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CANTABRIA CON UCRANIA

Encaje de bolillos para traer refugiados a Cantabria

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La recogida y traslado de expatriados ucranianos ha requerido una coordinación que no siempre ha sido sencilla

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Moncho Escalante
02/4/2022 - 12:47

Aunque mi viaje hasta la frontera de Polonia con Ucrania se gestó en Cáceres y se originó en Madrid, enseguida se orientó hacía la tierruca.

 

Y es que mis amigos, comenzaron a contarme casos concretos de personas que querían viajar a Cantabria. Esa fue una de las razones que me llevó a quedarme, y no volver con el grupo con el que había viajado hasta ahí.

 

Uno de mis primeros contactos fue Marcos Díaz, director de Maflow Spain, una empresa polaca, que entre su personal cuenta con gran cantidad de ucranianos. Maflow se encuentra ubicada en Guarnizo y está realizando una labor increíble, enviando ayuda humanitaria y trayendo refugiados. 

 

Fruto de las conversaciones con Marcos, surgió la posibilidad de trasladar a una familia con vínculos en Cantabria, que estaban en ese momento en el centro de refugiados de Przemysl, junto a la frontera con Ucrania.

 

Me comuniqué con ellos por medio de WhatsApp, utilizando el traductor del teléfono, ya que ni un solo integrante del grupo sabía español o inglés, y yo tengo el ucraniano bastante oxidado. Les tranquilicé, asegurándoles que iba a gestionar su viaje a España, y me puse a pensar cómo narices lo iba a hacer.

 

Pero como las buenas intenciones a veces vienen acompañadas por la buena suerte, poco después de haber hecho mi promesa, me llamó José Ortega, un buen amigo de Madrid, con una de esas ofertas que no se pueden rechazar. 

 

Se brindó a desplazarse hasta Polonia, para traer a quien hiciera falta, y depositarlo en el punto de España al que quisiera desplazarse. Pensé que era un ángel al volante de una furgoneta.

 

Después de esta llamada, vinieron muchas otras, en un sentido y en el otro. Unos querían que trajéramos refugiados, debido a sus vínculos familiares, y otros querían viajar a Polonia, para ayudar a salir a todas esas personas que huían de la guerra.

 

La coordinación no fue sencilla. Durante esos días sobrevivía gracias a una enorme batería extra, que me había traído para recargar el teléfono, pastillas para la afonía, ya que perdí varias veces la voz de tanto hablar, y la inestimable ayuda económica de muchos amigos que se desvivieron por ecaharme una mano.

 

El siguiente caso relacionado con Cantabria, fue el de una amiga que había leído una noticia en el periódico en la que se mencionaba nuestro viaje.

 

Mi amiga había acogido durante varios veranos seguidos, a un muchacho ucraniano procedente del área de Chernobyl. Entre Vadim y su ‘familia’ española, se habían mantenido unos lazos de amistad firmes y duraderos. Vadim escribió a mi amiga, para decirle que necesitaba evacuar de Kiev a su mujer y a su hijo de corta edad. Se puso en contacto conmigo y comenzamos a buscar la mejor manera de traer a la familia a Cantabria.

 

Pero la familia creció ¡y de que manera! De los dos pasajeros iniciales pasamos en poco tiempo hasta los ocho, ya que al ver la posibilidad de viajar a un destino seguro, se unieron más familiares de Vadym. Tenían que salir de Kiev, la capital de Ucrania, uno de los lugares más castigados por la guerra. 

 

Un contacto de Santander me ofreció los servicios de un grupo de voluntarios, especializado en sacar gente de lugares delicados, por decirlo de alguna manera. Por suerte no hizo falta. Vadym me dijo que en la zona de Kiev en la que estaban, aún funcionaban los trenes, y podrían salir hacía Varsovia esa misma tarde.

 

Encadenando otro cúmulo de casualidades, Sabino y Nando estaban en esos momentos, después de haber cargado una furgoneta de ayuda humanitaria, dirigiéndose hacía Polonia. Les llamé y les dije que alteraran ligeramente sus planes, que no vinieran a Przemysl, que se dirigieran directamente a Varsovia. Que ahí podrían descargar y recoger a la familia en la estación, según llegaran de Kiev.

Teníamos otro vehículo más, con Fran al volante, que se les había unido en la frontera con Francia y que venía a recoger a tres refugiados, una madre y sus dos hijos, en Wroclaw, una ciudad fronteriza cercana a la frontera de Chequia.

 

Los ocho que venían de Kiev no cabían en la furgoneta de Sabino y Nando. Fran les acompañó hasta Varsovia, para volver luego con los dos vehículos a recoger a la familia de Wroclaw y de ahí a Santander.

 

Como podéis comprobar por mis palabras, todo fue con encaje de bolillos. Esta es solo una historia, de las muchas que viví durante esos días. Tuvimos suerte, voluntad y decisión, pero me costa que otros no tuvieron tanta suerte y se volvieron de vacío.

Pero no por ello hay que dejar de intentarlo.

 

 

 

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