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Terracitas de verano

No sé si lo saben, pero León es la capital de provincia con más bares por habitante. Alrededor de 5 por cada mil de nosotros, más del doble que la media española. En otras cosas no, pero en esto somos los primeros. Con la pandemia alguien decidió que había que apoyar al sector y se les dio manga ancha para poner terrazas donde antes era imposible colocarlas y algunos listillos han hecho de su capa un sayo (véase el mausoleo de San Marcelo).

Archivado en: Nicolás Pérez Hidalgo, terrazas

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Nicolás Pérez Hidalgo
09/9/2022 - 03:30

Debe haber pocas cosas más molestas que vivir día tras día encima de un bar. A las 8.30 de la mañana el mandril de turno monta desganado la "terrazita" (que antes no existía) arrastrando sillas y mesas. Al poco aparece ya el vociferío del café mañanero, que se enlaza con el de los vinos y casi sin interrupción le toca el turno al tute o el dominó (nada hay más molesto que los golpes de las fichas en la mesa). A media tarde los cuatro vecinos que bajan a hablar al fresco, porque en casa se aburren y hace más calor. No tardan en llegar los que cansados de aguantar a los niños en el salón, deciden montar la guardería en la terraza, dejando que los retoños griten de siete a las once de la noche. Estos son los putos bares familiares. Esos en los que los parroquianos son siempre los mismos, día tras día: la maruja aburrida que nada más quedarse sola baja a tomar café de buena mañana, los de la obra, los del súper de la esquina, los padres de la dueña que viven arriba, los de las cañitas después del trabajo, el que pasea al perro.... Son cuatro gatos. Y claro está, de unos sorbos, se pasa a un trago tras otro sin soltar el botellín y animados por la gritona de la dueña aparece la discusión futbolera (o lo que se tercie) y a eso de las doce de la noche, ya se está en la exaltación de la amistad y no mucho después de la hora de cierre aparecen los cantos regionales, las verdades como puños y algún calentón (los sexuales incluidos). Y cuando todo parece ya estar en silencio, otra vez el mandril arrastra sillas, mesas y cadenas.
A ver si el verano que viene, no nos toca aguantar a estos impresentables otra vez. Que puta vergüenza que el ayuntamiento sigua haciendo la vista gorda en estos asuntos. Se habrán dado cuenta de que ya no hay pandemia o hay que recordárselo.

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