Fernando Calvo García (Villaseca de Laciana, León, 1945) reivindica la poesía como una forma de curar al yo. Como asegura, el lector que lea su sexta obra publicada, 'Memoria de un grano de arena', va a pensar, va a ser más sensible, va a tener más conciencia crítica y, por último, se va a emocionar. "Jamás dejaré de escribir con sentimiento", asegura en su encuentro con GENTE en Torrejón de Ardoz, su ciudad de acogida.
gentedigital.es / Daniel Nebreda
22/4/2016 - 08:54
¿Qué se va a encontrar el lector cuando abra 'Memoria de un grano de arena'?
En esta obra hay una filosofía de la vida. Somos un pequeño grano de arena en este mundo. Cuando coges uno de una playa pensamos en lo que podría haber sido en el pasado, una piedra o una montaña y, cuando llegamos al final, nos convertimos en nada.
Es un libro lleno de melancolía...
Mis versos reflejan mi tristeza, ya que soy un hombre triste. Pero en mí, aunque sea una contradicción, la tristeza es casi un gozo.
¿Su poesía es su terapia?
A mí el mundo me produce mucho dolor. Tengo el alma muy herida y hay que sacarlo. La poesía es mi terapia. Cuando hay tanto dolor dentro de uno, se puede llegar a la locura.
¿De le viene tanto dolor?
Me lo produce vivir en este mundo, viendo lo que veo. Mi poesía es de un humanista que lucha por la humanización del hombre y vivimos en una sociedad deshumanizada. Pero tengo la esperanza que nacerá un nuevo ser humano donde haya justicia, libertad, esperanza e igualdad y donde vivamos en la fraternidad y en la felicidad. Soy un utópico y un revolucionario, porque la revolución es amor.
¿Qué pretende despertar en el lector?
El poema no termina donde lo ha finalizado el poeta. Empieza donde lo ha finiquitado y concluye donde lo finaliza el lector en el silencio de su pensamiento. Y me agrada que al lector le caiga una lágrima.
'Memoria de un grano de arena' nos evoca a su tierra, Villaseca de Laciana...
Escribo recordando mis orígenes porque mi tierra es un verso de la belleza que guarda. La tierra siempre está dentro de uno. Yo fui un niño muy feliz allí, en el contacto de la naturaleza.
¿Ve belleza en la ciudad?
Sí, pese a que el asfalto me produzca daño en los ojos. A veces miro cómo nace la hierba o las flores entre dos baldosas porque la tierra está debajo del asfalto.
Sus versos son anárquicos, ¿hacia dónde va su poesía?
En este libro se refleja mi evolución actual, donde llegaré a escribir una poesía en prosa. Es una influencia de todo lo que estoy leyendo, como a José Manuel Caballero Bonald.
En sus versos se dan dos características: sensibilidad y conciencia crítica...
Así es. En todos los libros hay una poesía esencialista, existencialista negativa, porque cuando escribo escucho la belleza pero veo el dolor.
¿No le da pudor mostrar sus sentimientos?
En un principio sí me daba, pero para que un libro sea leído debe salir a la calle. He aprendido de César Vallejo que la poesía no debe ser monólogo interior, tiene que ser diálogo con el lector. Hay un peligro en desnudarse en un libro, porque tus alrededores conocen tus debilidades y pueden hacerte daño.
También utiliza toda clase de palabras... incluso, cuando trata el erotismo.
Cuando trato temas eróticos procuro que evocar una belleza de imagen, aunque a veces puedo estar impregnado del realismo manchado de Bukowski y Carver. Además, quiero que todas las palabras, sean cuales sean, quepan en un verso.
¿Alguna vez se ha autocensurado algún tema?
Al principio sí, ahora ya no. Ciertos lectores son censores de lo que escribes. Antes estaba más coaccionado por ciertas críticas, ya que tengo fama de serio y formal.
Por último y cambiando de tema, usted creó la tertulia poética Cafetín-Desván. ¿Habrá otra edición este año?
Así es, hacemos una revista y una serie de actividades. En octubre organizaremos una segunda tertulia aquí, en Torrejón, para la cual tenemos confirmados a grandes poetas como Juan Carlos Mestre y Ángel Guinda, galardonado con el Premio de las Letras Aragonesas.
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