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Elisabeth G. Iborra. Periodista / Escritora

"Puedo ser muy romántica de la forma más canalla, irónica y descarada posible"

La experta en relaciones sentimentales y sexología se lanza a la ficción para contarnos una peculiar historia de amor con mucho humor.

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"Hay otra manera de amar, más libre y sin más compromiso que los sentimientos"

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gentedigital.es/Gonzalo Martín
30/1/2015 - 09:59

Mar, la protagonista de la última novela de Elisabeth G. Iborra, huye de la ciudad, de los hombres y, sobre todo, del amor, pero su autora, quien le ha dado vida con humor y mucha ciencia en materia de relaciones, no huye de nada y se enfrenta al porvenir desmenuzando sin tapujos ni complejos los entresijos del amor. A sus 36 años, esta periodista y escritora, que además es experta en sexología y relaciones sentimentales, ha publicado su noveno libro titulado 'El amor me persigue, pero yo soy más rápida' (Esencia) para descubrirnos que "hay otra manera de amar, más libre, sin papeles y sin más compromiso que los sentimientos, mientras duren", claro está.

Con estas, sus primeras páginas de ficción, nos viene a decir "que no hay que pasar por el aro, que cada uno tiene que buscar el tipo de relación que desea y que le conviene con la persona a la que quiere", ya que tratar de cambiar al otro para adaptarse a una relación socialmente regulada "sólo puede cargarse el amor". Desde una perspectiva profesional, considera que no podemos escapar al amor, resulta inevitable eludirlo "cuando la explosión de feromonas, hormonas, neurotransmisores, etc., te toca", haciendo muy complicada la tarea de "esquivar la onda expansiva".

A pesar de esta visión experta, se considera una romántica, eso sí, "con pinta de dura". Su modo de expresar el romanticismo no es el típico que "pueda esperarse de una mujer", es decir, puede ser la persona más romántica del mundo "de la forma más canalla, irónica y descarada posible", tal y como lo son muchas de las hilarantes situaciones de la novela. Es por ello que se considera una mujer para "nada realista", tendiendo siempre a la idealización porque, de no ser así, nunca hubiera podido "querer a nadie, ni muchos menos escribir una novela".

Los encuentros entre Mar y David, el jinete que trastoca todos los planes de la protagonista, parten de la experiencia personal de G. Iborrra, sin embargo, asegura que el desarrollo de la relación entre los dos personajes "ha sido absolutamente inventado", ya que sería el que la autora considera "ideal". Otra buena parte de la inspiración la ha tomado de aquellos testimonios obtenidos mediante la investigación, faceta indispensable para su mitad periodística a la que se encuentra atada "por pasión, vocación, curiosidad y por la necesidad de cambiar la sociedad en que vivimos para derribar mitos, prejuicios y muros mentales".

SEXO Y HUMOR
Sin pelos en la lengua habla también de sexo, a su parecer, algo fundamental en una relación y es que, si no existe, es porque en realidad solamente se trata "de una bonita amistad o de un amor fraternal". Según la experta en sexología, "el enamoramiento conlleva a la pasión y al deseo, puesto que el fin último sería traer un descendiente lo más perfecto posible para mejorar la especie". Por supuesto no le resta importancia alguna en el caso de que "no queramos procrear y usemos anticonceptivos para dar rienda suelta al deseo sin consecuencias". Igualmente, comprende el humor como algo indispensable en la pareja, "si dos personas no comparte de algún modo el mismo tipo de humor, no comprenderán las bromas del uno ni las del otro y, por tanto, no se van a poder reír juntos", a lo que añade que "la risa es un componente fundamental para ser felices".

Otro tipo muy distinto de relación es el que se da entre políticos y ciudadanos. Para G. Iborra la fórmula no cambia demasiado y considera que "no hay relación sana que no sea de igual a igual". A su parecer, los políticos "hace siglos que se sitúan por encima, detentando el poder despóticamente como un maltratador a su víctima y minusvalorando a la gente, creyendo que no se van a dar cuenta del engaño". Los ciudadanos son quienes "deben denunciarlo y buscar otra pareja que los trate como a seres humanos y no como a marionetas a las que manejar en su beneficio".

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