Caminata con superávit
Archivado en: Escapadas, Costa vasca
Camino desde San Sebastián hasta Zarautz por el sendero litoral, que tiene tramos gloriosos, antes de que lleguen las cuadrillas de la Diputación y destrocen los caminitos en su afán multimillonario de construir la autopista para paseantes (ya vienen, ya vienen: en estos últimos tiempos me he encontrado varias veces con los obreros en Jaizkibel y en Ulía, mientras machacaban rocas en sitios donde no hacía ninguna falta, salvo alguna excepción que, más o menos, en fin, psche-psche, puedo aceptar).
Fotos: camino para ir del caserío Egiluze al caserío Itxaspe. Sí, el camino es esa franja verde que atraviesa la gran laja diagonal.
En las faldas costeras del monte Kukuarri alcanzo a un par de caminantes. Sé que entre montañeros priman los valores más puros, la generosidad, la confianza, la ayuda incondicional al compañero. Así que trago saliva, carraspeo y me lanzo:
-Oye, perdonad, os tengo que pedir un favor. Voy hasta Zarautz, desde allí pensaba volver a Donosti en tren, pero me he dejado la cartera en casa. No sé si podréis darme algún euro...
Uno me mira un poco raro, incómodo. Me dice que no tiene suelto. Le digo que tranquilo, que ya haré dedo o me colaré en el tren, que no hay problema. El otro camina un poco por detrás, noto que se revuelve los bolsillos, azorado, y al final me pone en la mano un puñado de monedas. Le doy las gracias. Seguimos caminando, yo un poco por detrás, y aprovecho para contar las monedas con disimulo: hay 1,63 euros. No creo que llegue, pero vaya, podré comprarme un billete para parte del recorrido y luego ya veremos.
En la estación de Zarautz, la maquinita me dice que debo introducir dos euros. Justo al lado tengo a una pareja de adolescentes. Les explico que me faltan cuarenta céntimos para el tren, que si me puedan dar alguna monedita, por favor. También se incomodan, la chica me dice que no lleva nada, vale, tranquilos, gracias, y me doy la vuelta a seguir investigando si la maquinita me da algún billete hasta algún sitio por 1,63 euros. El chaval, más majo que las pesetas y los ecus, me toca el hombro y me da una moneda de 50 céntimos.
Llego a casa con 13 céntimos en el bolsillo y me da pena mezclarlos con el resto de mis monedas. Los dejo sobre la mesilla.
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Creo que debería donar esos céntimos al Club Vasco de Camping, los únicos a los que he oído oponerse a la autopista para caminantes de la Diputación.
Además, con estos 13 céntimos, mis 13 euros del caso Egunkaria y los vuelos triscaidecáfobos, parece que el cosmos me está poniendo a prueba.
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Un poco antes de llegar a Zarautz: los peñascos de Mollarri. En las rocas quizá adivinéis los restos de unas torres. Esto era un descargadero. Aquí atracaban los barcos para recoger las vagonetas llenas de hierro que venían volando, por un cable aéreo, desde las minas de Andazárrate, en las laderas del monte Ernio.
El cargadero empezó a funcionar... en 1913.
Publicado el 26 de abril de 2010 a las 08:15.