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Sandra Aza: "España no fue una orgía de torturas durante la Inquisición como se cree"

La autora aborda en ‘Libelo de sangre' (editorial Planeta) una etapa histórica "sobre la que hay mucha leyenda". Desde una exhaustiva labor de documentación, arroja luz en relación a los procesos del famoso tribunal.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Sandra Aza

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"Como abogada me fascinaba saber cómo era un pleito en la Inquisición"

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Francisco Quirós Soriano
10/11/2023 - 00:28

La carrera profesional de Sandra Aza estaba ligada al departamento procesal del despacho de abogados Uría Menéndez. Sin embargo, decidió colgar la toga para alcanzar su sueño: dedicarse a la literatura. Fruto de ello surgió 'Libelo de sangre', un libro que ahora adquiere otro impulso de la mano de la editorial Planeta.

Esta novela ya tiene un recorrido en el tiempo, de hecho, recibió el premio Odilo en 2021. Ahora da un nuevo salto con la editorial Planeta. No deja de darle alegrías.

Pues sí, la verdad. Es una fuente constante de sonrisas, ha sido una aventura fabulosa desde el principio, es un camino de vida, me ha enseñado mucho, en todos los sentidos. No para de darme alegrías y traerme amigos y personas nuevas interesantísimas. Estoy feliz.

¿Tenía claro que su primera novela iba a ser de corte histórico, o es algo que surgió sobre la marcha?

Lo tenía muy claro. Había tres pilares: la Inquisición, Madrid y el siglo XVII. Nunca me planteé escribir una novela, para embarcarse en una aventura así hay que sacrificar muchas cosas, pero siempre decía que si yo hiciera una novela, sería sobre estas tres cosas. Al final sucedió.

Entonces, el siglo XVII es un periodo histórico que le gusta especialmente.

Sí. Lo cierto es que después me tuve que documentar muchísimo, crees que sabes mucho sobre algo, pero una vez que comienzas a indagar, te das cuenta que no es así. Es un baño de humildad. Soy una fanática de Madrid, de su historia, conocía cosas, me gusta mucho leer, pero hasta que no te enfrentas a una página en blanco para describir la casa de un pobre de aquella época no te das cuenta de todo lo que ignoras.

¿Por qué esos tres pilares?

Soy abogada de pleitos, así que siempre me ha fascinado mucho el tribunal de la Inquisición. Quería conocer cómo se tercia un procedimiento judicial para llegar a una sentencia donde se puede quemar a una persona. Empecé a investigar, también porque quería saber cuánto había de cierto y cuánto de leyenda respecto a lo que nos han contado sobre la Inquisición. Mi gran sorpresa fue que, cuando empecé a estudiar de verdad sobre este tema, ni es verdad todo lo que nos han contado, ni nos han contado toda la verdad; está todo muy manipulado y tergiversado. Al descubrir esto, me propuse plasmar en un papel todo el procedimiento de un juicio de la Inquisición, pero tal cual ocurría, es decir, sin morbo pero con crudeza y realidad, sin entrar en disquisiciones valorativas porque la Historia no se puede juzgar, no se puede entrar a valorar algo de hace 400 años con nuestros ojos de ahora. La pena de muerte estaba integrada en España y en toda Europa. La Historia está para contarla y estudiarla. Quise quitar leyenda sobre la Inquisición y ponerla en su justo lugar, y, de paso, ponernos a los españoles en el lugar en el que nos corresponde, que no es el que estamos. Tenemos un sambenito con la leyenda negra que pesa demasiado, especialmente con la Inquisición.

¿A qué se refiere?
Parece que solo hubo Inquisición en España, cuando ni siquiera fue creada aquí. Fue creada en Roma en 1184 por el Papa Lucio III para extirpar la herejía de los Cátaros, que estaban en el Sur de Francia. Pasaron tres siglos hasta que España constituyó la Inquisición. La única diferencia es que los Reyes Católicos dejaron claro que el Papa no iba a meter mano en su tribunal ni en su reino. La Inquisición francesa hizo desaparecer a los Templarios, y la romana fue la primera que lanzó una cruzada de cristianos contra cristianos y, en un solo día, en Beziers, en 1209, mataron a 20.000 personas, más que toda la Inquisición española en todo su tiempo. Cuando toda Europa estaba quemando brujas por doquier, en España apenas se quemaba por brujería: en Alemania, el dato más optimista es de 50.000, y el más pesimista, de 5 millones. En toda esta investigación he podido comprobar que era un procedimiento muy reglamentado, era muy riguroso, España no fue una orgía de cremaciones y torturas, en algo más de tres siglos se torturó a 2.500 personas. Las torturas duraban una hora y cuarto, que es un horror, pero en Inglaterra se podían pasar un semana entera haciéndolo. Además, si superabas esa tortura, se consideraba que Dios estaba a tu lado y estabas diciendo la verdad, por lo que quedabas absuelto. En cambio, si criticabas en Inglaterra la biblia calvinista, te torturaban durante un mes y, si lo superabas, te condenaban a muerte.

Todo esto no se cuenta porque nuestra Historia la han narrado extranjeros; en Francia e Inglaterra no se permite que un extranjero cuente su Historia. Conclusión: no conocemos nuestra Historia. Somos grandes y no lo sabemos. Ningún otro país tiene un Siglo de Oro, un Cervantes o un Quijote.

¿Cómo de difícil es articular una novela apoyándose en datos fidedignos y, a la vez, que sea una trama entretenida?
No sé cuál es el secreto. Lo que he intentado es contar la historia dentro de la Historia, y siempre intentando ser muy fiel, nunca dejándome llevar por lo que a mí me gustaría contar en un momento dado. Es difícil porque al final, por suerte o por desgracia, sobre Madrid y sobre la Inquisición hay mucha documentación. Ante tal aluvión de bibliografía, descubres y aprendes tanto que lo realmente difícil es discriminar, y no meter todo lo que te gustaría incluir. Eso para mí ha sido lo realmente complicado. Cuando hablo de documentación fidedigna me refiero a autos judiciales, la Inquisición española fue la única que transcribió todos, de arriba a abajo, incluido el procedimiento de la tortura.

Ese Madrid que mezcla miseria y opulencia de las clases más pudientes, un poco al estilo de las historias de Dickens o Victor Hugo. ¿Nota influencia de esos autores o es mera coincidencia?
No me he inspirado en ellos, aunque los admiro muchísimo, la comparación con ellos es un privilegio. Me he limitado a describir lo que había. Cuando lees la literatura de la época, si cierras los ojos, sientes oscuridad, no había farolas, las casas de las ventanas eran muy pequeñas para combatir el frío... Todo era muy oscuro, especialmente en la calle, donde había muchas ratas, fluidos orgánicos, montones de basura, indigentes tirados en las aceras, o cadáveres de animales y de personas. Los ricos vivían muy bien, pero eran unos pocos. Había un gran contraste expresado en el Barroco, gente opulenta que vivía en la misma ciudad donde había personas que se morían de hambre, sobre todo en invierno, que era una estación muy dura.

Alonso es el gran protagonista de esta novela. ¿Hay un deseo de hacer un homenaje al Quijote?
Alonso es un enamorado del Quijote, pero el nombre no está pensado por Alonso Quijano. Es un nombre que me gusta mucho. Me obligaron a leer El Quijote de pequeña y me espantó porque no entendí nada, pero luego lo releí de mayor y me quedé alucinada. Me gusta tanto esa obra y la vida de Cervantes, que es incluso más fascinante que la del Quijote.

También hay una parte femenina, retratada con mucha crudeza: hijos que no eran reconocidos por sus padres biológicos fuera del matrimonio, violencia... ¿Por qué no se ha conocido tanto la historia de personajes como los veteranos de Flandes?

Con todos mis respetos a los soldados, en aquella época, en 1620, había una tregua con los holandeses y todos los tercios de Flandes no tenían nada que hacer, así que volvieron a sus ciudades. Además, estaban los llamados militares estropeados, que eran los que no podían estar en el frente porque habían sufrido heridas de guerra. No encontraron ayudas, no tenían pensiones ni subsidios, así que se vieron sin nada, sin casa, sin familia... Estaban amargados y enfurecidos con un país por el que lo habían dado todo y ahora les dejaba tirados. La Corona les solía dar licencias para regentar casas de apuestas, aunque no era fácil. El resto eran personas difíciles de reinsertar en la sociedad, llevaban la violencia dentro y sólo habían aprendido a matar. Aquellas guerras eran de cuerpo a cuerpo, eso dejaba muchas secuelas físicas y psicológicas. Por ello, sólo les quedaba como  opción estar en la indigencia o ser asesinos a sueldo. Por desgracia, en aquellos años se violaba por doquier, no lo hacían solo los soldados. Una mujer que iba por la noche sola por aquel Madrid se exponía a cualquier cosa. En general, las mujeres estaban muy prisioneras, también durante el día. Pero por la noche a nadie se le ocurría salir a la calle, era un suicidio.

¿Habrá una segunda parte de esta novela?

Sí, en breve.

Empezó su carrera en el mundo de la abogacía, pero colgó la toga para dedicarse a la literatura. ¿Qué ve en este recorrido y qué sensación le queda?

Mi paso por la abogacía me ha permitido escribir este libro. Todo lo que he aprendido, tanto en la carrera como en el despacho en el que trabajé, fueron mi escuela de vida y de Derecho, ahí tengo a todos mis maestros, además, son amigos míos y los adoro. Colgué la toga, pero la sigo teniendo en el armario. El Derecho sigue en mí, no me he desvinculado de él realmente, es algo que vivirá conmigo siempre.

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