El Museo Bellas Artes crea un espacio permanente con la obra escultórica de Ricardo Boix
Su 'Retrato de José Ferrer Mangrina', donado por los nietos de este, impulsa este lugar que "restituye la memoria histórica" de ambos
25/11/2021 - 14:28
Su 'Retrato de José Ferrer Mangrina', donado por los nietos de este, impulsa este lugar que "restituye la memoria histórica" de ambos
VALÈNCIA, 25 (EUROPA PRESS)
El Museo de Bellas Artes de València ha recibido en donación el 'Retrato de José Ferrer Mangrina', escultura en yeso patinado realizada en 1926 por Ricardo Boix (1904-1994), el escultor del art déco valenciano por excelencia que mejor simboliza la transición hacia la modernidad de la escultura valenciana de las primeras décadas del siglo XX.
La obra, un busto de Ferrer Mangrina, amigo personal del escultor, ha sido donada por María Teresa y Juan José Ferrer, nietos del retratado, y ha servido de impulso para crear un espacio permanente con la obra del escultor que, a su vez, "restituye la memoria histórica" tanto el artista como de su retratado, uno de los últimos exiliados que embarcó en el buque Stanbrook desde rumbo Alicante al norte de África en 1939, tras la Guerra Civil española.
Así lo han puesto de relieve los nietos de Ferrer y el director del Museo de Bellas Artes, Pablo González Tornel, durante la apertura de este nuevo espacio, ubicado en el edificio Fase V del recinto, al que también ha asistido Marisa Ferrer Hurtado, hija de José Ferrer, así como por Kharis Boix, hija del escultor Ricardo Boix.
El busto de Ferrer Mangrina está acompañado de tres esculturas más de Boix que ya poseía el Museo: 'Arqueros', 'República española' y 'Sindicato', relieves de fuerte contenido político y social en los que demuestra una "perfecta simbiosis" entre forma y significado.
Durante el acto de presentación, la nieta del retratado, Maria Teresa Ferrer, ha asegurado que la familia está "muy contenta" de la puesta en marcha de este proyecto por parte del Museo, con el que se "restituye la memoria histórica" de su abuelo.
Maria Teresa ha explicado que a raíz del fallecimiento de su padre, hijo de Ferrer Mangrina, decidieron donar este busto al Bellas Artes para "hacer realidad" lo que él quería: "que fuera una obra pública que se pudiera visitar". Esta era "la mejor manera de rendir tributo a su aprecio" por esta obra y ahora que ven el resultado considera que ha sido un "acierto" escoger el Bellas Artes.
El director del museo, Pablo González Tornel, ha agradecido "la generosidad" de los descendientes de José Ferrer Mangrina que ha posibilitado que, junto a las tres piezas que el Museo ya poseía, se cree en la institución un espacio dedicado al escultor Ricardo Boix. Su deseo es que los valencianos y valencianas lo perciban como "su patrimonio" y que quienes donen "no piensen que se desprenden de un objeto propio, sino que contribuyen al patrimonio de todos".
LA IMPORTANCIA DE "CONTAR HISTORIAS"
Con esta intervención, el Bellas Artes recupera a "uno de los artistas más destacados de la València del siglo XX, con una sensibilidad muy particular y unas conexiones con el art déco que hacen de su obra escultórica una de las más significativas de la centuria", ha valorado el director del museo.
Además, para González Tornel "tan importante como recuperar al magnífico escultor que fue Boix, resulta reivindicar la memoria de José Ferrer, uno de los exiliados que embarcó en 1939 en el buque Stanbrook". En este sentido, ha reivindicado que, más allá de "colgar piezas", los museos tienen la obligación de "contar historias" y en este caso, la de dos personas que "merece la pena ser contada".
José Ferrer Mangrina (València, 1901-1964), practicante de profesión, frecuentó los círculos intelectuales y artísticos de la ciudad, donde fraguó una gran amistad tanto con Ricardo Boix como con su hermano Arturo, también artista. Asiduo a las tertulias del Café Gran Peña y el Ateneo, fue miembro del partido Izquierda Republicana y de la Agrupación Valencianista Republicana. En 1939, fue uno de los últimos exiliados que embarcó en el buque Stanbrook en el puerto de Alicante rumbo a un largo exilio en el norte de África, de donde regresó a España en 1950.
La escultura que le dedicó Ricardo Boix representa su rostro de manera realista, minuciosa en los detalles que singularizan sus rasgos. El cabello, por el contrario, se resuelve a modo de mechones irregulares, asimétricos, casi fantásticos, muy en la línea del art déco. Es esta dualidad entre el realismo del rostro y la imaginación del cabello hace especialmente atractivo este retrato.
BOIX, DEL ART DÉCO A ESCULPIR LÁPIDAS
El joven Boix recibió el primer aprendizaje artístico de su hermano Arturo, y después en el taller de Eugenio Carbonell. Ya entonces, y más tarde con su viaje a París en 1930, su lenguaje se orientó hacia la estética art déco dando lugar a piezas de enorme delicadeza y originalidad.
Junto a compañeros brillantes como Antonio Ballester Vilaseca o Rafael Pérez Contel, protagonizó una renovación de la escultura valenciana. Trabajó para muchas instituciones de la República con piezas de contenido político y social pero su carrera se vio truncada por la Guerra Civil y el posterior régimen dictatorial, y después "casi nadie se atrevía a contratarle", quedando "relegado a esculpir lápidas", ha relatado el director del Bellas Artes.