El guirigay europeo de las reformas
El presidente del Gobierno se ha cerrado a los cánticos europeos que le reclaman de manera más o menos suave que acometa más reformas a cambio de suavizar los objetivos de déficit. No quiere escuchar a la canciller Angela Merkel, y hace bien, porque los intereses de la alemana están puestos en sus inmediatas elecciones y las medidas que reclama para los demás, mayor flexibilización del mercado de trabajo, hay que analizarlas bajo la perspectiva de frenar la pérdida de votos que la amenaza. Tampoco le seduce la propuesta del comisario europeo de Empleo, László Ándor, que pretende que España implante un contrato único abierto para frenar las altas tasas de desempleo, sobre todo juvenil. Ha dicho Rajoy que no va a tocar la reforma laboral "ni en una dirección ni en otra", porque lo que hay que hacer ahora es evaluar su aplicación. El Gobierno estima que está dando sus frutos, y que ha tenido un impacto favorable de cuatro puntos porcentuales en la destrucción de empleo, lo que ha evitado la perdida de unos 900.000 empleos. Si no se hubiera aprobado esta reforma, estaríamos, según la previsión del gobierno, en el 30% de paro, y es de esperar que sus efectos se empiecen a percibir con claridad en cuanto se inicie la recuperación económica. Es significativo, por otro lado, que el rechazo a esta ocurrencia del contrato único haya concitado, por primera vez en lo que llevamos de legislatura, la unanimidad de todos. Gobierno, oposición, sindicatos y empresarios han cerrado filas contra esta modalidad de contratación cuyas ventajas están por ver. Lo de Europa es un sinvivir, porque entre unos y otros nos tiene más confundidos que las noches de Dinio. Unos reclaman más medidas de recorte mientras otros, como el vicepresidente de la Comisión y comisario de Industria y Emprendimiento, Antonio Tajani, aseguran que no se pueden pedir muchos más sacrificios a España porque los que los ajustes para reducir la deuda pública "son inútiles" si no se ven complementados con medidas en favor del empleo y del crecimiento económico. Pues a ver si se aclaran.No sabemos si estamos en la política del palo y la zanahoria, en el pellizco de monja, o simplemente que cada uno va por libre con sus genialidades. Entre tanto desconcierto lo mejor es confiar en que la burocracia elefantiásica se ponga en marcha para cumplir sus propios acuerdos, los adoptados en esas cruciales cumbres europeas en las que al día siguiente los titulares nos informan del fin del apocalipsis tras una maratoniana negociación in extremis, anunciando que por los pelos se ha salvado el proyecto europeo. Y usted se preguntará ¿Y eso qué es y en qué me afecta a mí?.
Publicado el 20 de mayo de 2013 a las 18:45.







