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con la venia señoría

¿De qué, o de quién, huimos?

Una ola de indignación, se apodera de nuestro querido siglo XXI. Son muchas las protestas y demasiados los tumultos callejeros que se perciben con total impunidad, crecen devastadores motines en Europa, en Medio Oriente, como igualmente en América Latina. Aun así, creemos que sigue siendo un enigma la naturaleza sombría de tanta crispación. No es algo constreñido a una particular geografía política de un determinado país.

Manu Salamanca
11/9/2020 - 01:10

La globalización, como un proceso histórico de integración mundial en cualquiera de sus ámbitos, propone un mejor estado de fortaleza como una nueva disposición que lleva consigo el alejamiento de histéricas perturbaciones y todo para alcanzar la deseada estabilidad y prosperidad de todos los pueblos, pero siempre dentro de un estado ecuánime de sensibilidades del que no podemos resistirnos y en donde los propios estoicos de naturaleza creen alcanzar con sumo grado por el simple hecho de dominar ciertas pasiones y ante la cruel adversidad de sus terribles circunstancias.
Muy lejos de la resignación satisfecha, es patético ese increíble fastidio que comporta un enorme enojo dentro de su sorprendente hartazgo y que recorre todas las sociedades civiles del mundo, quizá se trate de un malhumor indescifrable, como inocultable es la presencia juvenil en muchas de las manifestaciones que ponen en cuestión el statu quo que su inalcanzable estado emocional flexibiliza y pone de manifiesto. Los indignados de este siglo nos proponen un cambio violento y revolucionario de sociedad, defendiendo el radicalismo de otro tiempo. El movimiento en realidad debe lucirse y proyectarse reformista, tolerante y totalmente democrático, abierto a todo tipo de lógicas conjeturas y válidas interpretaciones para que dentro de esta grandilocuente comunidad a la que pertenecemos, todo pueda ofrecerse conforme a derecho y equilibrado. De esta manera no se destruiría la forma que tratara de satisfacer sus necesidades y aspiraciones sociales y económicas pero por sus propios cauces naturales y dentro de sus parámetros normales de convivencia. Los suburbios infernales, los múltiples estragos psíquicos de una devaluada adolescencia, generan violencia descabellada. La misma corrupción, el sobrevalorado poder y la muchísima desigualdad social comparecen enfermos ante la analítica que su propio fenómeno destaca, pero con el propósito del duro y puro "conformismo" del resto, que ataca sin duda a la verdadera esencia personificada de muchos,. Es la que ya se encuentra lamentablemente retraída, incluso olvidada, mucho me temo que navegue a la deriva. Y es que siempre se percibe en el modelo del ambicionado "tener" que fragmenta ni más ni menos a las diferentes sociedades, separando cada vez más a las personas. ¡Qué duda cabe!
Esta descripción abona el diagnóstico de una severa disgregación de discursos y de quiebra total de grandes alocuciones y, que todos atribuimos como una seña de particularísima postmodernidad demasiado acelerada pero bastante más compleja de lo normal.
Todos esos activistas de la Web, más todos los que desafían estructuras políticas en determinadas escalas de sociedades tradicionales, como bien pueden ser, las desleales usurpaciones en las instituciones, como todos aquellos partidos políticos emergentes, que aún desconocen su propio continuismo, están concentrados básicamente, y en mi opinión, a la dinámica de rupturas como un previo aviso establecido y acaecido desde la desesperación, denominándose por sí solos como "Las nuevas fuerzas y tendencias liberadoras". Utilizan sin duda esos instrumentos, que cualquier sociedad civil organiza y, aporta conforme a unos principios insustanciales que imponen como una regla más de su inadaptada imagen, en base al rechazo de liderazgos de aquellos que se crean una autoridad aplastante y dentro de sus rigurosos planteamientos de poderes fácticos totalitarios, con estilo libre muy representativo, como bien pudiera ser el de "la gran masa" negativista, mucho menos nacional y extremadamente interesada no menos peligrosa, confluyente en una actividad mental regeneradora, pero desgraciadamente muy poco concluyente. No se vislumbra por ahora en éstos reclamos, una propuesta nítida con una "hoja de ruta" de claros objetivos, valientes significados y contenidos satisfactorios, su variopinto programa debiera de tratar de unificar por tanto todas las acciones, pero con un definido y determinado lenguaje del que sólo cabe preguntarse: ¿De qué o de quién huimos? Seguro que, seguiremos ignorando hacia dónde vamos y lo que buscamos. Sed felices.

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