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'Territorio negro': cuando los malos son de carne y hueso

Los periodistas Manuel Marlasca y Luis Rendueles publican (editorial Planeta) un libro donde repasan 13 de los crímenes que han tenido lugar en España en este siglo, aportando aspectos novedosos.

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"Por debajo de la capa de modernidad, sigue habiendo una crueldad"

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F. Q. Soriano
16/4/2021 - 12:54

Los macabros asesinatos cometidos por Ana Julia Quezada y José Bretón tienen algunos rasgos en común, como el hecho de que ambos tuvieran como víctimas a menores de edad, la conmoción que suscitaron en la opinión pública o la atención mediática que recibieron. Desde hace poco, también comparten otro punto: forman parte de ‘Territorio negro', un libro escrito, mano a mano, por dos de los periodistas más respetados en el panorama nacional en lo que a los sucesos se refiere, Manuel Marlasca y Luis Rendueles, en el que hacen un exhaustivo recorrido por trece crímenes que han tenido lugar a lo largo y ancho de la geografía española en este siglo XXI.

 

El libro 'Territorio negro' incluye 13 capítulos, uno por caso. ¿Qué criterios habéis seguido para esa selección?
Manuel: 'Territorio negro' es el nombre del espacio semanal que hacemos con Julia Otero en Onda Cero. Llevamos 13 años, son más de 500 programas, casi 600. El primer filtrado fue ese, ver de cuántos crímenes habíamos hablado en estos años. Luego fuimos reduciendo porque lógicamente es inabarcable, hicimos un proceso de selección tratando de mirar a diferentes puntos del país donde se hubieran producido, también a distintos tipos de crímenes, con distintos tipos de víctimas y de asesinos.

Luis: Básicamente 13 casos de los 13 años que llevamos en la radio y que tuvieran en el libro un ángulo diferente, que reflejaran también cómo han ido cambiando los asesinos y los investigadores en España. Cuando empezamos, hace casi 30 años, apenas había casos de mujeres asesinas, ahora ya hay más; casi no había mujeres en la Guardia Civil o dirigiendo investigaciones, hoy ha tomado cargo la primera jefa de Comandancia de toda la historia de la Guardia Civil. También queríamos describir la influencia de las nuevas tecnologías, cómo los asesinos buscan víctimas en WhatsApp o Badoo, la Policía también utiliza esas herramientas para investigar. La conclusión que sacamos es que, por debajo de una capa de modernidad, sigue habiendo una crueldad, una pulsión. Tenemos un 99% de cosas en común con un asesino, salvando los casos de enfermos mentales, que hay un caso en el libro. No diré que cualquiera pueda cruzar esa raya, al revés, pero lo que nos distingue de ellos es precisamente no rebasarla, no robar una vida humana, como dice Manu, que es el delito más terrible.

 

Todos los casos tienen lugar en el siglo XXI. ¿El mal es atemporal?

Manuel: Sí, el mal está ahí y va a estar siempre, y alguien lo tiene que contar, para eso estamos nosotros. El mal puede estar en tu compañero del autobús o en la persona con la que te cruces al salir de aquí. Esa parte tan aleatoria es lo que hace fascinante el trabajo de los que nos dedicamos a los sucesos, el mal no solo está en estratos de la sociedad que tendemos a pensar que son más proclives, sino que está en cualquier capa. Es lo que sorprende. Además, el mal puede adoptar la forma de atractivísima enfermera como en el caso de Maje o puede adquirir la forma de una persona que ha fracasado en casi todo en la vida, como Miguel Ángel, el asesino de la peregrina. Aquí hay 13 formas.

Luis: Ese mal existe dentro de nosotros, es una cuestión de porcentajes, hay muy pocos casos de maldad pura. Todos tenemos dentro esa lucha, esa dualidad.

Manuel: La diferencia es que la gente normal se pone unos límites, y no hablo de los éticos o los legales, y otros que no los tienen. Sergio Morate es un ejemplo claro de esto último, de alguien que no acata las reglas y, cuando se marca un objetivo, lo logra, cueste lo que cueste.

 

En el trabajo plasmado en el libro se puede ver el recorrido global de un suceso, aunque hay algunos que aún no se han resuelto del todo. Sin embargo, como periodistas de sucesos, estáis en cada paso de la investigación. ¿Cómo es ese trabajo?
Manuel: Una de las grandes satisfacciones de escribir libros es trabajar con esa pausa que te da el haberte distanciado, sobre todo temporalmente, de un suceso. Como bien dices, efectivamente, vivimos el crimen, la investigación, el juicio, la condena e incluso en algunos casos hemos vivido hasta la salida de prisión. En ese día a día a veces no te da tiempo a tomar la pausa necesaria para abordar el suceso con la distancia que merece, no ver el cuadro desde un lugar en el que aprecies todos los detalles. Trabajar con esta pausa, con esta calma, pudiendo hablar con protagonistas, pasar tiempo con investigadores, quienes te dan detalles que en caliente no contarían... Es una maravilla. Creo que eso es lo que más enriquece a estos relatos.

Luis: Estoy de acuerdo. En el libro nos dejan contar cosas que hasta ahora no se habían contado, por ejemplo, sobre cómo se consiguen declaraciones de asesinos. Me llama la atención en el caso de Sergio Morate la banalidad, un tipo que mata a su exnovia y a la amiga de la que dice "pobre Laura, pero qué iba a hacer, estaba allí". Morate vuelve de Rumanía ya detenido en un avión del Ejército. Cuando llega a Cuenca, uno de los policías que le va a hacer la ficha es amigo suyo, le conoce de un gimnasio. Morate le dice que han detenido a un famoso, "soy como Bretón, he venido en el avión de los ministros y me han hecho esperar en el aeropuerto en la misma sala donde lo hace el rey". Esa vanidad y la frivolidad aparecen en el libro. Eso nos lo ha permitido el trabajar con calma para sacar detalles que son casi orfebrería policial: de una buena confesión, los policías aprenden para lo que pueda venir.

 

El papel de la tecnología es evidente. ¿Es un aliado policial o, por el contrario, favorece más al asesino?

Manuel: Creo que tiene más de aliado que de otra cosa. Hay un programa forense que si lo conecto a tu teléfono va a revelar todo sobre ti. Esa herramienta, que hace unos años no existía, es de una ayuda gigantesca para la policía. Ahora mismo no hay investigación policial que se precie que no pase por el estudio de las redes sociales de la víctima y el sospechoso. Otra cosa es que los malos aprenden, lo básico lo saben, como apagar el teléfono cuando van a matar a alguien. La conciencia forense, que es lo que el asesino sabe para que no le puedan cazar, está limitada, aunque hay gente con mucha conciencia forense. Por ejemplo, Dahud Hanid Ortiz, el asesino del triple crimen de Usera, entorpeció la labor policial todo lo posible.

Luis: Me interesó mucho el crimen de Badoo en Zaragoza, porque es tecnología con lo más viejo del mundo: utiliza una red social para buscar hombres maduros, ofreciendo sexo rápido y sin compromiso para atraerles a su zona, donde con la ayuda de otras personas lo atacan, llegando a enterrar viva a una víctima. Eso lo tiene todo, la ayuda tecnológica y el saber por qué se puede mover un hombre. Me lo decía la hija de una de las víctimas, "mi padre solía pensar más, pero esos días no pensó con claridad". A pesar de toda la tecnología, siempre hablamos de la importancia de la piel del investigador de calle, eso sigue siendo importantísimo porque es clave para provocar el error del asesino.

 

Otro de los aspectos que se pone de relevancia en el libro es la figura de la mujer en los dos lados del delito. Respecto a la parte de las asesinas, ¿hasta qué punto creéis que es novedoso?
Manuel: La mayor parte de los asesinatos los cometen hombres, hace 20 años había un porcentaje de 95-5 y ahora es de 90-10, es decir, las mujeres se han sumado algo más al mundo del crimen. Pero creo que lo verdaderamente novedoso es la cantidad de mujeres que están al mando, es muy frecuente, incluso en casos de gran calado, ese techo de cristal se ha roto hace tiempo. Y creo que le da una perspectiva bastante peculiar a la investigación. En el libro se recogen los informes que hacía la jefa de Homicidios de Valencia en un asesinato encargado por una mujer que tenía muchos amantes, esa visión femenina le dio al caso una perspectiva que probablemente un hombre no lo habría hecho igual.

Luis: Creo que este papel relevante de la mujer en investigaciones empezó con los temas de ETA, por el machismo que tenemos todo, los etarras pensaban que una chica que estaba en una ikastola no iba a ser una informadora. Y eso sucedió en los años 80 y 90, con mujeres jugándose la vida. Ahora está completamente consolidado.

 

Sobre la elaboración del libro, ¿cómo fue esa parte del trabajo?
Manuel: Lo primero fue repartirnos los casos, decidir quién hacía qué, y ahí tiene un peso importante las fuentes que cada uno pudiera tener. Otras veces ha sido simplemente el interés personal en cada caso. En eso hemos sido muy libres, ni la editorial ni nadie nos ha dicho qué casos meter. Para nosotros es un privilegio. Por ejemplo, yo tenía la perra de meter el caso del asesino de Barcelona que no se confinó porque me interesaba mucho escenario. Hay algunos de los crímenes que tenían que estar, como el de José Bretón o el de Ana Julia Quezada, pero otros pasaron inadvertidos en el momento y los hemos metido porque nos ha dado la gana, sinceramente.

Luis: También porque los casos tenían algo que nos sorprendía a nosotros y, por tanto, que esperamos que sorprendiera a quien lo lea. En el caso de Diana Quer, lo dejamos fuera porque nos parecía que no íbamos a aportar nada. En el resto de casos hay alguna sorpresa, algo que no se sabía hasta ahora. Esa era la idea, aportar algo nuevo.

 

No sé si os gusta la novela negra y, en ese caso, ¿sabrías diferenciar la línea entre la ficción y la realidad?
Manuel: Creo que la realidad es siempre mucho más rica. Por retorcido que sea un novelista, la realidad aporta una materia prima que siempre acaba superando a la ficción. Los asesinos no son tan barrocos o bizarros como pintan en las novelas negras. La banalidad del mal es un material que cualquier novelista no imaginaría. Somos periodistas, nuestra materia prima es la realidad, en ese sentido somos afortunados, aparte de que un novelista debe tener el talento para crear una trama, un personaje y que todo cuadre. Tengo demasiado respeto a la literatura como para compararme con ellos.

Luis: Pienso igual. La materia prima de la realidad es tan fantástica que ni a Manuel ni a mí se nos ocurriría nunca una escena en una finca de Córdoba, alrededor de una hoguera en la que se supone que han ardido dos niños, en la que unos policías están sentados con un asesino que se mete dentro de la casa para sacar una botella, un casete con una cinta de José Luis Perales y se pone a contar la última vez que se ha ido de putas.

Manuel: De hecho, novelistas como Lorenzo Silva han introducido tramas reales en sus novelas, ha cogido trocitos de crímenes reales y los ha incorporado.

 

Después de tantos años de trayectoria, ¿destacaríais algún caso que os haya marcado?
Manuel: Yo uno muy antiguo, porque precisamente estaba empezando, cometí errores que me enseñaron mucho, el de Anabel Segura. Aprendí que cuando escribes o hablas de un material tan sensible, debes tener en cuenta que te puede escuchar o leer quien está directamente afectado.

Luis: Por hablar de los 90, que éramos jóvenes, la farmacéutica de Olot. Publicamos en Interviú que varios policías habían secuestrado a la farmacéutica, y ahora me asombro de la osadía sin que hubiera nadie detenido. Eso fue un lunes y la detención se produjo un miércoles, recuerdo esos tres días como un viaje alucinante en los que llegué a pensar que me había equivocado. Fue una forma curtirme.

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