Un acuerdo de mínimos para ganar tiempo
Mariano Rajoy está más preocupado por aplacar la rebelión interna de sus barones contra la decisión de repartir un déficit a la carta entre comunidades que por las andanadas que los últimos días le ha lanzado Aznar. A estas últimas responde con su tranquilidad habitual, no va a cambiar de política le guste a unos o le disguste a otros. Pero en el asunto del déficit de las autonomías no se puede nadar y guardar la ropa. Hay que tomar decisiones y establecer los criterios que permitan cumplir los objetivos, solucionar los desequilibrios fiscales y al mismo tiempo solventar las diferencias entre las propias comunidades del PP sin que ninguna se vea perjudicada. La realidad es que hay regiones con serias dificultades financieras a las que no se puede dejar caer, y otras que han hecho severos esfuerzos para ajustar sus cuentas que se sienten agraviadas. Y en medio del problema, la situación de Cataluña, al borde de la ruina y en plena ofensiva soberanista.
Rajoy necesitaba preservar la imagen de unidad en el PP, más después de las criticas de Aznar a la "languidez de la resignación", pero sólo ha conseguido un acuerdo de mínimos para aplazar una solución que satisfaga a todos. Porque una cosa es la lealtad al presidente del Gobierno, y otra es consentir el privilegio a unas regiones sobre otras cuando a dos años vista están las elecciones autonómicas. Los barones del PP saben que los recortes pueden pasarles factura electoral, y no están dispuestos a asumir el desgaste mientras se privilegia a Cataluña para que Artur Mas rebaje la tensión soberanista a cambio de un respiro fiscal. En esta tesitura, Rajoy ha tenido que aplazar hasta el próximo Consejo de Política Fiscal y Financiera de finales de junio la solución al déficit asimétrico con el compromiso de que se aplicarán criterios objetivos y no políticos sobre el reparto del déficit. Hasta entonces, el Gobierno se sentará a negociar bilateralmente con todas las regiones para fijar los objetivos finales que establezca la Unión Europea, y en función de eso elaborar la propuesta para que asuman las comunidades.
Con esta apariencia de unidad, y algún premio a las comunidades más cumplidoras, conseguirá pacificar a los suyos mientras negocia una salida al desafío soberanista de Cataluña. Podrá sacar adelante los compromisos de reducción del déficit, pero el problema de fondo, el modelo de financiación autonómica que nos ha traído hasta la situación actual, aquel que en las épocas de bonanza repartía alegremente los recursos a medida que cada comunidad iba engullendo sus presupuestos en un pozo sin fondo, sigue sin resolverse.
Publicado el 30 de mayo de 2013 a las 17:15.