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¿Era mejor la gastronomía de antes...?

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12/4/2018 - 21:55

Maximino Cañón

SI En la actualidad muchos de los platos que nos ofrecen parecen estar condimentados por un soldador o un pintor, en lugar de por cocineros/as, autodidactas sin tanto boato. Hace años  no tenías que hacer ningún cursillo para saber si el vino que tomabas era de una uva que había cursado estudios superiores y que, en consecuencia, “costaba más el collar que el perro”. Antes los bares se prestigiaban vendiendo vino de la ‘tierra’ para acompañar a las viandas de la zona, sin mas etiquetas que las que le pusieran los clientes. A los bares se iba a beber, a comer se iba a casa; no como ahora que con lo que ponen en algunos bares de tapa, incluida en el precio de la bebida, se olvida el sabor del buen vino servido en vasos labrados o campanos, o en aquellos denominados chiquitos de amplia base de vidrio, importados del País Vasco.
La dieta del español medio solía constar de legumbres, cocido y, cuando el bolsillo lo permitía de carne o pescado, aunque para la mayoría, pequeños y mayores, el plato rey era (y sigue siendo) ese par de huevos fritos con patatas, y si a esto se le acompañaban unos trozos de chorizo, a chuparse los dedos, después de haber mojado el pan en la salsa .Al finalizar el día en casi ningún hogar faltaba el “tazón de café con leche migada”, generalmente de pan de hogaza o mollete, y a descansar. Algo tendrá lo de antes aunque a Luis, por su juventud, le parezca que todo se ha inventado ahora, cuando al pedir el postre permanece en casi todas las cartas ‘La Tarta de la Abuela’. Por algo será, ¿verdad, Luis?

 

 

Luis Cañón

NO Esto que les cuenta Maxi de que, si le sacas de las lentejas con chorizo y los huevos fritos con patatas, no se halla, no es algo único de su generación. No les cuenta que en su etapa de juventud después de una buena sesión de cine, era especialmente aficionado a los platos combinados del antiguo ‘Alaska’ que se metía entre pecho y espalda junto con el añorado Albino, además de los inmejorables callos de la querida Honorina.
Pero no es esto algo único de la generación de Los Brincos o de Miguel Ríos, ya que, mi querida esposa sin ir más lejos, experimenta sudores fríos cuando ‘toca’ cena en algún restaurante con cocina de autor. Tampoco es la primera vez que comiendo con amigos y, tras la explicación del quinto plato, alguno ya está pensando en la leche calentita con galletas que se tomará en cuanto llegue a casa.
Somos la capitalidad de la gastronomía por derecho y estarás conmigo, querido Maxi, en que hay pocos sitios como nuestra tierra en donde se coma tanto y tan bien. Sin embargo y a pesar de lo mucho que pesa la tradición, como decía el afamado crítico gastronómico Esteban Capdevila en su última visita a nuestra ciudad: “Algo está cambiando en León”. Es la iniciativa de grandes empresarios como nuestro querido Antonio Vázquez y su LAV (y lo que vendrá) o el talentoso y joven chef del Delirios, Javier Rodríguez, quienes apuestan por un cambio en la gastronomía en una ciudad que también va cambiando y mucho.

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