sep 142010
 

A 1.309 metros de altitud, bajo el pueblo de Valporquero, el corazón de la montaña leonesa abre una inmensa boca que, a través de un cristalino arroyo, se adentra en ocultas maravillas subterráneas para realizar un viaje a través de la naturaleza que se remonta a hace más de un millón de años.

Estalactitas, estalagmitas, coladas y columnas de diferentes brillos y colores se suceden a lo largo de siete salas visitables. Dimensiones inesperadas y volúmenes descomunales abren un sendero repleto de luces y sombras, el mundo subterráneo.

Abierta al público por la Diputación de León en 1966, la Cueva ubicada en la localidad de Valporquero de Torío ofrece una jornada de ocio al visitante, tanto en su interior como en su entorno natural, dotado de aparcamiento, merenderos públicos, fuente, parque infantil, cafetería-restaurante y otros servicios.

Hace aproximadamente un millón de años, en el Pleistoceno del Periodo Cuaternario de la era Cenozoica, cuando el hombre iniciaba su andadura por la Tierra, las aguas del arroyo de Valporquero empezaron a colarse a través de los poros, fisuras y grietas de la roca caliza para disolver sus entrañas lenta y tenazmente. Tuvieron que pasar años, siglos y milenios para que la naturaleza mostrara el mundo subterráneo que se modeló de manera sabia y pacientemente a lo largo del tiempo.

La Cueva de Valporquero posee dos niveles principales de galerías, un nivel superior habilitado para la visita turística, de un kilómetro de recorrido, hasta la Sala de Maravillas y un nivel inferior o Curso de Aguas de visita espeleológica, con un recorrido de unos dos kilómetros.

En épocas de lluvia o deshielo, el río penetra en la cavidad para formar cascadas y rápidos que se pueden observar en las primeras salas visitables hasta perderse en un salto hacia las profundidades de la Sala de Hadas. Por este motivo, la primavera y el otoño son las mejores épocas de visita, según informa la Diputación de León en su página web, www.dipuleon.com.

La puerta al mundo subterráneo

Después de un breve recorrido por el túnel de acceso, excavado en la roca de la montaña, se accede a la Boca de la Cueva, que ya avanza las espectaculares dimensiones de la cavidad. Escondida en un hermoso y diminuto valle ciego, se abre la puerta al mundo subterráneo.

La primera parada, bienvenida y explicación tienen lugar en la boca de cueva, donde discurren las aguas del arroyo de Valporquero, que estarán presentes durante parte de la visita turística. Estalactitas, estalagmitas, coladas y columnas empiezan a volcarse sobre el visitante al lento ritmo que la naturaleza les marca desde hace más de un millón de años.

La Torre de Pisa, la Virgen con el Niño o las Gemelas son las primeras figuras que se perfilan ante el visitante, formaciones que evocan figuras o monumentos ya conocidos.

A medida que se desciende hacia el centro de la Gran Rotonda, la sala con mayores dimensiones de la Cueva, las proporciones se vuelven descomunales, los techos se elevan y las paredes se alejan.

En primavera, otoño e invierno, las lluvias aportan al arroyo cantidades ingentes de agua que saturan los oídos y se pierden hacia la contigua sala de las Hadas. La Gran Cascada, blanca como la nieve y el Fantasma, logotipo y enseña de la cavidad, culminan esta bóveda natural.

Cementerio estalactítico

Si se sigue el antiguo curso del río, el camino se abre paso a través de un suelo repleto de oscuras estalactitas caídas y estalagmitas que se desparraman para formar un Cementerio Estalactítico de aspecto lúgubre.

Más al interior, aparece una galería de más de 200 metros de longitud y con alturas que llegan a sobrepasar los 30 metros para formar un pasillo donde se pueden apreciar los estratos calizos que afloran verticales, lo que ofrece una idea de la formación de las montañas.

En un recoveco del camino, al final de la Gran Vía, se abre un acceso al ‘Curso de Aguas’, que permite realizar la travesía espeleológica y que atraviesa galerías y cascadas sin acondicionar por el hombre.

Más adelante se alcanza una sala bordeada por el camino, con una solitaria columna que se eleva hasta perderse entre una multitud de agujas estalactíticas. Después, hay que sortear oscuras y profundas simas bajo las cuales, y tras 50 metros de vacío, discurre el río subterráneo de Valporquero. Llegado a este punto, se inicia el camino de vuelta, que invita a reflexionar sobre este viaje en el tiempo a lo largo de los siglos de la mano de la naturaleza.

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  One Response to “Un viaje de un millón de años”

  1. Un viaje de un millón de años – http://b2l.me/avbsmv

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