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ENTREVISTA

Ángeles Durán, catedrática de sociología y primera doctora 'honoris causa' en la UR: “Analizamos a la mujer porque es la parte que falta por estudiar de un todo”

 

"Debemos mucho a las generaciones anteriores porque nos prepararon el camino y nos inculcaron unos valores de igualdad"

 

"La vejez se está convirtiendo en un periodo muy largo. La sociedad va a tener que adaptarse y se va a dar el cuidatoriado"

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Ángeles Durán, catedrática de Sociología y primera doctora 'honoris causa' de la UR

Ángeles Durán, catedrática de Sociología y primera doctora 'honoris causa' de la UR

“No se cambian miles de años de historia de golpe; nuestra sociedad no está pensada para ser realmente conciliable”

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Javier Alfaro · GENTE en Logroño
08/11/2019 - 07:30

A punto de cumplir 77 años, Ángeles Durán es una pionera en la investigación del análisis del trabajo no remunerado y su relación con la estructura social y económica, especialmente en lo que afecta a las mujeres “puesto que no había estudios sobre ellas que completaran el conjunto de la sociedad”. Ha sido catedrática de Sociología y profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde dirigió el Departamento de Análisis Socioeconómico.

   Además de por su prolífica carrera como investigadora, el jueves 24 se convirtió en la primera mujer en recibir el doctorado ‘honoris causa’ de la Universidad de La Rioja, un reconocimiento que ya había recibido por parte de la Universidad Autónoma de Madrid (2008), por la Universidad de Valencia (2012) y por la Universidad de Granada (2013). También ha sido galardonada con el Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política en 2018.

 

Quienes asistieron al acto en el que fue proclamada doctora ‘honoris causa’ en la UR han alabado su discurso calificándolo de ágil, divertido, didáctico, que invita a la reflexión... ¿Qué dijo? 
Me alegra saber que tuvo una buena acogida. Hice una reflexión sobre la ciencia y lo hice al hilo del propio juramento que se hace para recibir el doctorado ‘honoris causa’. Es un juramento antiguo, igual en todas la universidades. Fui desgranando, casi una a una, todas las palabras del juramento y las fui comentando y poniendo al día desde el momento actual.


Año 2019, mayoría femenina en muchas carreras y también en algunos claustros y, sin embargo, usted es la primera mujer con un doctorado ‘honoris causa’ en la Universidad de La Rioja.

Queda mucho aún. Cuando yo fui estudiante, en la universidad nunca tuve una sola profesora mujer en España. La primera fue en Estados Unidos. Que el alumnado femenino sea mayoritario no quiere decir que hayamos llegado a los puestos de máxima representación como son los rectorados. Me parece que ahora solo hay 8 rectoras, nada más, y en España hay más de medio centenar de universidades. En los puestos más altos de la escala docente, las cátedras, hay un mayor número, aunque sigue siendo bajo. Lo que más me interesa de esto es que la llegada de las mujeres tiene que suponer una revolución copernicana en el contenido de las materias, porque hay prioridades nuevas y las mujeres tienen más importancia de la que se les ha dado tradicionalmente, por lo que el contenido de las materias va a recibir una nueva dosis de innovación.


Comentaba que en la universidad hay muchas alumnas y pocas mujeres en puestos de gestión. ¿No es algo generalizado en todos los sectores de la sociedad?
Así es. La tendencia es muy lenta. No se cambian miles de años de historia de golpe y nuestra sociedad no está preparada para ser realmente conciliable. Hay tantas dificultades que las que consiguen llegar a estos puestos suelen hacerlo a costa de un esfuerzo personal y familiar muy importante.


¿Por qué comenzó a investigar sobre el trabajo de las mujeres?
Porque lo vivía personalmente. Sobre todo cuando me casé. El trabajo se hizo muy distinto para mí como mujer que para cualquiera de mis compañeros. He tenido cuatro hijos y la maternidad ha marcado mucho mi vida. Era absurdo no reflexionar sobre ella cuando era un laboratorio que tenía a mi disposición sin necesidade de salir de casa y que, además, me condicionaba mucho.


En la época en la que comenzó su estudio en este campo, ¿resultó controvertido?
Costó un poco de esfuerzo y muchas personas se sorprendían, incluidos amigos que me aconsejaban que no fuera por ese tema que consideraban menor. Sin embargo, a mí no me lo parecía e insistía en ello, aunque también he trabajado en otros muchos campos de la sociología como urbanismo y salud. Yo creía necesario generar estructuras de análisis y por eso fui la promotora y primera directora del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Autonóma de Madrid y de la primera cátedra UNESCO de Igualdad. En una ocasión, cuando aún era joven, la historiadora hispanista norteamericana, Joan Connelly, dijo que yo le recordaba a Santa Teresa porque tenía vocación fundante y me veía como una andariega fundadora de conventos. Algo tenía de razón. No basta con investigar individualmente en un campo si no se impulsan redes para avanzar colectivamente.


¿Se considera una pionera a la hora de analizar la vida de la mujer a un nivel global?

Yo pienso que no soy una experta en estos temas, sino una aspirante a estudiar la totalidad. Durante siglos se ha estudiado lo que hacían los hombres y lo que hay que buscar es la totalidad. Como falta la mitad, por eso estudiamos a las mujeres, no por el hecho de estudiar una parte, sino la parte que falta del todo. Eso nos interesa a muchos investigadores, a muchas mujeres y me interesa a mí.


Ángeles Durán, catedrática de Sociología y primera doctora 'honoris causa' de la URSupongo que para llegar a los logros a los que ha llegado habrá tenido que romper bastantes techos de cristal. ¿Le ha costado?
Sí, claro, pero yo no quiero que se vea un exceso de épica. En cierto modo mi generación es afortunada porque ya había pasado la Guerra Civil y nos vino de cara en la juventud una política ideológica diferente. La generación anterior a la mía, la de mi madre, puso las bases con esas mujeres que pasaron la guerra, que no pudieron incorporarse plenamente al mundo del trabajo y muchas ni siquiera a la educación, pero en sus ambiciones para sus hijas ya tenían un ideal del cambio. Debemos mucho a las generaciones anteriores que nos prepararon el camino y a nosotras nos ha sido más facil porque ellas ya nos inculcaron valores de igualdad, que no eran explícitos ni conflictivos, pero sí dejaron una semilla plantada.


De generación en generación hasta hoy, ¿cómo ha cambiado la situación laboral de las mujeres?
Ninguna mejora se hace sin algo de empeoramiento. Los cambios no son totalmente para bien y, a veces, suponen costes imprevistos. Lo más importante es que hemos ganado la libertad y autonomía, hemos accedido más a la educación. Cada generación es más libre que la anterior. Creo que los inconvenientes son más soledad, porque nuestra sociedad es cada vez más solitaria que antes. En el caso de las mujeres, mientras mi generación vivió la conquista de ser libre para no tener los hijos que no se querían tener, la generación actual no es libre para tener los hijos que sí se quieren tener porque las circunstancias actuales se lo dificultan. El péndulo ha ido de un lado al otro: de la maternidad impuesta a no poder tener los hijos que se querrían tener.


¿Queda camino por recorrer?

Esto no es nada más que el principio, es una revolución. El avance de las tecnologías nos van a afectar a todos y ya se está empezando a ver que la vejez dura más que la juventud. Esto va a obligar a cambiar toda la organización social. Cuando se inventaron las jubilaciones, no se aguantaba más de 2 años. Ahora muchos se jubilan a los 65 y llegan a los 90. La vejez se está convirtiendo en un periodo muy largo y, por tanto, casi somos más años viejos que jóvenes. La sociedad va a tener que adaptarse a esta demografía madura. Y todo ello lleva a que se genere una nueva clase social, el cuidatoriado.


¿En qué consiste?

En las sociedades avanzadas llega un nuevo proletariado obligado a cuidar de sus mayores, muchos de los cuales con enfermedades neurodegenerativas, las 24 horas los 365 días del año. Esos cuidados son muy caros y no todo el mundo los puede costear, lo que supone que muchas mujeres tengan como función económica y social cuidar de sus mayores, en muchos casos sin ayudas públicas.

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