivado en: Ana Isabel Ferreras, Diario de una alcaldesa, Gradefes, fascículos

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Ana Isabel Ferreras / alcaldesa de Gradefes
09/9/2011 - 01:11

Comienza un nuevo curso, y como cada año, nos invaden las tradicionales avalanchas de coleccionables... que si recetas de cocina, libros de viajes, pequeñas obras de bricolaje casero, colecciones de ganchillo, punto de cruz, figuras de porcelana, de cristal, y un largo sinfín de fascículos.

Esto suele ir unido al también tradicional momento "Cuídate" por el que nos lanzan mensajes intimidatorios, recordándonos cuán frondosos nos hemos puesto este verano, y animándonos a comenzar dietas, sesiones de gimnasio, baile, yoga etc. para moldear nuestro cuerpo y templar el alma.

Todas las estaciones del año tienen su encanto. Una de los aspectos más positivos del verano, es que el patrimonio tan extraordinario que posee nuestra provincia, luce con todo su esplendor, haciendo que cada día nos sintamos más y más orgullosos de lo que tenemos. Disfrutar de las diferentes actividades culturales que se organizan en esta época, en lugares y entornos privilegiados, permítanme que les diga, no tiene parangón, al igual que pasearse contemplando embobado los diferentes paisajes que nos regala esta tierra espectacular.

Pero por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y año tras año asistimos como espectadores impasibles, al deterioro constante de gran parte de nuestro patrimonio, cebando la dejadez de las instituciones responsables de su cuidado con la sentencia de su imposible conservación, acatando el último lugar en la lista de prioridades casi sin rechistar, como si una extraña vacuna hubiera hecho mella en la población.

Ahora que el verano se acaba, deberíamos ponernos como asignatura de un nuevo curso, valorar y apoyar la conservación y difusión de nuestro patrimonio, como la mejor de las colecciones que podamos abordar, sin perder de vista el valor añadido que posee como elemento generador de empleo y dinamizador en la zona rural.

La dignidad de un pueblo está en su historia y en León lo que nos sobra es historia, así que procuremos ser dignos de ella. Al fin y al cabo, cuando nosotros nos hayamos ido, todas esas piedras seguirán aquí, eso si inundando campos con sus lagrimas de arena, en una plegaria silenciosa, constante y permanente.

 

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