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Imanol Arias: "A Antonio Alcántara hay que abandonarlo, quererlo y respetarlo"

El actor leonés cierra una etapa profesional con las despedidas de la serie televisiva ‘Cuéntame' y la obra teatral ‘Muerte de un viajante'. Esta última puede verse en el Teatro Infanta Isabel hasta el 3 de diciembre.

Archivado en: entrevistas, cultura, teatro, Imanol Arias

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"El esfuerzo del teatro puede destruirte o ayudarte a arreglar tu vida"

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Francisco Quirós Soriano
22/9/2023 - 00:34

Reconoce estar "contento y feliz" por regresar con ‘Muerte de un viajante' a Madrid. Imanol Arias vuelve al Teatro Infanta Isabel con su particular Willy Loman, en lo que será la despedida de una obra que acumula más de 200 funciones. Ese adiós coincide en el tiempo con otro cierre sonado: el final de ‘Cuéntame'.

En la fachada del Teatro Infanta Isabel ya se puede ver el cartel de 'Muerte de un viajante', pero esta vez acompañado de la frase "última temporada". ¿Siente pena?
Ha sido un extra, la función tuvo su final que se demoró en América y fue muy contundente, eran grandes teatros, metimos 12.000 espectadores en siete funciones. Ahí, después de más de 200 funciones, lo dimos por concluido. El teatro no te cansa, no dejas de hacer una función por cansancio si realmente pasa lo que tiene que pasar, curiosamente la repetición hace que el mecanismo sea más gozoso y preciso y la función salga mejor. Este extra ha sido un regalo a petición de todo el mundo, venimos con esa estela de América, estamos en el teatro de siempre, hay que arrancar temporada, sabiendo lo dificultoso que es. La expectativa es hacer 45 funciones como si estuviéramos en Montevideo, allí pasó algo, fuimos a velocidad de crucero y aquí tiene que pasar lo mismo. Se produce una comunión muy buena.

Ya lleva, por tanto, un tiempo conviviendo con el personaje de Willy Loman. ¿Hay algo que haya aprendido de él?
Días atrás me comentaba un periodista que me había oído decir alguna vez que por cómo encaramos los personajes se nos puede conocer mucho como personas. Como artistas no podemos ocultar el enfoque que haces a un personaje, representa un poco tu idea, tu personalidad, tu vivencia. Willy Loman es un personaje que te da para investigar sobre ello. Establece una primera dificultad hasta que llegas a él y tiene que ver con la estructura de la obra, tiene una forma de hacer los 'flashback' tan directa y genuina que todos los personajes que cambian de ropa y edad salvo él, que en mi versión solo se pone o se quita las gafas. El resultado es que no puedes acumular las emociones como en otras funciones, acto a acto, porque vas atrás y adelante, es un juego de precisión, no hay regodeo con ella. La propuesta, que es similar a la que hizo Miller en Pekín, un país donde no hay capitalismo ni por tanto referencias a ello, acaba siendo tragedia, como en 'Edipo'; eso hace que funcione muy bien. La idea es cerrar ese ciclo aquí. La obra ha pasado por muchos momentos, el estreno fue como un Fórmula 1 donde nuestro cuello aún no aguantaba los bandazos, después hubo una función en Huelva que no la completamos... En todo ese proceso ahora la ilusión es seguir disfrutando de algo que la función ya nos exige: el actor tiene que sentirse con tanta libertad que no se regodee ni un momento de los logros. El legado que deja uno cuando interpreta a estos personajes, y es algo que se aprende con el tiempo, es que no importa el recuerdo que tengan de ti, sino el recuerdo que tenga el público de esta función. Yo sé que tengo un momento sobre el escenario increíble, pero si voy, me paro y me regodeo, se jodió. Entonces, hacer mucha funciones de algo sobre lo que no puedes regodearte es un gozo tremendo, aunque al principio te cuesta.

En Madrid ha impactado la obra 'Prima facie', con Vicky Luengo. La actriz decía que lo que más le costaba era llegar a casa y que su cuerpo dejara atrás todas esas emociones. Willy Loman entra en una espiral de autodestrucción y depresión. ¿En algún momento le ha costado romper con eso cuando ha acabado una función?
Tienes que encontrar la forma de que el trabajo te ayude en tu vida. El teatro tiene esas posibilidades, tienes que estar listo de 8 a 10 de la tarde, es como una carrera de 1.500 metros, hay una velocidad y una precisión, el resto del día lo puedes emplear para cuidarte. El teatro puede destruirte si te crees ese esfuerzo, o puede ayudarte a arreglar tu vida. Yo, cuando hago teatro, no me levanto a las 5 de la mañana y paso todo el día en tensión, en cambio, cuando estoy con una función me levanto y hago cosas pensando en el teatro que me vienen a mí. Una de las cosas que hay que aprender es que todo es tan sencillo como que te crean, si tienes esa suerte, no hace falta que te exhibas tanto como actor ni eres tan grande como crees, simplemente la gente te cree y eso como artista te da la posibilidad de hablar. Cuando vas descubriendo eso, dejas muchas cosas atrás.

La obra de 'Muerte de un viajante' toca el tema del capitalismo, en concreto de la necesidad de ser productivo. ¿Cómo afecta esta filosofía al mundo de la interpretación, especialmente con un público que cada vez demanda más productos?
En el actor hay una circunstancia un tanto novedosa: hay mucho paro. Hay mucho trabajo, pero también muchos profesionales, así que el trabajo continuado no es tan frecuente. La gente que hemos tenido la suerte de vivir momentos donde sí fue posible, lo vivimos como una circunstancia de la multiplicación del entretenimiento. De todo este fenómeno, el teatro es el que se mantiene, se le sigue permitiendo tener esa simpleza en su ejecución, no tiene elementos no reales, la inteligencia artificial en el teatro no tiene cabida. Hay un componente económico, hace 10 años yo no hacía tanto teatro pero los compañeros me comentan que si antes hacías una función durante dos años tenías un margen de vida de casi un año, ahora no. Yo tomo el teatro como una continuidad. No manifiesto el mismo razonamiento para lo audiovisual, creo que ahí lo de trabajar continuamente no es lo ideal ni como resultado ni como vida. Estoy que voy a decir quizás es una bobada, pero si tuviera que volver a la televisión, a la hora de elegir me preocupa cómo hacerlo; no debo volver a hacer un personaje si no cambia algo en mi vida. Mi peso normal está en diez kilos más, pero Antonio Alcántara me ha llevado aquí, no sabía por qué pero llegaba septiembre y de 70 kilos bajaba a 64. No voy a ser un hombre con bigote toda la vida, algo tiene que cambiar y si no cambia es que, de momento, no tengo que volver a la televisión. Para eso tengo el teatro, para cambiar.

Sacas el tema de 'Cuéntame', que se despide tras 23 temporadas. ¿Qué se siente, se llega a abandonar del todo a un personaje como Antonio Alcántara?
Hay que abandonarlo, quererlo y respetarlo. Lo que no me gustaría es que Antonio Alcántara apareciera en otra serie, en otro personaje, hay que dejarle su sitio y distanciarte un poco de él. Cuando haces un personaje así, durante tanto tiempo, no sólo lo conoces muy bien sino que hay actitudes, mecanismos de rodaje, que los tienes muy fijados y te sirven para ese personaje, no para otro. El miedo y el peligro es que, ante la dificultad y el día a día, vayas usando siempre esos mismos mecanismos, que es algo que se da a veces en la comedia. No me gustaría que eso sucediera.

¿Cómo se lleva con la nostalgia, se puede convivir con ella o es una trampa a evitar?
La edad te ayuda mucho. La nostalgia pertenece a una etapa de tu vida que se presenta todos los días nada más te despiertas. Si no se hace algo para remediarlo, todos los días tienes el mismo pensamiento, la misma forma de encararlo, el mismo esfuerzo que acometer. Dentro de ese mecanismo diario, la primera atadura es siempre el pasado. Cuando vas cumpliendo años, el saco que llevas es tan grande y el globito que te queda es tan pequeño y el presente te demanda tanta atención que empiezas a no tener nostalgia y a dejar en el pasado lo que ya está hecho. Aprendes a que eso no sea un peso, a que no te inunde la alegría del pasado ni la pena ni los errores, no puedo estar asumiendo lo bueno y lo malo del pasado, todo está ya dentro de ese contexto. El legado de uno no es el recuerdo que tengan de ti, de uno se olvidan afortunadamente rápido, sino los pequeños logros que tú hayas conseguido hacer, aunque no sean para la humanidad. Si como actor puedes no repetirte y que el público te crea, es extraordinario. Se lo oí decir una vez a Pepe Sacristán, que es un maestro definiendo qué es un actor, que a él le habían creído desde el principio; a mí me ha pasado lo mismo. Mi primera es con un disfraz de indio, estaba preparado para que la inmortalizaran, hice el indio y mi madre y mis tías se lo creyeron. A partir de ahí toda mi profesión y todo lo que soy en la vida se ha basado en eso, para qué darle más importancia.

Hace más o menos un año con motivo del estreno de otra temporada de 'Muerte de un viajante' me comentaba sobre su deseo de hacer un proyecto personal sobre "recuperar la memoria". ¿Cómo va la idea?
He podido avanzar en ello pero de una manera muy incipiente con Gastón Duprat y Mariano Cohn, los directores argentinos que hicieron 'Competencia oficial' con Penélope Cruz y Antonio Banderas. Al final no es algo tan serio sino algo más de comedia, queda un texto que hay que ir elaborando que sería ver la vida al revés, empieza en un ataúd y acaba en un carrito de bebé, así que se ve todos los sueños que se tienen de pequeño pero al revés, primero el resultado exitoso o desastroso y se vuelve para ver cómo surgió el sueño. Tenemos una primera versión. No tengo mucha prisa, lo veo como una maletita que puedo llevar de un sitio a otro. Mi relación con el teatro y Argentina se ha intensificado más, es probable que haga teatro allí por los proyectos que han ido acumulando. También me gustaría acometer algo en la compañía nacional que supondría hacer algo durante tres meses que no podrías hacer fuera, ponerte a las órdenes de un gran director. Es una experiencia que no tiene que ver con tu realidad diaria. En España no se hace tanto esto, actores de compañía que tengan un repertorio, El Brujo es el caso más rico en cuanto a espectáculos y compromiso.

 

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