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Javier Menéndez Flores: "No se me ha caído ningún mito; la persona y el artista son cosas diferentes"

El periodista y escritor madrileño presenta una recopilación de entrevistas con artistas de la talla de Joaquín Sabina, Andrés Calamaro o Paco de Lucía.

Archivado en: entrevistas, cultura, música, literatura, Javier Menéndez Flores

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Javier Menéndez Flores

Javier Menéndez Flores · FOTOGRAFÍA DE Margarita Bañón

"El periodista no está al servicio del artista, ni el artista tampoco debe estarlo al del periodista"

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Francisco Quirós Soriano
21/3/2024 - 19:25

Treinta años dan para mucho, también en materia laboral. De eso puede dar fe Javier Menéndez Flores, quien ha recopilado un buen puñado de entrevistas en ‘Si tú me dices... Conversaciones con grandes figuras de la música' (Libros Cúpula) y que sirve de hilo conductor para esta charla.

En este libro, la protagonista indiscutible es la entrevista. ¿Es tu género periodístico favorito, o simplemente es fruto de tu camino profesional?
Hay un poco de las dos cosas, pero sí diría que es mi género favorito, por todo lo que ofrece. Hay gente que me dice que la entrevista es un género decimonónico, trasnochado; no lo creo, considero que sigue vivísimo y que es la parte esencial del periodismo. El periodista lo que quiere es saber, y en una entrevista, te sientas enfrente de personas que tienen mucho que ofrecer, que en teoría saben de una serie de cosas más que tú y de los que, supuestamente, vas a aprender. Por tanto, me parece que se produce un intercambio que tiene que ver con el periodismo. Lo llevaría, por establecer un símil, al trabajo de investigación de un policía o de un detective de las películas y las novelas: bucear, conocer, enterarse, tirar de la lengua... Y eso es lo que me gusta del periodismo.

La obertura está fechada el 24 de octubre de 2023, pero si nos vamos un poco más atrás en el tiempo, ¿cuándo fue el momento en el que decidiste que tenía sentido recopilar todas estas entrevistas?
Había escrito dos libros anteriores de entrevistas, 'Miénteme mientras me besas', con Plaza & Janés, que también estaba enfocado al ámbito musical, y luego escribí 'Arte en vena', con Ediciones B. Con este último abrí el abanico, entrevisté a directores de cine, actores, músicos y escritores. Lo hice porque me gustan los libros de entrevistas, es decir, soy lector de libros de entrevistas. Pero en este caso fue una propuesta que me hicieron las dos editoras. En concreto Lydia Díaz me preguntó que, con toda la gente que había entrevistado tan interesante, qué me parecía si reunía en un libro las que considerara que son mis mejores entrevistas de los últimos años a grandes figuras de la canción. Luego se lo comentamos a la otra editora, a Leticia Sánchez Jiménez-Pajarero, y nos lanzamos. Ese fue el embrión. Son esas cosas que, aunque no hayan partido de ti, son una alegría, porque supone recuperar un trabajo que todavía se mantiene en pie, a mi modo de ver, creo que todas estas entrevistas mantienen intacta la vigencia, más allá de que hay algunos nombres que ya han desaparecido y algunos sucesos históricos que ya están superados. Me siento bastante satisfecho de ese trabajo, creo que resume muy bien lo que ha sido mi labor como entrevistador en estas tres décadas.

Los artistas e intérpretes que aparecen son 40, un número muy redondo. ¿Esa selección estaba clara, o es algo que ha venido dado por el propio proceso?
No, me costó. Moví muchas fichas, hay gente que se quedó fuera, por ejemplo, Peret, a quien le hice una entrevista muy interesante en su día, o El Fary. He entrevistado a muchísima gente, muchos más de los que salen ahí. Tenía que ser un número redondo. Efectivamente, son 40 personajes, pero ascienden casi a 80 las entrevistas: en el caso de Sabina hay ocho, de Serrat hay cuatro, de Robe hay cuatro, de Dani Martin cuatro, de otros hay una... Es una doble selección, tanto de figuras de la canción como de mis encuentros con ellos. En el caso de Sabina lo he entrevistado muchas más veces y salen ocho y, en otros casos, a lo mejor he hecho tres entrevistas a un personaje, pero entendí que quizás algunas no tenían la frescura ni se mantenían tan bien como la que incluido en el libro.

El número exacto de entrevistas es 76. ¿Cuál ha sido la más difícil, la más compleja?
Hay algunas que son inéditas, las hice para no publicarse en ningún medio, sino con el espíritu y con la intención de publicarse en un libro, como una muy larga a Miguel Bose, la primera que recojo de él, otra también muy extensa a Miguel Ríos, alguna de José Mercé, y hay una muy larga que hice a Paco de Lucía en su casa de Palma de Mallorca, que se publicó parcialmente en Rolling Stone. Esas son entrevistas en las que hay una larga distancia, sabes que no están concebidas en principio para publicarse en un medio. Creo que eran más atrevidas, mi intención era hablar de más cosas.

Esos 40 personajes hablan sobre todo de música, pero también de la faceta personal. ¿Hay alguno que se mostrara especialmente reacio a ello?

Pasa una cosa con las entrevistas: de un tiempo a esta parte los personajes solo te conceden entrevistas en periodo promocional, aparte, ni siquiera tienes dato directo con ellos, lo haces a través de una discográfica o de una oficina de representación. Eso en los últimos tiempos ha sido demoledor. En este caso, yo también tenía que recurrir a esos filtros, pero conseguí entrevistas fuera de promoción y como con algunos, caso de Joaquín Sabina, labré cierta amistad, conseguí verlos pasando de lado lo que es ese filtro obligado. Cuando he hecho una entrevista de promoción, he aceptado las reglas del juego, pero he entendido que ese personaje las tenía que aceptar también. El periodista no está al servicio del artista, ni el artista tampoco debe estarlo al del periodista, tiene que haber un intercambio, una reciprocidad. Si yo le estaba haciendo una entrevista porque sacaba un disco y le convenía y le interesaba que habláramos de él, yo a cambio tenía que obtener algo más. Entonces, hacía una serie de preguntas sin previo pacto, sin que hubiera nada premeditado, siempre con la intención de que perdurasen esas entrevistas, que mantuvieran vigencia y, en un futuro, recogerlas en un libro. Me he encontrado de todo, a veces la propia charla te llevaba a un terreno personal y era el propio entrevistado el que te abría esas puertas, otras veces era yo el que tenía que forzar. Con algunos he tenido mayor fortuna y con otros menos. Pero creo que, en general, sí que están explicados tanto en su faceta profesional como en su faceta personal.

"Es una doble selección de las figuras de la canción y mis encuentros con ellos" 

Hay algunos nombres incluidos que tristemente ya han desaparecido, como Antonio Vega, Aute o Manolo Tena. A nivel emocional, y dado que con algunos también estableciste cierta relación, ¿te ha pellizcado el hecho de estar recopilando estos datos, echar la mirada atrás y recordar ese tiempo con ellos?
Claro que me ha pellizcado. Por ejemplo, en el caso de Aute fui muchísimas veces a su casa, cené y comí con él, me presentó algún libro... Con Manolo Tena tuve una relación muy estrecha, fue, además, novio de una íntima amiga mía, una fotógrafa de prensa. Le pedí muchos textos para libros, participé con él en presentaciones, es decir, trascendía lo meramente profesional. Claro, me ha venido de golpe, como en cascada, todo eso, y sí, ha sido doloroso, porque era gente a la que admiraba, me parecían muy inteligentes y grandes artistas, y, sobre todo, me han venido los momentos de mí mismo entonces, ves ese paso del tiempo y te das cuenta de que, coño, han pasado muchos años. Estamos hablando de que yo empecé a entrevistarles en los 90 y ya estamos en 2024, hablamos de un cuarto de siglo, camino ya de los 30 años, y eso es mucho tiempo.

Haciendo un ejercicio de ficción, si tuviésemos delante, por ejemplo, a Aute, ¿qué le preguntarías ahora mismo?
Le felicitaría por no haberse ido todavía, lo primero. También le preguntaría, como en su momento cuando había temas que eran de actualidad como el Plan Ibarretxe, por el caso Puigdemont, por la polarización que hay en la política actual, por las redes sociales... Es decir, más allá del trabajo del que habláramos, le preguntaría por los temas que, dado que son artistas que te permiten hablar de otros asuntos porque son gente inteligente y formada y, además, informada, guardan relación con la actualidad, y que, a mi modo de ver, desde un punto de periodístico tienen interés para el lector. Un lector de un periódico o de una revista generalista, no tiene por qué ser un enamorado de la música, pero puede adentrarse en una entrevista musical si lee un titular que de pronto le parece interesante.

Has mencionado las redes sociales. Desde tu prisma como entrevistador, ¿sientes que, como algunos aseguran, ahora hay más de miedo a decir algo políticamente incorrecto, o que es un falso mito?
A través de las entrevistas que hago todas las semanas para el diario La Razón, donde les pregunto mucho por la corrección política y la cultura de la cancelación, abiertamente muchos de ellos reconocen que se han llegado a autocensurar, tanto a la hora de escribir una letra como, por supuesto, cuando tienen que escribir un tuit, pueden pasar media hora pensándolo porque saben perfectamente que van a ser criticados, aunque creo que eso es ponerle puertas al campo. Para empezar, nadie es del gusto de todo el mundo, ni siquiera Jesucristo. Y luego, las redes sociales, sobre todo Twitter, tienen una cosa que, a mi modo de ver, es desleal e innoble: te pone a parir gente que no da la cara ni firma con su nombre. Para mí eso no tiene ningún valor. Si tienes los huevos de llamar de todo a una persona pública que emite un juicio, da tu nombre y muestra tu rostro. Me parece que todas las opiniones caben, creo en la libertad de expresión de una manera absoluta, es uno de los pilares de la democracia, pero tiene que haber unas reglas del juego para que todos juguemos en el mismo terreno.

Volviendo al libro, y adentrándonos un poco en los personajes que aparecen recogidos, Alaska tiene dos entrevistas y otras como Fangoria. ¿Qué ha sido más divertido, entrevistar a Olvido Gara o esa dupla con Nacho Canut?

Aquella dupla con Nacho Canut fue muy divertida. Fue en un hotel en el barrio de Salamanca, yo me di un golpe en coche justo antes de la entrevista y se demoró, pero luego fue un vacile total. Me acuerdo que, de pronto, dijo Nacho Canut que era una entrevista muy divertida y preguntó para qué medio era. La hice para Interviú. La verdad es que fluyó, fue uno de esos momentos que uno disfruta como periodista porque te estás riendo de verdad y ves que, además, los entrevistados también lo hacen, que están divirtiéndose y están diciendo barbaridades.

Recoges también una entrevista con Amaral. Hablas de esa diferencia entre el trato de Eva y el de Juan, más introspectivo. ¿Te hubiese gustado entrevistar a Eva Amaral este verano después de todo el boom que hubo con su alegato femeninista en el Sonorama?
Pues sí, claro, me habría gustado porque eso fue noticia. Supongo que habría expresado lo mismo que, de alguna manera, dijo después en alguna entrevista, se habría extendido más. Creo que fue noticia y que es un gesto que, además, periodísticamente tiene mucho interés.

Andrés Calamaro. ¿Es el personaje que más trabajo te ha acarreado respecto a las tareas de edición?
El que más, quizá. Han sido entrevistas en las que era imposible meter baza, pero lo he dicho mil veces: un periodista tiene que ser absolutamente flexible. Tú estás obligado, te exige tu trabajo, a ir con los deberes hechos, así que sabes lo que me tienes que preguntar, pero, de pronto, si yo me pongo a hablar y no te dejo meter una pregunta, debes tener la habilidad para, con todo eso que te he contado, sacar el interés de todo ello, aunque solo sea un 40% de todo lo que he contado. En el caso de Calamaro no es tan exagerado, pero es verdad que él coge un tema y le sirve para abrir 50 trochas y tocar mil temas distintos, es un tipo muy divagante, duda mucho, algo que a mí me gusta, porque al mismo tiempo está escarbando dentro de sí. Del mismo modo que es, posiblemente, el que más trabajo me ha dado a la hora de editarle, es también el que más perlas me ha regalado.

Joaquín Sabina, como bien has comentado, es una persona muy allegada a ti. Posiblemente la mayor dificultad que hayas tenido en este libro ha sido precisamente seleccionar todo aquello que no estaba incluido en otros libros con él.

Sí que he sido bastante exhaustivo y escrupuloso a la hora de seleccionar esas conversaciones pensando en que no todo el mundo se ha leído mis biografías de Sabina. Yo tengo una máxima: la entrevista tiene que cumplir un fin, que la persona que la lea, que la escucha en radio o la ve en televisión tiene que llevarse una idea aproximada de cómo es esa persona. Y, en ese sentido, la selección que yo he hecho de las entrevistas a Sabina creo que resume muy bien el tipo de persona que es. Para empezar, es un tipo que te da un titular prácticamente en cada respuesta, es explosivo, no se mide nada. Es absolutamente espontáneo. En ese sentido es un filón para un periodista, porque hay gente que es muy hermética.

Hay una rama también dentro del libro dedicada a los flamencos, como José Mercé o Paco de Lucía. Con sus peculiaridades personales, ¿has notado alguna diferencia respecto a las grandes estrellas del rock o del pop?
Son más tímidos, pero, igual que pertenecen a un arte hondo y jondo, a veces se expresan también con esa profundidad. Por ejemplo, recuerdo entrevistas en este libro de Diego El Cigala, él no había hablado nunca públicamente de las drogas y lo hizo conmigo en una entrevista para Interviú. Le pregunté por qué se había sincerado a ese respecto y respondió que era porque se había sentido cómodo. Creo que tuve suerte. A lo mejor él vio en mí un interlocutor que no le molestó o que le resultó agradable, la verdad es que no lo sé. Creo que también en el entrevistador hay algo que es innato y que no se aprende en la facultad, que es lo que cada uno trae de fábrica, a veces puede ser que yo tenga cierto encanto para haberme ganado a determinadas personas, más allá de que creo que mi principal virtud ha sido hacer los deberes.

En la obertura hablas de la frustración que supone revisar una entrevista, centrándote en la de Christina Rosenvinge, que es la más reciente. ¿Te ha servido este trabajo de recopilación para reconciliarte con esa parte?
Sí. En una entrevista reciente me preguntaban si me he ido de muchas entrevistas con la sensación de si tendría que haber hecho otras preguntas o podría haberle sacado más jugo. Creo que eso me pasa siempre, pero es que estoy obligado a que me pase, tiene que ver con ese perfeccionismo
 del que estás hablando ahora, y con ese objetivo de hacerlo lo mejor posible. Pero luego, con la perspectiva que da el tiempo y al haber leído estas entrevistas, mi impresión general es que no lo hice tan mal, creo que sí cogí lo medular. Evidentemente podrían haber sido mejores las entrevistas,
 siempre. ¿Podría haber obtenido más? Pues es posible. Pero creo que, en general, estoy satisfecho con el trabajo que hice.

Siguiendo con ese trabajo de autoevaluación, ¿cuál es el gran cambio del Javier entrevistador 2024 respecto al de 1997?

Creo que era más valiente y más audaz en algunas cosas, y que ahora soy más valiente y más audaz ahora en otras. Actualmente tengo unas tablas que entonces no tenía, antes estaba muy
 verde en algunos aspectos, también me imponían más determinadas figuras. Ya he estado en todos los frentes, no hay nadie con quien se me vaya a abrir la boca, más allá de que me pueda gustar su trabajo. Ya no tengo pósters de nadie, toda esa etapa la he superado. Ahora puedo hablar con una distancia que quizá en mis primeros años no tenía, estaba más impresionado por el brillo, por la estatura del personaje. Otra cosa que me preguntan mucho es que, como con algunos personajes he entablado amistad o algo parecido, si me he tenido que medir cuando les he entrevistado posteriormente. Pues no, siempre he tenido claro que cuando les hacía una entrevista me debía a mi trabajo y, en este caso, a los lectores, y creo que ellos tampoco han perdido nunca pie del suelo, nunca han olvidado que había un pilotito rojo y que estaban hablando con un periodista. Los dos 
éramos conscientes de que, en ese momento, estábamos haciendo un ejercicio profesional.

"Ya no tengo pósters de nadie, esa etapa la he superado" 

¿Hay algún mito que se te haya caído?
Es que creo que eso del trato personal, que a mí me ha pasado también, claro, es un error; la persona es una cosa y el artista es otra. A mí no se me ha caído el mito de ninguno de los trabajos, a lo mejor me he encontrado con artistas que me han resultado más grises de lo que yo pensaba que eran, aunque puede tener que ver con el momento en el que les he entrevistado, pero creo que ese es un error mío porque, insisto, lo que queda y lo que debe perdurar es la obra. Más allá de cómo se muestre una persona y de que te dé más o menos en una entrevista, lo que prevalece es el trabajo que hace. Lo que no me ha decepcionado, desde luego, han sido sus trabajos, o los de algunos, porque evidentemente no todos los trabajos de todas las figuras que hay aquí me han interesado por igual.

Todos los nombres que aparecen aquí son grandes figuras del mundo de la música en general. ¿Hay alguno que te gustaría incluir de cara al futuro?
Pues, por ejemplo, no he entrevistado a Alejandro Sanz. En el momento de mayor éxito de Alejandro, con 'Corazón partío' , que era cuando yo más entrevistas hacía para Interviú, no se dio la circunstancia. No es que yo le haya pretendido y él me haya dicho que no, de hecho en un libro que hice de conversaciones con Dani Martín, 'Soñar no es de locos', me escribió un texto sobre Dani. Han sido un poco las circunstancias. Me habría gustado hacer una entrevista a Alejandro Sanz y creo que sigue teniendo una entrevista ahora, después del gran éxito que tuvo, creo que él también ha superado eso, se ve a sí mismo con cierta distancia y le han sucedido cosas a nivel personal que le han hecho crecer. Considero que está en un momento de madurez que si tuviera la ocasión de entrevistarle y se diera la circunstancia de que pudiera penetrar en él, creo que podría obtener material de valor.

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Un “valor añadido” en esta publicación:

Acostumbrado a tener que enfrentarse a la limitación de espacio por las características de los medios impresos, Javier Menéndez Flores ha tenido “el privilegio” de recuperar aquellas “partes inéditas de las entrevistas que fueron desechadas en su día” para ser incluidas en este libro. “Hay un porcentaje alto del libro que es inédito, y eso hace que tenga, a mi modo de ver, un valor añadido”, puntualiza.

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