Una salida digna y coherente para Camps
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Una de las razones esgrimidas por el movimiento 15M para justificar sus movilizaciones es la desconfianza en la clase política por su comportamiento alejado del sentir de la ciudadanía. Ante clamorosas faltas de respuesta a problemas comunes que afectan a buena parte de los españoles, la sensación que pesa en los ciudadanos es que la política está más al servicio de los intereses de partido que pendiente de las necesidades de la sociedad. Y no falta razón para esta desafección, aunque lo que hemos vivido estos días con el caso de los trajes del Gürtel y la dimisión del presidente valenciano Francisco Camps al menos supone un gesto de dignidad y coherencia personal y un voto de confianza en la política. Camps siempre ha reiterado su inocencia y mientras no se demuestre lo contrario, lo sigue siendo. Cuando los medios daban por hecho que iba a declararse culpable para evitar ir a juicio, ha sorprendido a todos optando por la decisión más congruente posible. El Partido Popular quería impedir la foto de uno de sus presidentes autonómicos en el banquillo en plena campaña de las elecciones si finalmente se adelantan a otoño como parece indicar, y así pasar página cuanto antes. No podrá evitar que Camps se someta a un jurado popular, pero al menos no lo hará como presidente. Si Camps aceptaba su culpabilidad, habría reconocido el delito de cohecho impropio -haber aceptado trajes por valor de 14.000 euros de la trama Gürtel- y tendría que asumir la multa de 50.000 euros. Esta solución evitaba un problema, pero con un precio político a pagar demasiado alto, pues era reconocer que había cometido un delito, y que además de delincuente confeso, había estado mintiendo a los ciudadanos. Su única salida digna, por tanto, era dimitir, como así ha hecho. No cabían medias tintas y Mariano Rajoy no podía permitir que se aferrase al cargo. Si aspira a gobernar España tiene que empezar por dar ejemplo apartando a quien no ha demostrado un comportamiento ético. Si Camps ha mentido no es digno de ejercer cargo público alguno y menos aún el de presidente de una autonomía. Por eso, la única salida que tenía era la que ha tomado para poder defender su inocencia en el juicio oral. Necesitamos gobernantes que sepan estar a la altura de la responsabilidad que depositamos en ellos y debemos exigirles mayores cotas de honradez que a cualquier otro ciudadano. El problema más importante no son los trajes, sino la mentira reconocida. No se puede permitir a ningún político, sea del partido que sea, que mienta.
Publicado el 22 de julio de 2011 a las 16:30.