Vecino nuevo en el barrio
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Jueves, 11 de febrero, diez y pico de la mañana. Salgo de casa, dispuesta a comenzar una nueva jornada laboral, que como todas las que incluyen cierre de edición, se presupone larga.
Mi sorpresa es mayúscula. Allí estaba, plantada a escasos metros del portal. Envuelta en plásticos. Me detengo frente a ella. La miro y me sonrío. Un nuevo inquilino en el barrio y yo sin enterarme. ¡Habrá que darle la bienvenida! Me quedo tan sorprendida, que no se me ocurre inmortalizar la imagen. Ya habrá tiempo, pienso. Llega para quedarse. Entro en la redacción y comento la ‘buena nueva' con los compañeros. ¿Y cómo es, me preguntan? Esta tarde os traigo foto, les respondo.
Tres de la tarde. Regreso a casa. Sorpresa. No está. Ha desaparecido. Tomo un ligero tentempié, cojo la digital y, antes de regresar a la redacción, me doy una vuelta por el barrio, por si ha cambiado de ‘residencia'. Ni rastro.
De nuevo en la redacción, realizo algunas llamadas por si alguien sabe algo de su paradero. Negativo. Al filo de las nueve de la noche, llamo a mi vecino, y me confirma que sobre las 11.15 horas vio desde el mirador cómo se llevaban un bulto en un camión. Sigo indagando. Encuentro una respuesta que me convence. La han traído para tomar medidas, me dicen. Va a ser que sí. Realizadas las pruebas, se la llevaron. Cuando todo esté dispuesto, volverá, y esta vez, para quedarse. ¡Habrá que darle la bienvenida! Además, guarda relación con el gremio. Continuará.
Publicado el 12 de febrero de 2010 a las 12:45.