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'El Infierno' echa la tranca

En este León de amores compartidos siempre queda un resquicio para el recuerdo. Y es tan evidente al caso -y de ahí que se reavive la nostalgia- porque cierra ‘El Infierno', el bar de Mundi y de la ‘señá' Carmen, que allá, por 1973, cogidos de la mano -cuentan que recién casados- abrieran en la calle Zapaterías, un ramal del Barrio Húmedo-, en un local pared con pared con la vieja discoteca ‘Tabaris', que, luego, en el tiempo, deparó en ‘Toisón' aunque la gente lo pronunciaba -y lo pronuncia- sin tilde, es decir, ‘toison'.

Archivado en: Julio Cayón, 'El Infierno, Mundi, la 'señá' Carmen, El Húmedo, Toisón

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Julio Cayón
12/6/2020 - 02:20

Mundi, que también anduvo zascandileando por Madrid en su juventud, vivió en las nubes durante varios años. Estaba convencido -angelote él- de que el campanazo de ‘El Infierno' se debía a su talante conversador, a su simpatía y a su profesionalidad porque el sector hostelero lo conocía al dedillo. Que también era cierto, claro. Y lo era, debido a que el oficio lo había adquirido, primero, siendo muy joven, en la capital de España, y, después, en aquel peculiar local un tanto aflamencado llamado ‘Camborio', que se abría en la calle Obispo Álvarez Miranda, en el barrio del Crucero. Esas fueron sus trincheras. Y su bautismo continuado.
Sin embargo -y salga el sol por Antequera- fue Carmen y sus maravillosas manos para la cocina -un sexto sentido culinario- quien empezó a darle fuste al negocio. Categoría. Entre los fogones y la barra, todo unido y en perfecta comunión, la mujer se vació en la tarea. El embutido, con tratamiento de usía, también ayudó. Pero ella era la ‘jefa'. Recuérdese que Mundi compatibilizó el negocio con andar por los montes vigilando paisajes y furtivos. Uniformado y con gorra de plato. Y en aquel entonces -menuda paradoja- lucía melenita.
Lo cierto y verdad, que decía un conocido parroquiano, es que el bar adquirió pronto categoría de templo. De lugar sagrado. ‘El Infierno' sumó querencias y prestigio en unos años en que el Húmedo tenía -y mantenía- un encanto tan especial y provinciano como ennoblecido. Y tan singular, que era el punto de encuentro de todas las clases sociales leonesas, incluidas las políticas. Era, sí, aquel Húmedo de las peñas y las pandillas de amigos, de los personajes típicos y de los callos picantes. Un ambiente irrepetible y hoy ensoñado.
La pena -que se lleva en alma- es que ‘El Infierno', cuarenta y siete años después y dicho a la leonesa, hecha la tranca. Cierra. Sin embargo, jamás se irá porque ya forma parte de la intrahistoria capitalina. Paz y bien. Y salud para Mundi y la ‘señá' Carmen. Dicho queda.

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