Esperanza Aguirre tiene la virtud de decir siempre lo que piensa, lo que en política es un raro fenómeno. Conecta con los ciudadanos porque utiliza su mismo lenguaje y no elude ningún debate por espinoso que sea. No le va la ortodoxia política porque es fiel a sus ideas y si le preguntan, responde sin medias tintas poniendo el dedo en la llaga. En su discurso no cabe la pusilanimidad y se rige por su intuición. Por eso cuando dijo en relación con la final de la Copa del Rey que no había que permitir el chantaje de los nacionalistas, todos pusieron el grito en el cielo, aunque muchos de los que pidieron prudencia pensaran como ella. Algunos han visto en sus palabras un intento de la presidenta para cambiar el foco de atención de la desviación del déficit anunciado y no andarán mal encaminados. Esta polémica le viene bien para que los medios nos olvidemos de otras cuestiones de la actualidad que atañen a la comunidad, pero Aguirre tiene su parte de razón. Lo que pidió sin morderse la lengua es que se suspendiera el partido y se celebrara en otro lugar a puerta cerrada si los seguidores del Barcelona y el Athletic de Bilbao atacaban a los símbolos del Estado. Bien dicho, aunque el remedio es peor que la enfermedad y voluntaria o involuntariamente ha contribuido a calentar los ánimos echando mas leña al fuego. No se pueden matar moscas a cañonazos y probablemente la suspensión del partido habría alimentado aún más la polémica y el victimismo de los que han querido aprovechar un gran evento deportivo como una final de la Copa del Rey para escenificar sus complejos mediante la pataleta de silbar y abuchear al Príncipe y al himno nacional. Pero lo que dijo, muchos ciudadanos de uno y otro color político lo piensan: ya está bien de vivir en el chantaje permanente de una minoría. ¿Por qué hay que achantarse ante la ofensa a los símbolos de la nación que unen a tantos españoles? Esto es fútbol y no política y aquellos que han querido aprovechar para pervertir un espectáculo deportivo convirtiéndolo en un acto de propaganda nacionalista se han equivocado gravemente. Alentar desde los clubes de fútbol estos comportamientos es una irresponsabilidad, y el que no acepte las reglas del juego que no participe en la competición. Si al Barcelona y al Athletic tanto les desagrada España, que jueguen en ligas regionales y que sus jugadores renuncien a participar en la selección nacional. Y si tanto les molestaba que el Rey o el Príncipe les entregue la copa, que no la hubieran jugado. Suscribo las palabras de Esperanza Aguirre. Y sin complejos.
Publicado el 24 de mayo de 2012 a las 16:15.







