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¡Veinte en copas!

Era una tarde cualquiera donde la partida era considerada como la continuación del postre, quien lo tuviera. Cuando había "quórum"se jugaba al mus, tute o dominó de cuatro. En este caso se trataba de un bar de barrio en el que confluían jóvenes y mayores, los cuales, pitillo o faria en boca, y copa en su caso, se batían el cobre cual si de la mejor competición se tratara.

Archivado en: Maximino Cañón, tute, mus, partida de domíno, veinte en copas, veinte en bastos

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Maximino Cañón
26/6/2020 - 02:20

Cuando los jugadores sólo eran dos, por haber llegado tarde a la partida de cuatro, la contienda se solía dilucidar al ‘tute' y el botín o premio del que ganaba (aparte del consiguiente bureo) no pasaba del café, o café con copa.
Como el las películas del Oeste, y que tanto nos encantaban, se enfrentaron cara a cara, con el paquete de tabaco rubio, el mechero, con el lápiz y papel sobre la mesa como complementos necesarios y el tapete como árbitro, los dos contendientes: mí querido y desaparecido amigo Albino, el del bar Acuarium, resistente fajador, como se diría en el argot boxístico, frente al duro pegador y admirado boxeador de entonces, Yony, Jose entre amigos.
Ambos gozaban del afecto de los mirones debido al cariño que, por ser buena gente, se les tenía. Transcurría el juego entre las volutas de humo que los cigarrillos rubios desprendían con toda la normalidad, (entonces se podía fumar) cuando al llegar a final de la partida bastante igualada Jose dice, con dominio y aire de superioridad: "veinte en bastos". A la jugada siguiente Albino, lejos de amedrentarse, canta: "veinte en copas". Yony, con la sonrisa en los labios le dice: "Pero si tengo yo el rey". A lo que Albino contesta. "También tengo yo el caballo de bastos y no dije nada, así que sigue dando". La risa se extendió entre los clientes y amigos en el bar y no se quién de los dos pagó pero eso, entre dos amigos, era lo de menos ya que, lo que de verdad se jugaba, como vulgarmente se decía, era la honrilla que suponía el pundonor y el tan mentado amor propio. Ahora eso no sería posible porque la partida sin humo no es lo mismo. Confirma el deseo tabacalero, cuando alguno de los de fuera comentaba la jugada y era repelido por los jugadores en liza con la famosa frase: los de fuera miran y dan tabaco.
En fin, aunque eran otros tiempos y otras historias conviene sacarlas de la mochila para comparar, que nunca viene mal.

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