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Gente en León

Mentiras y engaños

De cangrejos y camellos

Acabo de devorar el libro de Ken Thompson (bien traducido por Dulcinea Otero-Piñeiro) ¿De dónde son los camellos?, en el que este biólogo británico da un repaso considerable a nuestras creencias científicas cargadas de lameculismos y seguidismos, y de mucha fe ciega en lo que otros han dicho o nos han enseñado. Los consensos científicos no dejan de ser más que eso... consensos. Algunos de ellos basados en evidencias científicas y otros simplemente en las ideas que alguien lanzó y de ahí a convertirlas en medias verdades o simplemente mentiras, no ha habido que hacer mucho.

Archivado en: Nicolas Pérez Hidalgo, biólogos, Ken Thompson, cangrejos, camellos

Nicolás Pérez Hidalgo
21/6/2019 - 03:30

En este caso Thompson utiliza los camellos y a las especies invasoras para hacernos reflexionar (a los científicos y a los no científicos) sobre cuestiones de la distribución de las especies, que vamos repitiendo como papagayos un día tras otro sin pararnos a pensar si realmente son ciertas.
Es sabido que las especies aparecen y desaparecen constantemente (nosotros aparecimos y desapareceremos con toda seguridad), se mueven y compiten entre ellas (lo hacemos todos los días), pero nosotros sólo vemos lo que pasa en un corto espacio de tiempo. ¿Es por eso que alguien o algo pueden considerarse realmente de algún sitio y lo demás ser extranjero?
Al tiempo, me vino a la mente la historia de nuestro cangrejo de río autóctono y el lío que se traen los científicos a propósito de su autoctonía o aloctonía. Así desde que Miguel Clavero se preguntara seriamente allá por el 2013 (ver cuaderno 334 de la revista Quercus) si nuestro cangrejo era autóctono, mucho se ha escrito, investigado y discutido sobre el asunto y la guerra científica se ha ido desarrollando en muchos campos de batalla. Los que defienden con argumentos científicos serios que "nuestro" cangrejo fue introducido en 1588 por Felipe II desde Italia (ver los Quercus 359 y 372) discuten científicamente con los que con aportaciones igual de serias, defienden a capa y espada su origen ibérico (ver Quercus 342 y 367).
Sin decantarme ni por lo uno ni lo otro, parece ser que habrá que ir poniendo en cuarentena la mayoría de nuestras creencias científicas y sobre todo empezar a preguntarnos si merece la pena gastarnos dinerales en conservar especies que compiten mal o están en los límites de su distribución en un mundo cambiante y si debemos mantener los chiringuitos pseudocientíficos y conservacionistas de unos pocos.

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