Últimos pasos por la costa vasca
"El Serantes es un monte machacado. Ha sufrido incendios, le han comido las laderas para construir barrios desparramados, le han abierto pistas como cicatrices, le han plantado enormes antenas. Pero existe un plan para reforestarlo con robles y pinos, y en cualquier caso sigue ofreciendo paseos y miradores atractivos. En la subida pasamos junto a las ruinas del fuerte de Serantes, con sus murallas desmoronadas y su foso perimetral, y en la cima (452 metros) vemos los restos de un torreón de vigilancia. Estas construcciones se levantaron por miedo a un enemigo poderoso: nada menos que los Estados Unidos. A finales del XIX, el Gobierno español libraba la guerra de Cuba y temía que el enemigo estadounidense atacara la península, por lo que construyó toda una serie de defensas en la costa cantábrica. La cumbre del Serantes es un enclave ideal para bombardear enemigos que pretendan conquistar Bilbao o simplemente para contemplar el puerto de Santurtzi, la bocana de la ría y los acantilados de La Galea".
Son los penúltimos pasos de la caminata por la costa vasca, desde Bayona hasta Múskiz. En el número 37 de la revista Euskal Herria (diciembre-enero, ahora en los quioscos) aparecen la descripción y el rutómetro las tres últimas etapas: 11. Bakio-Plentzia; 12. Plentzia-Puente Colgante; 13. Puente Colgante-Covarón.
Después de algunos tramos espectaculares por la costa más salvaje, el itinerario bordea el Gran Bilbao y parece que estas etapas finales pueden resultar algo aburridas. Sin embargo, están cuajadas de sorpresas: los acantilados de La Galea, el paso por el Puente Colgante y, sobre todo, las ascensiones a los montes Serantes y Punta Lucero, miradores impresionantes sobre la bocana de la ría y las instalaciones del superpuerto.
Los últimos pasos, cerca de la muga con Cantabria, recorren un paisaje melancólico muy adecuado para rematar el viaje:
"Nuestro itinerario languidece entre Pobeña y Covarón, en un paraje de soledad oceánica donde también se apagan los restos de un mundo. Estamos al pie de la gran montaña cantábrica de hierro que describió el romano Plinio, aquella veta prodigiosa que dio riquezas durante milenios y que abrió sus carnes más sabrosas en el siglo XIX, cuando decenas de compañías locales y extranjeras inauguraron minas, excavaron galerías, tendieron ferrocarriles, construyeron hornos y exportaron millones de toneladas de hierro. Caminamos por el antiguo trazado de un tren que bajaba el mineral hasta este litoral abrupto y lo descargaba en las bodegas de los grandes cargueros. Hace décadas que ningún buque viene a por hierro. Pero en los acantilados de Covarón un cargadero se asoma al mar y tiende sus brazos oxidados hacia el horizonte. En esas barras herrumbrosas colgamos los cansancios y en este último acantilado anclamos la memoria de nuestro viaje".
El itinerario se ha publicado por etapas en los últimos cuatro números de la revista Euskal Herria, con textos míos y fotos de Alberto Muro. Y dentro de un tiempo la editorial Sua lo publicará como libro-guía: Trekking de la costa vasca. Hale, a ponerse las botas.
P.D.1: Aquí está la presentación que escribí en el inicio de la ruta: Viaje por el umbral de los vascos.
P.D.2: Ayer, en una cena, una persona se quejaba de que al repasar la lista de pueblos costeros guipuzcoanos se olvidaban siempre del suyo. Aquí va la lista que se recita habitualmente: Hondarribia, Pasajes, San Sebastián, Orio, Zarautz, Guetaria, Zumaia, Deba y Mutriku. ¿Cuál falta?
Publicado el 10 de diciembre de 2008 a las 12:45.