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un amigo de león

Cosas del verano (y III): Una noche en la playa de Villagarcía de Arosa

Una vez ubicados en el correspondiente alojamiento, y después de tomar un suculento desayuno, por si a la hora de comer no se nos arreglaba, nos dirigimos a la playa luciendo el blanco en la piel de tierra adentro. Pasadas las horas de chapuzones y de tomar el sol por aquello de que, como decía nuestro querido e inolvidable amigo Albino, se notara que habíamos estado de veraneo en la playa. Después de una sencilla comida, como buenos chicos, a dormir la siesta.

Maximino Cañón
19/7/2019 - 01:10

De esta manera al levantarnos, bien duchados, vestidos y cenados para la ocasión, nos dirigimos a la pista de verano: Rosalía de Castro, en Villagarcía de Arosa a bailar, si se podía, o a escuchar las fabulosas orquestas gallegas que por allí pasaban. Una vez metidos en fiesta, sentados o en la barra, nos tomábamos nuestra bebida favorita con el pitillo americano ‘auténtico' de rigor (por cierto, adquirido a muy buen precio) pensando en cómo se presentaría la noche.
A nosotros nos conocían por los chicos de León que se hospedaban en la conocida cafetería con habitaciones, ‘California'. Entre el personal hospedado predominaban los madrileños/as con quienes solíamos confluir a la "tardía hora de desayunar" y, por la noche, en la verbena. Ya en la pista de baile, nos juntábamos las madrileñas y los de León, que éramos unos cuantos, y después de marcar unos pasos de baile al ritmo del actual ‘Twist', a eso de las dos de la madrugada, alguien sugirió darnos una vuelta por la playa, por ver si caía algo. Ya una vez en el lugar, mientras contemplábamos, a la luz del cigarro (como la canción leonesa), la luna reflejada en agua, se filosofaba sobre la vida en aquellos años jóvenes. Profundizando en la conversación dejando constancia, cada pandilla, del lugar que proveníamos. Alguna de las chicas nos dijo, totalmente convencida, que éramos ‘franciscanos' echando una cana al aire, que a ella no se la dábamos, y todo ello provenía por la cuidada barba que Fernando (Marqués de Jundio) lucía cada verano por la comodidad de no tener que afeitarse.
Estando en el intercambio de quiénes éramos y a qué nos dedicábamos (con faroladas al por mayor incluidas) una de las chicas dijo: "hablar bajo que viene una pareja". La cosa no tenía mayor importancia si no fuera porque la pareja era de la Guardia Civil que, con voz de mando, se acercó y nos dijo: ¡Buenas noches! ¡Documentación! A lo que accedimos sin rechistar. "No saben que esta playa de noche está considerada zona de contrabando y no se puede estar aquí", dijo el cabo. Pues, no, contestamos sorprendidos. Después de unas interminables preguntas el cabo nos dijo, "pasen mañana por el cuartel para, después de hacer las oportunas averiguaciones, si no existe ninguna anomalía, se les devuelvan los carnés de identidad". Se acabó la fiesta. Nos volvimos cabizbajos y con cierto miedo en el cuerpo, directamente a dormir, o mejor dicho a la cama, cada uno en la de él, pensando en como sería la recogida de los carnés el día posterior. La otra sorpresa, esta favorable, la llevamos al día siguiente al ir a desayunar donde nos esperaba mi tío Agustín, dueño de la Cafetería California, cuando con cierta sorna nos dijo: "¿Dónde estuvisteis anoche?" Y después de sonreírse un rato, y ante nuestra sorpresa, nos tiró encima de la mesa los DNI que, un subteniente la Guardia Civil que era de León, al enterarse de lo sucedido sin que los hechos de la noche anterior en la playa fueran constitutivos de falta ni delito alguno, se los había entregado evitando nuestro viaje a recogerlos al cuartel. A los dos días siguientes emprendimos el viaje de vuelta, con las maletas (sobre todo las de Albino) desprendiendo un grato olor a tabaco rubio y café. De esta forma cerrábamos parte del veraneo además de tener materia para, cada uno a su manera, contar a la vuelta.
A Carlos García Riaño que, como no tenía la edad para acompañarnos, nos miraba con envidia y resignación al vernos partir en tren, aunque ya por entonces hacía sus pinitos con quien hasta la fecha ha sido la gran mujer de su vida, Mari Carmen Bayón.

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