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Aquellos brujos

Yo, como mucha otra gente, he padecido el azote de ciertos dolores, los cuales, a través de masajes dados por profesionales diplomados han contribuido a aminorar los dolores producidos por una ciática, un lumbago o cualquier otra dolencia susceptible de ser mejorado por varias sesiones de masajes.

Archivado en: Maximino Cañón, brujos, curanderos, dios indio 'Manitu'

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Maximino Cañón
25/6/2021 - 01:10

También gozaban de prestigio los llamados "curanderos" que, con la sola ayuda de sus manos, aliviaban y resolvían dolencias derivadas de cuando uno estaba "mancado" sin necesidad de medicación, para lo que no estaban autorizados. Todavía sigo viendo, en aquellas películas del oeste, como los indios usaban como remedio para combatir sus males el humo, cascabeles y ramas en las manos dando vueltas alrededor del enfermo. ‘Manitu', el dios de los indios, estaba detrás de las pretensiones. Pero a los brujos a los que me refiero eran unos personajes que, avalados por informaciones recibidas de amigos y vecinos, acudían a consulta con la esperanza de encontrar remedio a sus males, generalmente diagnosticados previamente como enfermedades incurables. Se comentaba con cierto sigilo el día y la hora donde, generalmente, pasaban consulta eligiendo para ello lugares cercanos a la ciudad, pero discretos, para no levantar sospechas ante las autoridades, donde eran atendidos por el misterioso "brujo". Así se le conocía, el cual, por una cierta cantidad, tenía toda clase de remedios donde la medicina tradicional no llegaba.
Lo que más me llamaba la atención, al escuchar los procedimientos del llamado brujo, eran los medios que utilizaba, así como las recetas que debía recomendar, (ignoro si eran de cosecha propia).La consulta se llevaba a cabo bien personalmente o llevándole una fotografía y un pelo del enfermo que no había podido desplazarse, pero que los a los efectos de la cura eran los mismos.
Cuánta gente llena de buena voluntad y como último remedio a la enfermedad diagnosticada acudía ante el llamado brujo, cual si de un hacedor de milagros se tratara. La mayoría atraídos por alguien que decía conocer a un pariente al que le había salvado la vida. La conclusión es que siempre hubo, y hay, desaprensivos que, aprovechándose de la situación crítica del paciente, y sin titulación ninguna reconocida, generan falsas esperanzas a cambio de llevarse unos buenos dineros porque, aunque con la salud no se juega, ellos hacían caja sin escrúpulos de ninguna clase. Hoy, por suerte y por avances en la cultura y con una medicina universal buena y gratuita, las personas confían en la ciencia probada y no en los embaucadores ocasionales. Salud.

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