Furtivos, una lacra que perdura
Archivado en: Furtivos, Leslie J. López, Fedguar
"Dos sombras con pasamontañas y guantes se ocultan a medianoche en el monte. Los guardas de campo pasaron al lado con linternas, pero no los vieron.
En plena Sierra Norte de Sevilla, dos furtivos persiguen a un ciervo espectacular. "Enfundamos el rifle en una media de mujer para que no brille". Un solo descuido bajo la luna llena los descubriría.
La incursión continúa en la finca y culmina con dos disparos. "Hace frío, se pasa miedo", relata uno de estos cazadores fuera de la ley, que lógicamente no quiere que figure su nombre en el reportaje. La cabeza del animal está en el coche, el resto se abandona.
"Un tío se echa al monte, pega el tiro, coge la cuerna y gana el sueldo de tres meses", resume Ángel Tejedor, un guarda de campo con años de oficio en sierras de las provincias de Sevilla y Granada. "Esto existirá mientras la gente pague 6.000 euros por la cabeza de una avutarda y 8.000 por la de un macho montés", sentencia.
"Si denuncias, te corto el cuello, sé donde vives". Es una amenaza recibida más de una vez por Javier Girona, miembro de la Federación Española de Asociaciones y Entidades de Guarderío (Fedguar). "Un compañero de Jaén perdió la pierna por un balazo del calibre 270", recuerda, "y a otro le partieron un brazo en Córdoba". Muchos terminan en el hospital. Cuenta que trabajan totalmente indefensos, sin capacidad para actuar ni respaldo legal. Sus medios se reducen a pedir el DNI. "Recibo amenazas de muerte, me han encañonado y me insultan cuando recojo a mis hijos en el colegio".
La federación ya solicitó los datos de los profesionales asesinados en los últimos años, pero la Guardia Civil les respondió que es un asunto secreto. El gremio reclama la distinción de autoridad, ya que son ellos los que afrontan la creciente delincuencia en el campo.
La de guarda de campo es una titulación reconocida por el Ministerio del Interior. La Junta de Andalucía, a raíz de la ley de la flora y fauna silvestres, creó la figura 'guarda de coto'. Era el nuevo grupo, junto a los anteriores, para auxiliar a los 'agentes medioambientales'. FEDGUAR denuncia el intrusismo laboral de una figura carente de una regulación. "Un furtivo denunciado 25 veces, con permiso de armas retirado y arma confiscada, tiene ese título", comenta.
El presidente de FEDGUAR, Joan Manuel Olivella, admite que hay guardas de campo que actúan de modo fraudulento en cotos privados que defienden. No es algo generalizado, hay corruptos como en otros ámbitos. "Si se da el caso, denunciamos", asegura, destacando que el furtivo ingenia nuevas artimañas, como lazos, cepos y venenos. Se matan las especies que afectan a la rentabilidad del coto.
La sospecha se extiende. ¿Un guardia civil furtivo? "No conozco a ninguno que no lo sea", responde con sarcasmo A.M.M., un montero de la provincia. El chiste malintencionado dispara las acusaciones. Un guardia civil replica ante el comentario: "Ese rumor ha existido siempre". J.J.G., otro agente del cuerpo y apasionado de la caza, lo tiene claro: "Se dice que todo cazador es furtivo, pero hay que distinguir". Es consciente de que nadie lo hace para comer, pero hay fiebre de trofeitis. "El que tiene dinero busca a alguien que mate un buen ciervo a escondidas", dice J.J.G., que ya sabe lo que es detener a un furtivo. Defiende que la caza es un deporte, no una simple matanza. "He visto a pijos que matan rayones (crías de jabalí) como si fuera una hazaña", lamenta.
En 2010, un total de 26 personas fueron inhabilitadas con sentencia firme por delitos de caza, muchas menos que en 2009 (59). Desde ese año hasta enero del 2010, Sevilla y Málaga fueron las provincias donde el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) desarrolló sus mayores intervenciones en la materia, como la operación Lobezno, que destapó una red de comercio ilegal por internet de especies amenazadas. Hubo ocho detenidos.
La caza ilegal es una mezcla explosiva de dinero y adrenalina, una práctica arraigada desde tiempo inmemorial. "Es muy difícil afrontar este problema", reconoce un técnico de EGMASA, la empresa pública de gestión medioambiental de Andalucía. Para algunos, los furtivos son alimañas. Para otros, cazadores sin recursos. Han contado con cierta condescendencia en los pueblos. La solución al problema se antoja tan imposible como poner vallas al campo. El furtivo rompe la práctica del cazador, se enfrenta con violencia a los guardas de campo y sortea la vigilancia. Ningún biólogo halló todavía el nombre científico para este depredador."
Publicado el 10 de enero de 2011 a las 12:45.