"Soy enfermera, me han agredido dos pacientes, pero la Justicia no me ha apoyado"
Eva María Palos es enfermera en el Hospital de Móstoles,en Madrid. Trabaja en Urgencias y ha sufrido dos agresiones físicas a lo largo de su carrera por parte de pacientes, además de otras muchas agresiones psicológicas, prácticamente diarias.
¿Cómo ocurrieron esas agresiones físicas en tu puesto de trabajo?
La primera fue hace dos años. Estaba cursando el 'Experto en Emergencias Extrahospitalarias', en la Escuela de Ciencias de la Salud, y en ese momento me encontraba en la Fundación Jiménez Díaz, haciendo una guardia para el curso. Estaba terminando el turno, con una compañera enfermera, pasando los datos al ordenador. Ella se levantó y entonces sentí un golpe como si se me cayera un armario encima. Era un paciente psiquiátrico. Le habían dado el alta y le dio el 'flus'... porque yo no había tenido relación alguna con él. Me propinó una soberana paliza, pero un compañera se dio cuenta, me lo quitó, bajó seguridad... Tuve varias heridas en la cara, en los oídos y en la cabeza, porque me caí y me di con la impresora, el ordenador... Pero no cogí la baja y al día siguiente acudí al centro de salud de Móstoles donde trabajaba entonces.
¿Hubo juicio?
Sí, de faltas y este señor estaba en la cárcel cuando lo convocaron. Se celebró sin él, y le añadieron cinco meses a la condena que ya tenía, y una pequeña multa. A los dos meses recibo una citación nueva, porque al parecer al agresor le había llegado tarde la citación a la prisión de Barcelona donde cumplía pena. Seguía en la cárcel, vino al nuevo juicio, y la jueza le rebajó la pena con un mes de cárcel y 300 euros de multa administrativa.
¿Cómo te quedas?
Hecha polvo, después de tantos meses pasándolo mal, aunque no estuve de baja porque no quería que la situación me superase. ¿Qué leyes tenemos?, me dije. ¿Por qué luchan el Consejo General de Enfermería y los sindicatos, para conseguir que esto sea un atentado a la autoridad?
Háblame de la segunda agresión.
Fue en el Hospital de Móstoles, en Clasificación, durante el fin de semana. Llegaron unos padres con su niño. La norma dice que con cada menor entra sólo un adulto, y siempre ofrezco la pegatina para que los padres decidan. Les pregunté, y la madre rápidamente la cogió. Entonces él le dijo a ella: 'Ya te dije que esta gentuza pasa de los padres como de comer mierda'. Le entregué las normas, se lo expliqué, pero empezó a gritarme como un energúmeno. Le pedí que no me gritase. Me llamó gilipollas, me mandó callar, siguió dándome voces...
Me dirigí más tarde a la mamá, le mandé pasar, y le obligué a él a que esperase. El tío se dio la vuelta, abrió la puerta, se echó sobre la mesa y comenzó a insultarme. Salió entonces un guardia de seguridad y ya le enganchó. Cuando le sacaban, me remató amenazando: "Y que sepas que no le doy porque es una puta mujer"... Entonces llamé a la Policía Nacional, pero él se largó. Aún así, a través de la mujer le localizaron, le denuncié, y tuvimos un juicio en marzo. Lo negó todo, pero la esposa -que fue de testigo, algo que nunca he visto por ser familiar-, acabó dándome la razón cuando declaró. A él lo echaron de la sala. Mi abogado pidió la pena máxima, pero no fue atentado a la autoridad porque no hubo agresión. Le pusieron 15 días a 6 euros, y se negó a la sentencia. Ayer recibí una nueva citación, imagino que será por esto.
¿Por qué crees que ha aumentado tanto la agresividad a médicos, enfermeras y resto de personal sanitario?
Hay varios. La Urgencia es un medio hostil para el paciente, que está enfermo, en una situación que no es la suya normal. También afecta la saturación, motivada porque no hay personal necesario, por cuestiones económicas y de espacio. Pero lo fundamental es la educación sanitaria de la población, que no utiliza bien su sistema sanitario. La gente no sabe que pueden ir a los centros de salud, que están hasta las 5 de la tarde los sábados... "Voy a la Urgencia porque allí me hacen todo antes", dicen. Te confieso la verdad, si la sala de espera estuviese vacía, hubiese dejado pasar a los dos padres, pero es que la sala estaba hasta arriba ese día. ¿Qué ocurre? Se generan tensiones.
¿Hay pacientes más proclives a protagonizar estas situaciones violentas?
No, aunque al principio pensaba que sí. Somos agredidas por pacientes y familiares. Creo que es la cultura, la situación. Cada vez hay más razas, y cada una tiene su cultura, sus costumbres... Es un cómputo de todo.
¿Tienes muchos compañeros que hayan vivido experiencias similares?
Muchos, pero no sólo médicos y enfermeras. Hablo de celadores, personal de admisión, guardias de seguridad, cafetería, limpieza... todos. Sobre todo agresiones verbales, aunque también hay físicas. Basta con recordar el caso de la doctora Mingo o el de Sevilla La Nueva.
¿Por qué el colectivo de enfermeros y enfermeras es el más afectado?
Somos más y tenemos más contacto. En un turno, en Urgencias, puede haber 13 enfemeros, 7 auxiliares y 4 celadores, por ejemplo. El enfermero, además, tiene un trato directo, le recibe en la puerta, en el box, es el primero que le va pinchando cuando la atención es inmediata... El médico llega, le manda las tres pruebas diagnósticas y no vuelve a verlo hasta que tenga los resultados. Mientras tanto, nosotras tenemos que aguantar en el control de enfemería que pacientes y familiares vengan a protestar. Que con esto no quito importancia a las agresiones a los médicos.
¿Se sintió respaldada?
Sí. En la primera agresión era alumna, y Pilar Fernández, la directora de la escuela, me apoyó mucho. Me pusieron el abogado del Consejo. Pero tú tienes que ser consciente de que debes denunciar, pasar el mal trago, llamar a la Policía, ir a la Comisaría... Si me hablas de la justicia, te diré que me ha ido mal porque se han tratado como juicios de falta, aunque en la primera ocasión no estaba catalogado en Madrid, sí en otras regiones.
¿Qué podemos hacer para terminar con esto?
Lo primero, denunciar agresiones verbales y físicas, que es lo que no se hace. Y hay que movilizarse. Cuando los juzgados estén llenos, se pondrán las pilas. En mi hospital tenemos un servicio al que podemos acudir en el momento de la agresión para contarlo y tomar medidas.
¿Cuáles han sido las principales consecuencias que estas agresiones han tenido en su vida personal y profesional?
Estuve mucho tiempo con antidepresivos por parte de mi médico de cabecera, como ocho meses. Y me quedan ramalazos. No soporto escuchar pasos detrás de mí, incluso me paro y espero a que pasen. No puedo montarme en un ascensor con alguien, sola, tanto en el hospital como en casa...
Físicamente, tengo muchas infecciones de oído.
Con respecto a la segunda agresión, las consecuencias incidieron en mi trabajo. Mi supervisor decidió retirarme de la rotación por clasificación. He estado hasta hace unos días fuera de ahí. Lo hicieron para protegerme, pero me afectó a mí y a mis compañeros, porque es algo que nadie quiere, porque es muy pesado. Y eso que mis compañeros se han portado fenomenal.
¿Qué piensas cuando comienzas un turno?
Depende donde te toque. Los primeros días que llegué a la clasificación pensaba "Dios mío, que no pase nada y que venga todo el mundo tranquilito", pero no me obsesiono. Soy fuerte, no he tenido baja en ninguna de las dos ocasiones.
*MÁS INFORMACIÓN: El caso de Teresa Mateos
Publicado el 9 de junio de 2009 a las 14:45.