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Javier Pérez Campos: "El fantasma de un niño aterra porque es un espejo de nuestra fugacidad"

El autor manchego firma un repaso exhaustivo por algunos de los casos de las apariciones más temidas. En ‘Inmaturi' (editorial Planeta) también hace un ejercicio de divulgación histórica en relación al enterramiento de los menores.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Javier Pérez Campos

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Javier Pérez Campos · Foto: Javier Ocaña

Javier Pérez Campos · Foto: Javier Ocaña

"Como padre, abordé este asunto desde el miedo a la pérdida"

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F. Q. Soriano
24/11/2023 - 00:03

Con apenas 34 años, Javier Pérez Campos está considerado uno de los periodistas con más renombre en la búsqueda de historias ocultas. Su participación como reportero en el programa de televisión ‘Cuarto milenio' ha ayudado también a que su rostro sea un poco más popular, pero lejos de crear una zona de confort en el mundo audiovisual, este periodista de Ciudad Real sigue prodigándose en el mundo literario. Su última aportación es ‘Inmaturi' (editorial Planeta), un libro cuyo punto de partida coincide con un momento vital destacado.

A través de su experiencia profesional ya tenía constancia de historias como las que aparecen en 'Inmaturi', pero a tenor de lo que aparece en el prólogo parece evidente que la paternidad fue el resorte definitivo para lanzarse a escribirlo.
Justo fue así. De alguna manera, el fantasma del niño siempre me había interesado como algo que a nivel iconográfico tiene una gran fuerza, pero cuando me convierto en padre hace tres años da la casualidad de que, además, empiezo a recibir multitud de casos de personas que aseguran haberse topado con fantasmas infantiles. Tomé esa casualidad como una invitación a investigar ese fenómeno de las apariciones de niños desde la antigüedad hasta hoy. Todo ocurre en ese momento mágico de mi vida en el que soy padre, en el que también surgen unos miedos que van casi en el ADN y que afloran cuando nacen mis hijos. Esos miedos, a su vez, me hacen investigar este fenómeno con otra perspectiva. A mí me interesaba el fantasma del niño casi como algo iconográfico, pero con la paternidad me acerco a ello con el miedo a la pérdida, entendiendo mejor que el fantasma del niño nos produce un desgarro que no se parece a ningún otro porque la muerte de un niño es lo más incomprensible que puede ocurrirnos como sociedad. En la Antigua Roma se llama 'inmaturi' a los niños que morían antes de tiempo.

Hace algo más de dos años hablábamos sobre 'Los intrusos', su libro anterior, imagino que entonces ya estaba sumergido en este otro.
'Los intrusos' se da la mano con 'Inmaturi' porque el primero lo termino en la habitación de un hospital a punto de que nazcan mis hijos, en un momento semanas antes que tienen que ingresar a mi mujer. 'Inmaturi' empiezo a escribirlo pocas semanas después, cuando comienzan a llegar los primeros casos, empiezo a darme cuenta de que hay una historia que no se ha contado antes, no hay ningún libro tan específico sobre fantasmas infantiles. Empiezo a indagar sobre el fenómeno a partir de las historias que me llegan, de las visitas a esos lugares donde supuestamente se aparecen y de la labor de documentación a través de crónicas, tratados antropológicos e incluso cómo se han representado estas apariciones en el arte.

¿Ha tenido que acotar?

Efectivamente, hay algunas cosas que abrían demasiado el espectro, nunca mejor dicho, y había que reducir los casos. Por ejemplo, ha quedado fuera una parte de la investigación en la que estoy sumergido ahora y que me parece muy interesante. Tiene que ver como desde la Edad de Bronce hay ejemplos muy extraños de enterramientos infantiles en La Sagra, una zona de Toledo, en ocasiones de neonatos, en los cimientos de las viviendas. Dicen algunos historiadores que se hacía como una especie de creencia de que estos enterramientos atraían a la buena suerte ya que los espíritus de los niños se convertían en guardianes de la vivienda. Es algo que he descubierto después y podría haber sido un capítulo interesante.

"En la Antigua Roma se usaban clavos para anclar el alma a la tumba" 

Repasa algunos de los ritos funerarios que se hacían en España. ¿Había un deseo de divulgación histórica?
Como autor me gusta escribir de lo que me interesa, y me interesa todo: el cine, la cultura, el arte, la  historia, la literatura... En el libro está todo eso, hay referencias a películas, a libros, a tratados de historias, a obras de arte medieval o del Japón feudal. Una parte fundamental es aquello que nos dicen la Historia y la arqueología sobre el entierro de niños. He descubierto cómo en la Antigua Roma se enterraba de forma diferente a los niños, se les introducía en el interior de vasijas, de ánforas, se les colocaban clavos para anclar su alma a la tumba.

Hay un caso de una doctora que vivía cerca de Badajoz. Un claro ejemplo de confrontación del escepticismo con los fenómenos de los 'inmaturi'.
Es curioso que la testigo es una médico que trabaja cerca de Badajoz. Una mañana sale con su coche rumbo a Solana de los Barros y en mitad del camino dice que observa a un niño que camina de espaldas al arcén. Le deja muy sorprendido la vestimenta, lleva una túnica blanca, va descalzo y porta una especie de cinturón que a ella le hace pensar en cíngulos romanos con los que se vestían en la antigüedad. Va disminuyendo la velocidad y, cuando está a la altura del niño, a la altura del retrovisor ve que no hay rostro, que es totalmente oscuro. Le provoca un pánico que hace que salga a toda velocidad. Para más inri, cuando nosotros vamos allí a investigar, descubrimos que a unos 50 kilómetros de allí hubo una tumba de un niño esclavo romano que hoy está expuesta en un museo de Mérida. No era un lugar cualquiera, la testigo no tenía esa información, pero la casualidad hizo que en un mismo punto que tenía una carga histórica vinculada a ese fenómeno se diera una aparición.

Otro caso paradigmático es el de Andresito, del que se llega a hacer eco el Ministerio del Interior. ¿Tiene constancia de hechos similares?
Es muy interesante porque esto demuestra que, en el fondo, hay un interés por este tema desde todos los estamentos y desde todos los ámbitos. En algunas de mis obras he llegado a recoger documentos de la Guardia Civil donde se da fe de la denuncia de un ciudadano que asegura haber visto un espíritu o un fantasma en medio de la carretera. Recuerdo incluso el caso de un Guardia Civil que escribía literalmente que él había presenciado uno de estos fenómenos en el hospital de Mahón, en Menorca. Eso resulta muy llamativo porque las autoridades están especialmente preparadas para todo tipo de situaciones.

Hay una madre de Sevilla que contacta con usted y asegura que su hijo tiene un amigo imaginario. A colación de este caso, ¿es cierto que los niños tienen una especial sensibilidad para conectar con este tipo de fenómenos?
Es curioso porque el amigo imaginario es un fenómeno recurrente que la psicología infantil estudia y que da respuesta al hecho de que muchos niños entre los 4 y los 6 años jueguen y generen un apego con personas a las que nosotros no podemos ver. En el caso de Sevilla que cuento en el libro, un niño juega con un amigo imaginario al que esa madre no puede ver, hasta que ella se convierte en testigo directo de la aparición de ese niño mientras aparca el coche en el interior de su finca. Eso le generó un impacto tremendo. Muchos psicólogos han hablado del amigo imaginario como algo que da cierta calma a los padres, pero otros hablan de que a los 6 años se produce la poda sináptica, que es la desaparición de cientos de conexiones neuronales que hacen que, a partir de esa edad, desaparezca esa capacidad del cerebro para ser una máquina prodigiosa. Hay quien dice que es posible que antes de esa poda sináptica se generen unas conexiones que favorezcan la percepción de este tipo de fenómenos con mayor naturalidad.

Aunque tiene experiencia sobrada respecto a este ámbito, ¿hay algún caso que le haya impactado especialmente?
Uno de ellos, creo que por lo particular de la visión, es el conocido como niño blanco, que se aparece a las puertas del cementerio de Aceitunilla, en Las Hurdes, que ha sido visto desde 1800 hasta la actualidad. Hay crónicas que hablan de batidas de cazadores que se lo habían topado con toda claridad y habían huido despavoridos, lo describen como una figura de pequeña estatura que a veces parece un feto y que produce un sonido aterrador. Curiosamente se aparece siempre a las afueras del cementerio, nunca en el interior, según las crónicas a los niños no bautizados siempre se les enterraba a las afueras del camposanto, no se les podía enterrar en un lugar seguro. Pero además hay tradiciones medievales que llegan hasta el siglo XVIII que hablan de la aparición de fetos que han muerto a temprana edad y que algunos habían visto manifestarse tiempo después. El modo de deshacerse de ellos era simplemente poniéndoles un nombre. Al bautizarles de esta forma se les daba una dignidad que les permitía llegar al otro lado. En España el ejemplo del niño blanco es quizás la última muestra de un tipo de aparición que ya a nivel reciente no se produce en ninguna otra parte del mundo.

"Hay un interés por este tema desde los diferentes estamentos" 

Tras la investigación para este libro, ¿por qué da tanto miedo la figura de los 'inmaturi'?
Esa era la gran pregunta. Cuando me adentro en la investigación, veo que para todas las culturas el fantasma del niño ha sido siempre el más temido, por eso se ha ido enterrando de manera diferente. Mi conclusión es que nos aterra por dos motivos: primero porque su muerte es lo más antinatural que existe, a nivel de sociedad nos produce un desgarro inigualable; y, por otro lado, el fantasma de un niño es como un espejo en el que se refleja nuestra propia fugacidad, en el libro digo que esto viene a decirnos que como él ha muerto a deshora tampoco existe la certeza de un mañana para nosotros. Nos pasamos la vida preocupados por pagar una casa a plazos, por unas vacaciones que vamos a vivir en 6 meses, por un concierto, etc, cuando en realidad nadie tiene el futuro garantizado. En realidad el fantasma del niño es un memento mori que nos dice que solo tenemos el ahora. En el fondo mis libros vienen a responder a esa inquietud personal que tiene que ver con la muerte y que en el fondo es, casi paradójicamente, una actitud frente a la vida.

Hace muchos años desde algunos sectores de la sociedad estos fenómenos se trataban con cierta hilaridad. ¿Tiene la sensación de que esta visión ha cambiado de la mano de programas como 'Cuarto Milenio'?
Sí, sí que la tengo. Cuando intentaba hacer entrevistas hace más de una década en ocasiones había algunas reticencias por parte de los testigos a hablar por miedo al ridículo o a que se rieran de ellos. Por fortuna, eso ha ido cambiando, nos hemos deshecho de un estigma, hemos normalizado algo. Esto es gracias a programas como 'Cuarto Milenio', que han dignificado algo que durante mucho tiempo se ha tomado como algo propio de la burla. A mí me interesa estudiar estos fenómenos desde diferentes ramas científicas, es bonito también como ha cambiado en la historia. Durante muchos años los investigadores han hablado de una ritualfobia, que es el miedo a explicar los ritos de la antigüedad. Ahora muchos ya estudian la antropología de las creencias. Creo que entre todos estamos haciendo un estudio sobre algo que nos fascina desde el nacimiento de la conciencia: el mundo de lo trascendente.

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