Inventario de tipos urbanos abominables (I): El Entronizado
En los andenes del metro de Madrid, como en casi todos los andenes de metro del mundo, hay unos bancos para que los viajeros, mientras aguardan la llegada del siguiente convoy, esperen cómodamente. Estos bancos, de metal o de piedra, según la línea, tienen capacidad para tres personas o, si hay mucha intimidad, para cuatro amontonadas. Cuando un tren pasa, los bancos se vacían durante un instante, pero enseguida llegan nuevos viajeros fatigados que se aposentan en ellos.
Hay un tipo de persona (o de ser) que al encarar uno de estos bancos vacíos decide sentarse en el justo medio, en su centro matemático. Lo razonable sería aposentar las nalgas -sean del tamaño que sean- en uno de los extremos, aun sin llegar al borde, para facilitar así que si a continuación llegan viajeros en pareja (lo que no es inusual) puedan acomodarse juntos sin andar pidiendo cambalache. O incluso para evitar que si quien se sienta es otro viajero solitario haya de compartir innecesariamente roces, refregamientos y estrecheces.
Siempre me ha fascinado ese comportamiento de los reyes del trono. Si hubiera tenido alguna preparación psicoanalítica no habría dudado en tender al paciente sobre el banco, a lo largo, y haberme arrodillado a su lado para tratar de averiguar las causas de su conducta. ¿Proceden de familias desestructuradas en las que un padre autoritario les marcaba a sangre y fuego, y ahora, para compensar, se expanden allá donde les dejan? ¿Vivieron en casas minúsculas, compartiendo habitación con cinco hermanos, y necesitan perpetuamente la búsqueda de espacios? ¿Son narcisistas compulsivos y tratan de llamar la atención de cualquier manera, igual en la pista de una discoteca que en el banco de un andén? ¿Necesitan contacto humano y lo buscan con esas artimañas, como los pervertidos que se montan en vagones atestados para poder restregarse con un culo o sobar cualquier carne? ¿O simplemente recibieron una educación deficiente?
Taxonomía: Individuos de ambos sexos, pero de preferencia masculina. Edad normalmente adulta, entre 40 y 60 años. Nivel socioeconómico diverso, aunque con una tendencia a la polaridad: o tipos encopetados o garrulos a los que se les nota aún el pelo de la dehesa.
Publicado el 10 de enero de 2010 a las 12:15.